Dar nacimiento a lo sagrado

(Traducción al español, Francisco Javier Lagunes Gaitán)

APERTURA

Este es uno de los dos periodos vacacionales religiosos oficiales del año, cuando mucha gente se despierta y debe tratar de recordar, otra vez, cómo encontrar una iglesia. Ambos periodos vacacionales, Navidad y la Pascua (domingo de resurrección), son casi festivales seculares. La Pascua es más rápidamente identificada con los conejitos de Pascua, los huevos coloridos y los conejos de chocolate que con cualquier mensaje religioso. Y como esas golosinas, las súper anunciadas vacaciones piden a gritos dulzura y nimiedades, una tarjeta de felicitación de Hallmark, nada demasiado pesado, tan solo un bombón de Pascua antes del almuerzo.

Ya que esta también es una iglesia, hemos prometido buscar aquella clase de verdad de dos filos que es capaz, tanto de confortar a los afligidos, como afligir a los cómodos.

Así que nos reunimos para ver cuán fieles podemos ser a nuestro llamado religioso, y a los complejos y ambiguos símbolos de la Pascua. Es bueno estar juntos otra vez, porque?

INVOCACIÓN

Es un Tiempo Sagrado, este
Y un Espacio Sagrado, este
Un lugar para preguntas más profundas que las respuestas,
Una vulnerabilidad más poderosa que la fuerza,
Y una paz que sobrepasa todo entendimiento,
Es un Tiempo Sagrado, este.
Iniciémoslo juntos en una canción.

CENTRAMIENTO

Ofrezcamos una plegaria de Pascua.

Dios de nuestros anhelos ocultos, encuéntranos donde hemos muerto y restáuranos. Corazón del universo, sintamos de nuevo tu pulso dentro de nosotros. Sintámonos conectados otra vez con otros, con nosotros mismos, con nuestros propios corazones y almas. Espíritu de la vida, encuentra a nuestros espíritus e insufla vida dentro de ellos. Algo en nosotros, en nuestras vidas, en nuestro mundo, murió este año. Ayúdanos a traer el milagro de la resurrección aquí, ahora. Espíritu de la vida, Dios de nuestras almas interiores, corazón del universo, escucha nuestras plegarias, tócanos en aquellos lugares en los que la vida se ha ido, para que vivamos de nuevo. Y que seamos tus ojos, tus oídos, y tus manos para alcanzar los sufrimientos de otros. Que seamos agentes de compasión y gracia en este mundo, frecuentemente demasiado severo y demasiado solitario. Ofrecemos esta plegaria con la esperanza de que incluso aquí, incluso ahora, el milagro de la resurrección pueda encontrarnos.

Amén.

SERMÓN

Por todo este mundo el día de hoy, unos mil millones de cristianos volverán a contar la misma historia, de un hijo de Dios que fue crucificado y resucitó y quien, si creemos en el relato, puede ser nuestro salvador personal.

Cualquiera que hubiera vivido en el primer siglo habría conocido una buena cantidad de historias similares sobre dioses que murieron y luego resucitaron. Conocerían la historia de Dionisio, nacido de una virgen y del gran dios celeste Zeus, cuyos seguidores se reunían anualmente para comer carne y beber sangre, que simbolizaban la carne y sangre del dios muerto y creían que les impartían su espíritu. Conocían el relato egipcio de Isis y Osiris, en el que Osiris fue asesinado, resucitó mucho después, se apareó con Isis, quien dio nacimiento al bebé Horus. Todo el mundo conocía la imagen de Isis sosteniendo al bebé Horus: fue el modelo para las imágenes cristianas de la virgen María sosteniendo al bebé Jesús. Y la gente conocía las historias de otros dioses muertos y resucitados, incluyendo a Tamuz o Adonis, y Atis.

Todas estas historias pertenecían a un género literario nacido de la antigua visión científica del mundo de hace 2000 años, en la que la bienaventuranza estaba justo arriba sobre el cielo, el infierno justo bajo la tierra, y todo el universo era un asunto local. En semejante lugarcito, los dioses podían rutinariamente tener deportivos intercambios con las hembras humanas, y los cuerpos podrían bien regresar a la vida, o flotar hacia arriba del cielo para vivir por siempre.

De esta manera, por todo el mundo mediterráneo de hace dos mil años la gente también se reunió anualmente para volver a contar estos antiguos relatos.

Pero por todo el mundo actual ?si bien en cantidades mucho menores? hay estudiosos bíblicos y religiosos que saben que éste era un mito. El mito no tenía nada que ver con el hombre Jesús, quien sin duda quedaría horrorizado por un relato que lo transformó en la figura de un salvador que habría enseñado que el reino de Dios sería una cosa sobrenatural que supuestamente él traería a los fieles.

Así que hay una clase particular de tensión implicada al trabajar con símbolos y mitos antiguos del tipo de los relatos de Pascua. Esto significa que todo aquel que predique sobre estos mitos y símbolos el día de hoy debe decidir cómo manejarlos ?cuán honestamente, cuán profundamente, cuán cuestionadoramente? además de cómo y cuánto respetarán a su audiencia. Esta es la clase de tensión que involucra predicar sobre las vacaciones populares empapadas en siglos de mito que popularmente resulta demasiado superficial para ser religioso.

El tratamiento normal que se da a estos problemas consiste en ignorar el relato ultramundano y convertir palabras tales como “resurrección” en metáforas generales. Si están entre las diecisiete personas en Austin que leen las páginas de religión del periódico dominical, habrán visto que eso fue lo que hicieron los clérigos que escribieron ayer. Bob Lively dio a “resurrección” el significado de “amor”, y dondequiera que vio al amor florecer se regocijó en el milagro de la “resurrección”. Y el obispo Greg Aymond trató el asunto con una poca más de profundidad al hacer equivaler la “resurrección” a una renovación de la esperanza. Es también lo que yo hice en la plegaria de centramiento de esta mañana. Así que no me parece que sea algo inusitado. Pienso que es una pequeña parte de lo que necesitamos hacer con esta sobresaturación de símbolos.

Pero no es suficiente. Esto reduce el mensaje de la religión a la blandura de una tarjeta de felicitación de Hallmark. Y tiene el imperialismo arrogante del que los mejores pensadores cristianos han tratado de desprenderse ?al reclamar esta experiencia humana común para el vocabulario cristiano.

¡Vaya por Dios!: en el hinduismo llegaron al mismo punto de encontrar una reconexión donde daban por perdida la posibilidad de cualquier conexión, y no necesitan la noción cristiana de “resurrección” para lograrlo. Ellos lo entendieron, dentro de la integridad orgánica del hinduismo, como que la realización de su atman ?de su alma individual? es desde luego una parte integral de Brahman ?el poder universal sustentador y creativo.

Los budistas pueden llegar a la misma clase de paz y entenderlo así de simple como un “despertar” de las ilusiones que los habían hecho más miserables hasta entonces. Y los naturalistas pueden expresar la misma experiencia de manera igualmente apropiada, aunque tal vez con menos poesía. “Siento mayor conexión con el mundo”, podrían decir. “Me sentí descolocado y desorientado, fuera de lugar, pero ahora me siento como una parte legítima de la totalidad gloriosa del mundo alrededor de mí, y me siento menos ansioso, más pleno. La vida es mejor ahora”. Así que objeto ambos tratamientos, tanto el oportunista superficial, como el de la arrogancia teológica de pretender que la “resurrección” es un concepto necesario, en vez de uno meramente cristiano.

Hay otro camino para cruzar este pantano simbólico, igual de antiguo. Exige más de nosotros, y se deshace de la capa de azúcar tradicional en que las vacaciones populares están inmersas. Pero pienso que nos podría llevar a una reflexión más seria y podría impartirnos, a nosotros y a nuestro tema, más orgullo. Se trata de hacer la distinción entre la religión de Jesús y la religión sobre Jesús. Los estudiosos se han percatado de esta distinción por mucho tiempo, pero usualmente la esconden tras algunas palabras en clave para iniciados:

  • Algunos hablan del “Jesús de la historia” contra el “Cristo de la fe”;
  • Otros hablan de “Jesús” contra “el Cristo”;
  • O del “Jesús pre-Pascua” y el “Jesús post-Pascua”.

Todas estas clases de palabras en clave se refieren al hecho de que las religiones, los mensajes del Jesús de la historia fueron salvajemente diferentes de los mensajes atribuidos al “Jesús Cristo” de la fe tradicional. Pero como es embarazoso decirlo, tanto los maestros como los predicadores religiosos han colaborado en una conspiración de silencio por muchos siglos para mantener estas distinciones tan dañinas (o provocadoras de pensamientos) lejos de tus tiernos oídos.

Ustedes saben más de la religión sobre Jesús, que es conocida sólo como cristianismo. Ofrece enseñanzas de un Jesús sobrenatural que de alguna manera fue el hijo de Dios, quien realizó sorprendentes milagros, fue asesinado, luego “se levantó” de entre los muertos, según la enigmática frase de los autores del Nuevo Testamento. La mayoría de los estudiosos bíblicos que conozco tienen claro que ningún escritor del primer siglo quiso dar a entender literalmente la resurrección de un cadáver. La interpretación generalizada sobre esta cuestión es que decir que Dios “levantó” a Jesús significa que lo que Jesús enseñó sobre el reino de Dios era correcto.

Comparto esta convicción. No fue original, pero sí profunda, tanto entonces, como ahora. Así que esta Pascua quiero traerles el mensaje de Jesús para que luego decidan por ustedes qué clase de Pascua les enorgullecería intentar y celebrar. En otras palabras, mi táctica aquí es tomar las tensiones intrínsecas a los símbolos de la Pascua y pasárselas, de manera que puedan sentir la tensión, y puedan decidir qué estilo y profundidad de “Pascua” quieren celebrar. No se preocupen: el sufrimiento, según he escuchado, puede ser terapéutico.

La religión de Jesús

La religión de Jesús fue tan diferente de las enseñanzas tradicionales del cristianismo como puedas imaginarte. Pero para entenderla, tienes que entender la clase de mundo en el que nació Jesús.

Irónicamente, la Galilea del primer siglo tenía mucho en común con nuestra sociedad actual ?más de lo que tenía en común con los EUA de hace cincuenta años. Tres siglos de invasiones, por los ejércitos de Alejandro el Magno y las subsiguientes legiones romanas, habían destruido todos los centros de culto y templos que habían dado estabilidad a una buena variedad de comunidades étnicas y religiosas. Para el primer siglo no había un centro compartido, ni una identidad colectiva. Galilea estaba llena de gente que no constituía “un pueblo”.

Las leyes sociales o las restricciones alimenticias de un grupo ?los judíos, por ejemplo? resultaban extrañas o nada atractivas para otros grupos cercanos ?los griegos, por ejemplo. Incluso el simple trato social era más difícil de lo que nos resulta a nosotros hoy. Una familia griega invita a la tuya para el equivalente del primer siglo de una barbacoa. Dado que ustedes son importantes para ellos, invierten dinero extra para comprar algo de mariscos y carne de cerdo de primera calidad. Pero como ustedes son judíos, sus leyes alimenticias les prohíben comer mariscos y carne de cerdo.

En docenas de maneras, Galilea era una tierra del caos, donde las perspectivas de llegar a formar “un pueblo” a partir de este desorden disparatado estaban en alguna parte entre escasas y nada.

En tiempos así de caóticos, parece haber dos clases de soluciones propuestas, así se propusieron aquí. La primera fue la más extrema, propuesta por Juan el Bautista. Juan pensó que la situación era imposible ya de arreglar. Ni siquiera Dios podría resolverlo, pensó él. Así que la única respuesta era que Dios iba a destruir todo el mundo, a aniquilar a todos en él ?bueno, excepto a aquellos que creyeran en lo mismo que Juan el bautista creía, desde luego? y así empezar de nuevo.

Juan contaba con una creciente y ferviente multitud que se reuniría al este del Jordán para esperar el signo del fin del mundo, cuando se suponía que actuarían contra los romanos.

Si conoces algo sobre los romanos, sabrás que esta no era una táctica muy inteligente. Ellos fueron muy eficientes, los romanos. No hubieran gastado 60 mil millones de dólares para bombardear mil millas cuadradas de montañas con la esperanza de matar a 7 u 8 civiles. En vez de esto, ellos capturaban a la cabeza del movimiento y lo mataban.

Pero el asesinato de Juan el Bautista fue devastador para sus seguidores. Significó que el mensaje de Juan, el entendimiento que Juan tenía sobre lo que era “el reino de Dios”, era erróneo. De otro modo, Dios no hubiera permitido que Juan muriera así. Tal era el pensamiento sobrenatural, o supersticioso, del primer siglo.

Juan el bautista fue mentor y maestro de Jesús. Jesús fue uno de sus seguidores. Y no mucho después del asesinato de Juan, Jesús aparece por primera vez como líder carismático, muchos de los anteriores seguidores de Juan lo siguieron.

Pero el mensaje de Jesús era muy, muy diferente. La solución de Juan había sido esperar que un ente sobrenatural arreglara el mundo por medio de destruirlo. La noción de Jesús del Reino de Dios no implicaba una acción por parte de una entidad sobrenatural. Jesús pensó que debíamos recuperar el mundo fragmentado arreglándolo.

Lo que definía todas las líneas de enemistad entre los diferentes grupos eran las reglas de identidad de cada grupo ?reglas que los hacían especiales sólo a través de convertir a los otros en inapropiados. Jesús enseñó que la gente debía desobedecer y subvertir las identidades excluyentes. Él y sus seguidores mendigaban sus alimentos diarios ?un poco de este mendigar se hizo famoso como parte del “Padre Nuestro”. “Come lo que se pone ante ti”, instruyó a sus seguidores judíos. ¡Si los griegos te ofrecen marisco o cerdo, cómelo! ¡No permitas que ninguna autodefinición, inclusive tu identidad como judío, te separe de otros!

Solo una identidad era permisible en la noción de Jesús del Reino de Dios: se nos ordenó vernos mutuamente solamente como hermanos y hermanas, como hijos de Dios. Una y otra vez él frustró a sus seguidores más supersticiosos, quienes todavía esperaban que continuara las enseñanzas de Juan el Bautista. No: el Reino de Dios no es algo que venga a la sazón. No puedes señalarlo y decir “aquí y allí”. Ya está aquí, dentro y entre ustedes. O como lo dijo él en el Evangelio de Tomás, “el reino de Dios se extiende sobre la tierra y los humanos no lo ven“. Está todo aquí ?al menos potencialmente? y nosotros no tuvimos, o no tenemos, ojos para verlo u oídos para escucharlo. ¡Cuántas veces les dijo a sus discípulos que no lo habían entendido!

No hay magia aquí, ni la intervención de nadie. Dios ya hizo su parte. La pelota está en nuestra cancha, y Dios espera que actuemos para traer el Reino de Dios a la tierra. Y lo hacemos simplemente al cambiar nuestros corazones y nuestras acciones hacia los otros. Punto. Amén. Fin del sermón, fin de la religión. Jesús nunca prometió el cielo, ni amenazó con el infierno. Él no habló de una vida después de la vida, sólo de ésta. Y él no habría dejado que la gente se quedara con la creencia de que podían esperar pasivamente que una deidad sobrenatural arreglara las cosas.

La negación de Jesús

Todos los estudiantes de las escrituras cristianas conocen esta frase que se refiere a su apóstol Pedro, quien pareció categóricamente incapaz de entender el mensaje de Jesús. Fue a Pedro, recordemos, a quien Jesús dirigió su frase más furiosa: “Quítate de mi vista, Satanás” (Mc 8:33), Pedro, como la mayoría de (o tal vez todos) los discípulos de Jesús, quería escucharlo predicar el mensaje claro y definido del fin-del-mundo de Juan el Bautista, y no quería escuchar que este emocionante reino sobrenatural de sus expectativas sería reemplazado por una clase muy terrenal de mundo en el que ellos simplemente debían convertirse en agentes activos del amor, en vez de en profetas poseedores de superioridad moral para predicar la destrucción masiva a la que solo ellos sobrevivirían.

El estudioso católico Thomas Sheehan lo ha expresado de una manera acertadamente crítica cuando dice que “Pedro continuó su negación de Jesús con la creación del cristianismo”. El cristianismo comenzó como una religión de reversión hacia la fórmula pagana de la salvación por una deidad sobrenatural que demandaba de nosotros sólo que creyéramos el relato y siguiéramos a los líderes. Esta era precisamente la imagen contra la cual Jesús predicó en su ministerio.

Pablo, el inventor del cristianismo

La mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento que conozco están de acuerdo en que la versión del cristianismo que terminó siendo adoptada como normativa fue desarrollada, en su forma y mensaje por Pablo. Pablo nunca conoció a Jesús, y parece no haber conocido las enseñanzas ?ya que nunca menciona ninguna? sobre la noción central de Jesús del Reino de Dios. En cambio, Pablo enseñó, más a la manera en que Juan el bautista lo hizo, que el fin del mundo estaba por llegar y que Jesús el Cristo sería la salvación de los fieles de una manera sobrenatural.

Siento, con muchos otros, que Pablo reemplazó la mundana religión de responsabilidad de Jesús, con una religión simplista sobrenatural moldeada a partir de los cultos paganos en boga, especialmente los cultos griegos del misterio ?y más particularmente del culto del mitraísmo. Y siento que la crucifixión real de Jesús no vino de los romanos, sino de Pedro, Pablo y de quienes establecieron lo que llegó a ser el cristianismo normativo.

Muchos otros se han percatado de esto, y muchos otros se han sentido furiosos y traicionados sobre esto. Uno de ellos fue el novelista griego Kazantsakis. Puede que conozcan, ya sea su libro, o la película basada en el libro de La Última Tentación de Cristo. En este libro, el autor crea una iracunda y maravillosa escena imaginaria entre Jesús y Pablo. Cuando Jesús se encuentra al inventor del cristianismo, Jesús le dice, ¡Tú! Así que tú eres el que ha inventado todas esas cosas sobre mí. ¡No son ciertas! La respuesta de Pablo es básicamente: ¡Oh! ¿Así que tú eres Jesús? Gusto en conocerte, ¿A quién le importa? Le di a la gente la religión que ellos necesitaban, y ella no te necesita.

Conozco a estudiosos paulinos que piensan que el retrato de Kazantzakis sobre Pablo es tan preciso como es posible. Incluso los defensores de Pablo (y tiene muchos) usualmente reconocen su megalomanía.

Hay incluso reacciones más extremas contra la traición de la religión de Jesús por la religión sobre Jesús. Tal vez la más famosa, y mi favorita, proviene de un libro de Dostoievski, Los hermanos Karamazov, en el capítulo titulado “El gran inquisidor” aparece Jesús en el tiempo de la inquisición, y representa esta sorprendente ?y de nuevo, iracunda? escena entre Jesús y el Gran Inquisidor, en la que Jesús no dice nada. Pienso que Dostoievski entendió perfectamente la religión de Jesús aquí, y pienso que su ira hacia la religión inventada sobre Jesús atina bastante cerca del blanco también:

“Les prometiste el pan celestial, pero ¿cómo puede este pan competir con el pan terrenal para hacer frente a la débil, ingrata, y permanentemente corrupta especie humana? Y aún cuando cientos de miles de hombres te sigan por el amor del pan celestial, ¿Qué pasará con los millones que son demasiado débiles para privarse de su pan terrenal? ¿O es que sólo los miles que son fuertes y poderosos los gratos a tu corazón, mientras que millones de otros, los débiles, que también te aman, débiles como son y que son tan numerosos como los granos de arena en la playa, servirán como objetos para los fuertes y poderosos? ¡Pero también nos preocupan los pobres! ? al convertirnos en sus amos, hemos aceptado la carga de libertad que ellos estaban demasiado atemorizados para enfrentar. ? Les diremos, sin embargo, que somos leales a ti y que reinamos sobre ellos en tu nombre. Les mentimos, dado que no intentamos permitir tu regreso. Hay tres fuerzas, solamente tres, en esta tierra que pueden derrotar y capturar de una vez por todas la conciencia de estas débiles e indisciplinadas criaturas para darles felicidad. Estas fuerzas son el milagro, el misterio y la autoridad. Pero rechazaste la primera, la segunda y la tercera de estas fuerzas y presentaste tu rechazo como un ejemplo a los hombres, ? Actuaste orgullosa y magnificentemente; desde luego, tú actuaste como Dios, pero ¿puedes esperar tanto de los hombres, de esta débil, indisciplinada e infeliz tribu, que ciertamente no son dioses? ? mañana verás rebaños obedientes, como el primer signo de mi, apresúrate a amontonar carbones en el fuego bajo de la hoguera en la que te quemaré, porque, al venir aquí, has vuelto más difícil nuestra tarea. Si alguien ha merecido alguna vez nuestro fuego, eres tú, y para mañana te habré quemado”.

El Gran Inquisidor de Dostoievski y el Pablo de Kazantsakis son importantes para leerlos y enseñarlos, porque se cuentan entre las voces educadas que no han sido parte de la conspiración del silencio. Presentan el contraste entre las enseñanzas difíciles del hombre Jesús ?la religión de Jesús?, por un lado, y las inconmensurablemente más fáciles enseñanzas del cristianismo ?la religión sobre Jesús, por el otro. Y su ira no proviene de una falta de sensibilidad religiosa, sino más bien de la abundancia de ésta. Están furiosos porque creen, como yo, que una religión menor (el cristianismo) desplazó a una religión grandiosa (la religión de Jesús). Esto nunca será repetido con excesiva frecuencia ni lo suficientemente al grano: En oposición directa a las enseñanzas de Jesús, el mito del “Cristo” condujo a la gente a un retroceso hacia la creencia pagana y primitiva en la salvación a través de la expiación vicaria por un dios salvador sobrenatural que rescataría a la gente y la exoneraría, y que tan solo exigiría a cambio su obediencia irreflexiva. Las enseñanzas de Jesús ?hasta el punto en que fueron alguna vez entendidas? resultaron demasiado difíciles. Debía haber una ruta más simple y menos dolorosa si es que el cristianismo habría de ser la fe universal que visualizaban algunos partidarios fanáticos como Pablo ?aunque, en el proceso, traicionaron todo aquello que Jesús consideró sagrado.

En el tiempo de Jesús resultaba poco comedido exigir tanto de la gente ?de gente que parece preferir el milagro, el misterio y la autoridad antes que hacerse cargo de su vida y sus circunstancias, y asumir su responsabilidad. Él fue rudo. Sus propios discípulos no lo entendieron, y Pedro, como es ampliamente conocido, no quería escuchar esto. Si la gente quiere milagro, misterio y autoridad, Jesús ciertamente no les ofreció mucho.

Él dijo que Dios hizo su parte y que ahora era su turno de actuar.

El cristianismo ?la religión sobre Jesús? es en última instancia demasiado fácil. No es digna y merecedora de alguien llamado un hijo de Dios. No es digna de aquellos que podrían considerarse gente de Dios. No es un camino espiritual que cualquier Dios que valga la pena hubiera señalado con urgencia. Fue la creación de Pablo y otros hombres, pero no de un profeta o sabio de primer orden.

Pero sí que hubo un profeta y sabio de primerísimo rango implicado en esta historia. Era un judío marginal y simple de Galilea que hemos aprendido a llamar Jesús. Él enseñó un camino estrecho, no uno amplio, y predicó un Reino de Dios que nosotros, y solo nosotros, podríamos hacer presente en la tierra tan pronto, o tan tarde, como encontremos el valor de actuar como hijos de Dios, de ver a todos los demás como hijos de Dios, y de actuar en consecuencia. Puede suceder en cualquier momento, aquí y ahora. Puede suceder en Israel, si las dos partes cambian el centro de su fe. Puede suceder en Irlanda del Norte, si ambas partes dejan de definirse a sí mismas como protestantes y católicos, y en cambio se definen sólo como hermanos y hermanas. Puede suceder en Austin, puede suceder en tu vecindario, y en tu vida.

Pero solamente si crees. No, no tienes que creer en nada sobrenatural, no tienes que creer en nada a lo que no encuentres un sentido. Tú tienes que creer que la única identidad de la que la gente adulta religiosa debería estar orgullosa es la identidad de verse a sí mismos y a los otros como hermanos y hermanas, e hijos de un Dios de amor. Sólo eso.

Hoy, hemos traducido la promesa y el mandamiento en flores, flores para que se lleven a casa y reflexionen sobre ellas*. Cositas pequeñas y frágiles de gran belleza y vulnerabilidad, tan frágiles como la paz, tan frágiles como el amor. Llévenselas a casa. Las flores están en sus manos. Así también está la esperanza de tu vida, y el futuro del mundo. Aquellas palabras difícilmente parecen adecuadas, sin embargo. Algo más poético y poderoso se requiere. Jesús lo llamó el Reino de Dios. Esto es mucho mejor, y más cercano.

La esperanza del Reino de Dios está en nuestras manos, como siempre ha estado. El sueño ha yacido sin roturar por mucho tiempo. Muchos dirían que ha muerto. Es la Pascua, y el sueño está en nuestras manos. Pensemos en resucitarlo.

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*Esta iglesia celebra una Comunión Floral el domingo de Pascua. Se pide a la gente que traigan una flor, que se deposita en canastas. Al final del servicio, se llevan al frente de la iglesia las canastas con flores y la gente toma una para llevarla consigo a su casa.

UNITARIOS UNIVERSALISTAS DE MÉXICO

Promovemos y vivimos la diversidad de creencias. Estamos para ayudarte a avanzar en tu propio camino espiritual, no para imponerte un camino escogido de antemano.

El movimiento religioso liberal y la institución Unitaria Universalista consiste en una gran variedad de recursos espirituales. Celebramos la sabiduría que contienen todas las religiones del mundo, la razón, la ciencia, el arte y nuestra propia intuición personal.

Reconocemos la necesidad de una comunidad, nos reunimos para aprender juntos y el reto de nuestra diversidad nos impulsa mutuamente en nuestros caminos espirituales.

Respetamos incondicional e integralmente la dignidad humana y el valor inherente a cada persona, consideramos que solamente nuestra diversidad nos hace capaces de entender plenamente lo que significa ser humanos.

Este es un grupo dedicado a explorar el estilo religioso liberal en México. Aquí el inicio, la esperanza, el sueño compartido: aceptación, igualdad, fraternidad. Aquí optamos, de manera libre, por ser cómplices en una búsqueda espiritual individual. Compañeros de asombro, concientes todos de ser parte de la trama interdependiente de todo lo que existe.

publicado en el periódico Austin American Statesman

(Traducción de Francisco Javier Lagunes Gaitán)

Como Unitario, soy un liberal religioso. Para mí, la religión no trata sobre Dios. No se trata de Alá, Jesús, Shiva, Vishnú, el Buddha, o del resto. La religión se trata de la música, no de las canciones individuales.

La distinción entre las canciones y la música es lo que separa a la religión liberal de otros estilos espirituales y la abre hacia el diálogo con todas las creencias sinceras.

¿Por qué ir a la iglesia? Porque tratamos de llegar a ser mejores personas, parejas, padres o madres, y ciudadanos. Así que para nosotros la salvación es salvación por el carácter (la palabra “salvación” viene de una raíz latina que significa salud o integridad). Pocos entre nosotros piensan que la recompensa vendrá luego de que muramos. El objetivo es convertirnos en una clase de persona más profunda, consciente y compasiva, en el aquí y el ahora.

Cuando busco una forma simple de explicar de lo que creo que tratan la vida y la religión, frecuentemente llego a la vieja parábola hindú de las personas ciegas y el elefante. Un montón de ciegos que descubren diferentes partes de un elefante e intentan explicar a los otros que es ese elefante.

“Es como un árbol?, dice el hombre que abrazó una pierna.

“¡No, tonto, es como una cuerda delgada y dura!”, dice la mujer que agarró el rabo del elefante.

“Ambos se equivocan?, dice un tercero, que sostiene la oreja del elefante. “Es una grande y plana hoja cueruda”.

El cuarto les responde con un grito, “¿Cómo pueden ser todos tan estúpidos, además de ciegos? ¡Un elefante es como una culebra fuerte y gruesa! ?esto, claro está, lo dijo el que tocó la trompa.

Nuestro ?elefante? es una metáfora de la vida, que es mayor y más compleja de lo que nadie de nosotros pueda jamás abarcar. Cada persona ciega simboliza una forma de percibir ?una religión, una filosofía, una clase de ciencia o arte. Cada uno tiene un trocito de la verdad sobre la vida incrustado en nuestras diferentes tradiciones religiosas, culturales o científicas. Y como estas personas ciegas, siempre estamos tentados a confundir nuestros pedazos de verdad con La Verdad.

Aunque la calidad de nuestras creencias se muestra, no por nuestras certezas, sino por nuestras acciones hacia otras personas que tienen un pedazo diferente de la verdad.

Para los sermones, tomo una gran variedad de mitos, relatos folklóricos, y literatura de las religiones del mundo. Busco lo que sea útil y valioso, de acuerdo a los altos ideales a los que podemos aspirar.

Lo opuesto de la religión liberal es la religión literal. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, aprendimos que el fundamentalismo de cualquier clase es el enemigo mortal, tanto de la libertad como de la democracia. Resulta preocupante escuchar que la ?lista de odio? del Talibán ?mujeres liberadas, derechos individuales, homosexualidad y libertad de creencias? fue imitada de cerca en nuestro propio país en aquella entrevista señaladamente reveladora entre los predicadores fundamentalistas Jerry Falwell y Pat Robertson en el programa “The 700 Club”. En contraste con este trasfondo, el liberalismo religioso puede ser el más americano de todos los estilos de fe. En el relato hindú, resulta cómico reducir el elefante a pequeños trocitos de él. En la religión y la política esto puede ser mortal.

Esa es parte de la razón por la que soy un miembro activo de Ministerios Interreligiosos del Área de Austin (Austin Area Interreligious Ministries). Sé que el sonido humano en su totalidad se eleva solamente desde el coro completo. Goethe dijo una vez, “La persona que no sepa dos lenguas, ni siquiera puede saber una”, y esto es todavía más cierto en la religión. A menos que aprendamos a entender varios idiomas religiosos no es fácil que seamos parte de la solución, y podemos llegar a ser parte del problema. Mostramos nuestra madurez religiosa a través del diálogo, no con proclamaciones.

Es verdad que perdemos algo cuando ya no podemos pretender que nuestras creencias particulares están en el centro del universo ?cuando nuestras “canciones” se escuchan tan solo como pequeñas pero importantes componentes de la música más universal del espíritu humano. Pero también ganamos algo. Ganamos un mundo mayor y una familia más grande de hermanos y hermanas. Si esta empresa no es sagrada, no sé qué pudiera serlo.

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Davidson Loehr es ministro de la Primera Iglesia Unitaria Universalista de Austin, en: 4700 Grover Ave. Es integrante de Austin Area Interreligious Ministries, un grupo no lucrativo comunitario, y puede ser localizado en el teléfono: 472-7627 o por internet, en la dirección: http://www.aaimaustin.org

Bienvenidos!

(Traducción al español, Francisco Javier Lagunes Gaitán)

El pasado otoño, en una subasta silenciosa en la iglesia, acordé ofrecer el derecho de escoger el tema de un sermón. Ian Forslund fue el mejor postor, y pidió que reflexionara sobre lo que pienso que significa para esta iglesia ser una “Congregación aceptante” (“Welcoming Congregation”). Tomado en un sentido restringido, esto se refiere al hecho de que esta iglesia está registrada como una iglesia que acepta y da la bienvenida a gente gay, lesbiana, bisexual y transgénera dentro de la fraternidad. ¿Pero cómo es esto? ¿De manera simbólica? He escuchado al anfitrión en alguna iglesia UU (¡No en esta!) decir a una visitante “Oh sí, tenemos lesbianas ?¡hay una por allá!”. ¿Qué tan aceptante se sentiría eso? Se trata de un tema importante, tomaré prestada alguna sabiduría del hombre Jesús, al explorarlo juntos en este Día del Padre.

Relato: La escuela aceptante

Había una vez una pequeña escuela, en un pueblecito en alguna parte de Texas, donde toda la gente era parecida. Todos habían nacido en Texas, todos tenían cabello obscuro y ojos cafés. Todos se llevaban bien y el lugar era tranquilo y pacífico.

Pero los tiempos cambian, y cambiaron en este aletargado pueblecito. La gente empezó a llegar por todas partes, y antes de que pasara mucho tiempo, ya no toda la gente se parecía. Algunos, de hecho, tenían el pelo rubio;¡nunca antes habían visto a personas con el pelo rubio natural! Y algunos tenían ojos azules: ¡Vaya un extraño color de ojos! Y algunos de entre quienes se mudaron al pueblecito provenían de otros estados, e incluso de México. Ya no fueron más sólo texanos nativos todos los habitantes.

El director de la escuela no sabía qué hacer, aunque sabía que necesitaban encontrar alguna forma de hacer que estos nuevos chicos se sintieran aceptados. Pero como él no sabía qué hacer, decidió pasar el problema a los estudiantes. Convocó a una asamblea escolar y les dijo que empezarían a llegar a la escuela personas diferentes a ellos, y que debían encontrar alguna forma de asegurarse de distinguirlos y de darles la bienvenida en la escuela.

Los niños hablaron mucho sobre esto. Decidieron que necesitaban una forma de identificar a todas estas clases diferentes de personas. Y antes de que pasara mucho tiempo, pudieron contar con una de ellas para practicar su bienvenida y aceptación; una chica llamada Susan llegó al pueblo con su familia. Ella había nacido en Austin. Y con todo y que tenía ojos cafés, ¡su pelo era rubio!

Bueno, ellos estaban listos para ella. “¡Oh, grandioso!”, dijeron al juntarse alrededor de ella en su primer día de escuela. “¡Hemos estado esperando a que llegara alguien de pelo rubio, y tú lo eres! Necesitamos una manera de señalarte para que todo el mundo sepa que estás aquí, para que te hagan sentir aceptada. ¡Así que aquí usa esto!”.

Y pusieron alrededor de su cuello una clase especial de collar que elaboraron unas 30 campanitas atadas. “¡Ahora, dondequiera que vayas, harás ruido! Así, cuando entres a un salón, la primera persona que te escuche gritará: “¡Ding, ding, ding, ding, ding! y así todos en el salón gritarán “¡Ding, ding, ding, ding, ding!” y podrán juntarse alrededor de ti para hacerte sentir aceptada!” Y eso es lo que hicieron.

En un par de semanas, llegó otro nuevo estudiante. Stevie se mudó con su familia desde Dallas. Y su pelo era del color correcto (café), ¡Pero tenía ojos azules! ¡Asombroso!

Una vez más, sin embargo, los estudiantes estaban preparados. “Toma Stevie”, le dijo uno, “necesitarás usar esto aquí. Es difícil creer que tengas ojos azules si no podemos ponernos muy cerca de ti para mirar tu rostro, para facilitarnos la labor de señalarte, sólo usa esto alrededor de tu cuello”. Le dieron una gran letra mayúscula “B” (de “blue”) hecha de papel delgado azul. “Ahora, cada vez que entres a un salón, la primera persona que vea al gran “B” azul gritará:”¡Woop, woop, woop!” en señal de que tú estás ahí. Entonces todos los otros chicos gritarán: “¡Woop, woop, woop!” y se juntaran alrededor de ti para mirar tus ojos y hacerte sentir aceptado”. Y eso es lo que hicieron.

Muy pronto, otra familia nueva se mudó al pueblo, y una niña nueva se inscribió en la escuela. Su nombre era María. Ella tenía el color de pelo y ojos apropiado, pero no era de Texas. Su familia acababa de llegar de México.

Los chicos estaban preparados para esto, también. Habían hecho su tarea de ampliar su vocabulario y aprendieron una nueva palabra para la gente proveniente de lugares extraños: “alien”. Y aquí tenían la oportunidad de usarla. Así que fueron con María y le explicaron que eran el equipo de bienvenida de la escuela, que necesitaban señalarla para que los otros niños supieran que ella era diferente. Pero como tenía pelo negro y ojos cafés nadie podría darse cuenta, solo con verla, de que en realidad era una alien. Así que elaboraron algo para que se lo pusiera, también. Era una letra mayúscula muy grande “A” ?de un color como escarlata. “Aquí”, le dijeron, “necesitas usar esto”. Así, cada vez que entres a un salón la primera persona que vea tu gran “A” gritará “¡Alien! ¡Alien!” y entonces todo el mundo gritará, “¡Alien! ¡Alien!” y podremos juntarnos alrededor de ti para saber cómo se ve realmente un alien y hacerte sentir aceptada. Y eso es lo que hicieron.

Bueno, al llegar más y más niños nuevos al pueblo, esa se convirtió en una escuela muy ruidosa. Los chicos buscaron todas las diferencias que pudieron encontrar en cada nuevo niño, e inventaron nuevas clases de ruidos y letras para señalar a cada uno, y que así los niños nuevos se sintieran aceptados.

Pero aunque algunos de los niños nuevos estaban encantados con todas estas atenciones especiales, la mayoría no lo estaba. Y le dijeron al director que no se sentían ni un poco aceptados, ni bienvenidos ahí. El director se quedó perplejo. ¡Caramba! : ¿Qué deben hacer?

Sermón: ¡Bienvenidos!

Si han asistido por algún tiempo aquí, es probable que hayan notado que no hablo mucho de Jesús. No es que no haya oído de él. He estudiado bastante sobre ese hombre. He sido Fellow (asociado) en el Seminario de Jesús (grupo académico interdisciplinario dedicado a dilucidar sobre las palabras y actos del Jesús histórico, N. del T.) por una década, así que no soy completamente ignorante sobre el hombre y sus enseñanzas. Pero para mí, él nunca ha sido el maestro religioso más interesante o profundo. Es una cosa personal. Para mí, las enseñanzas de Buda y Lao-Tsé fueron más sabias y más útiles, y tengo algunos libros de algunos pensadores cuyas nociones me parecen más relevantes y útiles. Así que no he usado mucho a Jesús.

Todo eso es una forma negativa de decir algo positivo, que es que esta mañana pienso que una de las nociones profundas de Jesús es más útil y más pertinente que otras en las que puedo pensar. Esta noción fue su enseñanza más importante, y la enseñanza que también fue la más importante para él: su idea de que lo que él llamó el Reino de Dios.

Esa frase ?”el Reino de Dios”? no fue única de Jesús, fue usada por mucha gente durante los primeros dos siglos. Judíos, cristianos, griegos y romanos escribieron sobre el reino de Dios, que también llamaron el Reino de la Sabiduría. Todos usaron la frase para significar el mundo ideal, la clase de mundo con la mejor oportunidad de sostener la paz, la justicia y el amor entre gente que era diferente. Ese es el reto, desde luego. No requiere mucho talento y no es precisamente una gran victoria hacer buenas migas con gente que se ve, piensa y habla como tú. Eso es más como mirar en el espejo y expresar aprobación por tu reflejo. El reto es hacerlo con personas que no son como tú. Y el mundo ideal, en el que este reto se cumpla bien, era lo que muchos llamaron el Reino de Dios.

Para Jesús, el Reino de Dios no era sobrenatural. No era algo que sobreviniera, no tenía nada que ver con ninguna clase de fin del mundo. Estaba, al menos potencialmente, aquí y ahora, dentro y entre nosotros, y su frustración fue que no podíamos verlo.

Para Jesús, nuestra más profunda debilidad humana ?casi podrías llamarla nuestro “pecado original”, aunque él nunca la llamó así ?es nuestro hábito perdurable y destructivo de definirnos en términos demasiado pequeños para hacer justicia a la idea de que todo el mundo es la creación de Dios, para decirlo poéticamente.

Los judíos ?y, desde luego, Jesús era un judío? frecuentemente se definieron por sus diferencias de los otros. Se definieron por sus costumbres de sacrificios animales en el Templo, por su lenguaje, por las restricciones alimenticias y por una docena de otras formas. Estas diferencias los hicieron sentirse especiales: Pensaron en sí mismos como en el pueblo elegido de Dios.

Pero para el hombre Jesús, si lo entiendo correctamente, cada persona era un hijo de dios. Y la identidad exclusiva de los judíos era demasiado estrecha, demasiado pequeña para servir a la vida. Él quería que se derribaran las paredes, él quería que se sabotearan las pequeñas identidades. Este es el significado detrás de su dicho a sus discípulos ?que mendigaban sus alimentos, así como él hizo también ?de que comieran lo que les dieran.

Esto no significaba “cómete tu brócoli”. Jesús y sus seguidores fueron todos judíos, y todos mendigaron su comida. Vivieron en un mundo con romanos, griegos, samaritanos, y toda una variedad de otros estilos étnicos y religiosos, cada uno de los cuales tenía diferentes leyes de alimentación. Cuando Jesús dijo a sus seguidores que comieran lo que se ponía ante ellos, esto significaba “Cuando mendigues de un romano y te ofrezca puerco, ¡cómelo! Come mariscos, come cualquier cosa puesta ante ti por los griegos, los samaritanos y los otros de los que mendigues comida”.

Él decía con esto, “No se permitan definirse por sus diferencias de los otros. Insistan en definirse a sí mismos por sus semejanzas con los otros: todos ustedes son hermanos y hermanas, todos hijos de Dios. Y cuando la gente se dé cuanta de esto y actúe de esta manera, el Reino de Dios estará aquí”. Amén, fin del sermón, fin de la religión, ¡Ahora vayan y actúen así! Esta clase de predicación es la que hace a la vida de los profetas desagradable, brutal y corta. ¡Después de todo, nadie se molestaría nunca en matar a alguien que solamente dijo que se amen los unos a los otros y que tengan un bonito día! Eso lo puedes obtener de tarjetas de felicitación baratas, o de pegatinas y calcomanías populares. No, los más significativos profetas y sabios son profundamente inquietantes, porque ellos se proponen transformar los fundamentos de nuestro mundo.

Creo que las enseñanzas de Jesús son profundas y perturbadoras. Creo que si pudiéramos entenderlo alguna vez y actuar en consecuencia, el mundo desde luego se convertiría en algo que podría llamarse también el Reino de Dios, o el Reino de la Sabiduría, porque no puedo pensar en una mejor clase de mundo, no importa que tan improbable resulte.

Ahora que, si esta fuera una clase diferente de iglesia, y yo fuera una clase diferente de predicador, podría evadirme con solo decir algo como, “He aquí, lo han escuchado, sólo escuchen a Jesús y obedezcan. ¡Amén!”. Según las probabilidades, no es muy factible que eso suceda aquí. A la mayoría de ustedes no les importaría quién lo dijo, antes tendrían que estar convencidos de que era algo sabio y de que podría funcionar. Saber que no puedo simplemente proclamar algo ante ustedes, sino que debo intentar persuadirlos. Es una de las cosas que me gustan más sobre esta profesión.

Así que dejaré a Jesús por un momento, y llegaré a esto desde una dirección diferente.

Recuerda: Nunca hay un problema para aceptar o dar la bienvenida a gente que es justo como nosotros. Sabemos que son el tipo correcto de personas. Pero, ¿Cómo aceptamos y damos la bienvenida a gente que parece diferir de nosotros de formas importantes? Esta es la prueba decisiva de cada sistema personal de creencias, o religión, pienso yo.

Como deben saber, el derecho a elegir el nombre del tema de hoy fue subastado al mejor postor el otoño pasado. ¡Se siente un poco raro, ser comprado y vendido tan abiertamente! Es la primera vez que participo en algo así. Ian Forslund, el conductor laico de esta mañana, fue el mejor postor, y me pidió reflexionar sobre lo que debería significar para una iglesia ser una “iglesia aceptante” ?esto es, aceptar y dar la bienvenida a la plena participación y membresía de personas que son gays, lesbianas, bisexuales o transgéneras.

Ustedes conocen todos los tópicos liberales sobre cómo, sorprendentemente, simplemente todo el mundo es bienvenido aquí porque no tenemos un solo hueso de prejuicio en nuestro cuerpo colectivo. Decididamente no voy a decir ninguna de esas cosas. No pretenderé que es fácil, porque no lo es. No pretenderé que sucede realmente siempre, incluso aquí, porque no es así. Y si hay alguna culpa por esto, pienso que es compartida por todos. Para persuadirlos de esto, llegaré a esto desde un ángulo inusual, porque el argumento que quiero construir va en contra de la mayoría de la plática que escucho entre liberales culturales ?de cualquier religión.

Quiero mirar esto a través de los lentes de alguna de nuestra historia como sociedad. En algún momento hace unos 35 años, entre las marchas por los derechos civiles y la guerra de Vietnam, empezamos a perder nuestro centro como sociedad, y no lo hemos recuperado aún. Solíamos considerarnos Americanos. Éramos negros, blancos, hispanos, teístas, ateos, liberales y conservadores, pero todos éramos Americanos.

Entonces empezó a hacerse pedazos. Comenzamos por identificarnos a partir de identidades cada vez menores, separándonos los unos de los otros por nuestras diferencias. Nos convertimos en ?y permanecemos como? afro-americanos, polaco-americanos, italo-americanos, mexico-americanos, y así sucesivamente. Esta fue una batalla que ya fue peleada y ganada en las décadas tempranas del siglo XX, cuando se nos enseñó a no pegar con guiones otros elementos a nuestras identidades ?el guión fue definido como un signo de substracción?, sino a definirnos simplemente como “Americanos”. Pero hace 35 años, este acuerdo comenzó a desintegrarse. Bajo los narcóticos efectos del narcisismo de los años 60 y 70 del siglo pasado, comenzamos a definirnos por lo local, especial, o diferente entre nosotros. Freud escribió sobre lo que llamó “el narcisismo de las pequeñas diferencias” hace unos 70 años, y todavía lo vivimos.

Veo a nuestra actual “cultura victimista” de la misma manera: como definiciones mutuas que nos aíslan a partir de nuestras diferencias en vez de identificarnos a partir de nuestras semejanzas. Es casi como si quisiéramos gustarles a los otros debido a las maneras en que no somos como ellos. Si hay algo que sea más ingenuo que esto, ni siquiera tengo idea de lo que pudiera ser.

¿Por qué? Porque no pienso que jamás aceptemos o demos la bienvenida a otros en base en sus diferencias de nosotros. Sentimos el parentesco si nos sentimos relacionados. Sentimos que todos pertenecemos a la familia humana cuando nos identificamos a nosotros mismos como hermanos y hermanas. Y sólo podemos sentirnos relacionados cuando nos definimos a partir de nuestras semejanzas, por aquellas cosas que compartimos y apreciamos, más que por las cosas que no compartimos.

Por ejemplo:

  • Si algunas personas salvan tu vida a riesgo de las suyas propias, ¿Cuánto más necesitas saber de esas personas? ¿Cuánto te importa realmente saberlo?
  • O si un maestro encuentra una manera de comunicarse y abrir un vínculo de confianza con tu hija adolescente en problemas, por primera vez, y le cambia la vida ¿Cuánto más necesitas saber sobre este maestro que prácticamente salvó el alma, y tal vez la vida de tu hija?
  • Un joven atleta anota el gol decisivo para tu escuela, una mujer joven marca el tanto del triunfo en un partido de voleibol. Ellos simplemente se convierten en héroes locales.

Nadie se pregunta nada más sobre ellos.

Tal vez sea más fácil armar el argumento que deseo exponer en los deportes, así que veamos algunos relatos deportivos.

En los años 30 del siglo XX, toda una generación anterior al movimiento por los derechos civiles, la situación de los negros en EUA era mucho peor de lo que la mayoría de nosotros podría imaginar. Hubo todavía algunos linchamientos en el sur. Los restaurantes, baños, e incluso los bebederos públicos estaban segregados, marcados como “solo blancos” o “de color”. Recuerdo que cuando era un niño pequeño en Tulsa, Oklahoma, veía todos esos letreros. Nadie habría defendido que la gente de color, entonces llamados “negros”, eran en ningún sentido ciudadanos plenos de este país.

También en los años 30, EUA construía un creciente antagonismo con Alemania. Hitler había llegado al poder, y enseñaba al pueblo alemán que la raza blanca era la Raza Suprema, incomparablemente superior a los negros, judíos, homosexuales, gitanos y otros. Cuando Jesse Owens derrotó a los corredores más rápidos del mundo ?incluyendo al mejor de Alemania? al ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1936, llevados a cabo en Alemania, él fue celebrado como un héroe americano. Él era negro, y fue un héroe. Y “héroe” le gana a “negro”.

Joe Louis aceptó pelear con el gran boxeador alemán Max Schmelling por la misma época, y lo llamamos la “Esperanza de América”. Perdió ante Schmelling la primera vez y los alemanes festejaron burlonamente. Cuando Louis volvió a enfrentar a Schmelling de nuevo, y lo noqueó en el primer round, se convirtió en un héroe americano.

Jesse Owens y Joe Louis no fueron celebrados por ser negros. Fueron celebrados por ser americanos, y por ser grandiosos. Las categorías de ser americanos y de obtener premios a la excelencia eran categorías compartidas por unos 100 millones de otros americanos. En la medida en que pudieron definirse por sus semejanzas con nosotros, fueron aceptados. Cuando se definieron solo por sus diferencias ?como lo fueron en otras áreas de sus vidas? no fueron aceptados.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, la liga mayor de beisbol ?conocida como el Pasatiempo Favorito de América? comenzó a estar integrada (es decir, ya no segregada racialmente, N. del T.) cuando Jackie Robinson se unió a los Dodgers de Brooklyn. Mucha gente, incluso muchos aficionados al beisbol, lo odió al principio, solamente debido a que lo veían como “de color”. Lo identificaron por sus diferencias, lo odiaron.

Pero muy pronto, comenzaron a verlo, en cambio, como jugador de beisbol, y uno muy bueno. Entonces lo aceptaron. No como negro, sino como un destacado atleta que mejoró el juego favorito de América.

Hoy en día, es difícil de creer que hace medio siglo todos los principales deportes profesionales de este país sólo admitían a jugadores blancos. Actualmente, los jugadores blancos son una minoría en el beisbol, basquetbol y futbol americano. Ha habido un gran cambio en la dirección correcta.

Hace 30 años, como algunos de ustedes recordarán, la persona más famosa del mundo, el hombre reconocido por más gente que nadie en el planeta, era Mohamed Alí, el boxeador bocón. Cambió su nombre original de Cassius Clay ?al que él llamó su “nombre de esclavo”. Se rehusó a entrar al ejército para pelear en Vietnam, y se convirtió en un seguidor de Elijah Mohammed, el líder de los negros musulmanes odiadores de blancos. Si estás fuera, luego de 3 strikes, son por lo menos 4. Alí fue atacado, fuertemente criticado, se le despojó del campeonato, y se le prohibió pelear por unos tres años. Pero durante este tiempo, al hablar en campus universitarios y en todas partes, la gente comenzó a darse cuenta de que él tenía un fuerte sentido de la integridad y autenticidad. Cuando regresó al cuadrilátero demostró, tanto un gran boxeo, como un gran carácter, y se convirtió en la más reconocida y admirada persona sobre la tierra.

Ser aceptado en todas estas y mayores categorías convirtió su raza en algo prácticamente irrelevante. Todavía es una de las personas vivas más admiradas. Cuando apareció como la persona misteriosa escogida para encender la antorcha olímpica, hace unos pocos años, difícilmente se encontraba un ojo seco entre los espectadores. Seguro que él seguía siendo negro y musulmán, y también un bocón. Pero también era un hombre de gran integridad, un hombre de principios, un hombre con un gran sentido del humor, y un campeón. Y para la arrolladora mayoría de la gente en el mundo, estos son hechos más importantes que el color de su piel.

Hoy en día, aunque no lo mencionamos lo suficiente, los héroes y los modelos a seguir pueden ser de cualquier sexo, raza, y orientación sexual. Hace 5 años el hombre más famoso del planeta y uno de los más admirados era Michael Jordan. Su jersey de basquetbol de los Toros de Chicago, con el número 23, vendió más que todos los otros números de jerséis combinados. Lo veías en niños de todos los colores, porque el color no importaba más. Todos querían “ser como Mike”.

Si alguien hubiera dicho solamente “ámenlo porque es negro”, ni siquiera recordaríamos su nombre ahora. Pero decíamos que lo amábamos, o admirábamos, porque aprendimos a definirlo en categorías mayores. Él representó los valores que respetábamos pero no podíamos demostrar tan notablemente como él lo hizo. Jordan fue fieramente competitivo, jugó justamente, fue el mejor jugador que el juego haya visto, casi pareció llevar a voluntad a los Toros de Chicago a 6 campeonatos mundiales ?derrotando al menos a dos equipos que eran mejores.

Y ya sea que lo vieras en conferencias de prensa, comerciales, o en parodias divertidas o satíricas en la TV, veías una calidad de carácter que no podías evitar admirar ?y, probablemente, envidiar. Michael Jordan, como Mohamed Alí, Jackie Robinson, Jesse Owens y Joe Louis, representó el sueño de Martin Luther King Jr., quien esperaba poder algún día ser capaz de juzgar a una persona por el contenido de su carácter, en vez de por el color de su piel.

Lento pero seguro, hacemos progresos en esto, nosotros, la sociedad más heterogénea sobre la tierra. Hace 30 años, los matrimonios interraciales se veían difícilmente en los EUA. Hoy en día, 10% de los matrimonios en este país son entre personas de diferentes razas o grupos étnicos. Y así como con la raza, así va sucediendo con la orientación sexual, aunque hace falta recorrer un mayor trecho ahí.

Pero Elton John fue rey del mundo como artista masivo, y a nadie le importó que fuera homosexual, y tan llamativo e intenso como se puede ser. Hoy hay muchos artistas y actores que son abiertamente gays, lesbianas o bisexuales y que atraen multitudes, y lo que es más importante, son talentosos y amamos el talento.

Martina Navratilova fue odiada por algunos por ser lesbiana, pero ella fue admirada y aplaudida por muchos más, debido a que por casi una década fue la mejor jugadora de tenis del mundo. Las categorías mayores le ganaron a las menores. Ella sobresalió en cosas que realmente nos interesaban, y sus diferencias de las normas sexuales aceptadas en el país se volvieron secundarias, si es que siquiera fueran así de importantes.

Las normas sociales cambian para mejor, y pienso yo que está claro cómo cambian y cuál es el secreto, el secreto para expandir nuestras fronteras y dar la bienvenida y aceptar a la gente que difiere de las normas sociales. Tenemos trabajo que hacer, por supuesto.

Por una parte, tenemos que aprender a aceptar un más amplio rango de comportamientos y estilos de vida como parte de la norma social. Estamos acostumbrados a ver a las parejas tomadas de las manos. Y entre más parejas veamos tomadas de las manos que resulte que son del mismo sexo, más naturalmente lo veremos, como cuando la mayoría de las parejas visibles eran heterosexuales. Algunos amores son homosexuales, pero lo importante es que se trata de amor.

Entre más familias veamos en las que ambos padres sean del mismo sexo, será más fácil entender que lo que realmente apreciamos positivamente es a unos padres amorosos. Y si se trata de padres amorosos y de una pareja amorosa, nos alegraremos de que estos chicos cuenten con ellos y nos alegrará que ambas personas se hayan encontrado una a la otra.

Sucede gradualmente, así como la tasa de matrimonios interraciales se movió de cero a cerca de 10%.

Pero ¿ven lo que pasa aquí? ¿Cómo y por qué funciona? Lo que sucede es que cuando dejamos de identificarnos con identidades pequeñas o excluyentes, se facilita sentirse relacionados unos con los otros. Pienso que resulta autoderrotista para los negros, hispanos, gays y lesbianas ?o, para el caso, a los liberales religiosos? definirse a sí mismos, o permitir ser definidos, por las cosas que los hacen diferentes de otros. Todos deberíamos querer, en cambio, ser conocidos por el contenido de nuestros carácteres y el valor y compasión de nuestros actos.

Así que: ¿cómo nos convertiremos en gente aceptante? De la misma forma en que llegamos a ser aceptados: a través de identificarnos a nosotros y a los otros sólo bajo los más importantes valores y categorías, las cualidades que todos admiramos, las cualidades que pueden unirnos en lugar de dividirnos.

¿Cuáles son éstas? No hay ningún misterio aquí. Valoramos a la gente de integridad y coraje, a la gente de carácter. Valoramos a la gente que trata de amar, y que trata de ofrecer su amor hacia el mundo en maneras que resulten una bendición al pasar por él. Necesitamos y admiramos a la gente que quiere estar en relaciones de compromiso, ya sea que esas relaciones sean con otras personas o con la comunidad humana como totalidad. Admiramos y necesitamos a los buenos padres y madres en nuestra sociedad, a los ciudadanos honestos a los buenos trabajadores y a los empleadores justos.

Conoces esta lista. La puedes continuar tan bien como yo. Admiramos y aceptamos a las personas que actúan como si realmente fueran hijos de Dios, a la gente con una chispita de divinidad en ella, a quienes tratan de convertirse en mejores personas, parejas, y ciudadanos: a la gente que contribuye a hacer de éste un mundo mejor por estar en él. Y entre más podamos identificarnos con otros por estos estándares, y no por otros menores, mejor será nuestro mundo. Yo no creo que la gente gay quiera ser aceptada solamente como gente gay, o que la gente negra sólo quiera ser bienvenida como nuestros negros simbólicos. Pienso que ellos quieren lo que todos queremos: ser reconocidos y aceptados como nuestros hermanos y hermanas, como hijos de un Dios de amor. Ese es el mundo mejor que necesitamos crear juntos.

¿Qué tan bueno pude ser esto? Bien, Jesús una vez enseñó que un mundo semejante, en el que nosotros nos veamos simplemente como hermanos y hermanas, e hijos de Dios, sería un mundo tan perfecto que solo podría ser llamado el Reino de Dios. No puedo mejorar esto, así que diré “Gracias Jesús” ?y Amén.

(Traducción Francisco Javier Lagunes Gaitán)

RELATO: El milagro

Era un tiempo de terrible lucha. Por todas partes la gente estaba dividida en grupos separados, como pequeños clubes. Y en todas partes peleaban contra toda la gente que no estaba en su pequeño club.

Todos decían que odiaban el enfrentamiento, desde luego. Pero todos sabían que solamente la gente en su pequeño club tenía realmente la razón. Y dado que tantos otros estaban equivocados ?bueno, todos ellos rezaban para que Dios les diera la victoria sobre los demás, y así terminara la lucha. Pero mientras tanto, era una época de terrible enfrentamiento.

Un día un joven mago vino a esta región. Él no parecía pertenecer a ninguno de sus clubes, pero era un maravilloso mago y realizó algunos trucos sorprendentes. Tenía esa clase de “cualidad estelar” en él que atraía a la gente. Mucha gente amaba mirarlo, aunque no les interesaba gran cosa escucharlo, debido a las cosas que les decía.

Lo que les dijo fue que si no estuvieran divididos en tantos clubes, no habría tanto enfrentamiento. Sus clubes, les dijo, eran la causa de sus guerras.

Para la gente, esta era la cosa más tonta que nunca habían oído. Sus pequeños clubes les daban una pequeña área de paz y amistad entre gente como ellos mismos, en un mundo de otra manera hostil. A ellos les gustaban sus clubes. Así que casi nunca escucharon cuando el mago trató de enseñarles. Pero amaban su magia, así que siguieron viniendo a verlo, y comenzaron a contarse historias sobre lo grandioso que como mago era

Años después, luego de la muerte del joven mago, una cosa chistosa sucedió, aunque no le hubiera parecido graciosa al mago. La gente formó un nuevo club. Y para estar en este nuevo club, tenías que creer todos los relatos que ellos contaban sobre el joven mago. Incluso hicieron imágenes y esculturas de él, y las exhibían en sus lugares de reunión, para que la gente pudiera recordar todo lo grande que había sido.

El club llegó a ser popular, y pronto tuvo miles de miembros. Antes de que pasara mucho tiempo, se hicieron incluso de un ejército.

Fue entonces cuando finalmente decidieron que podrían usar su ejército para terminar la lucha de una vez por todas. Sus sacerdotes y generales acudieron a sus lugares de reunión ?que se habían convertido en iglesias? e hicieron como que hablaron a las imágenes y estatuas del mago muerto, como para pedir su bendición. Después de todo, ¿no había hablado siempre el joven mago de traer la paz?

Fueron a la guerra. Fue una guerra larga, y mucha gente murió o resultó herida. Pero su ejército era mayor y ganaron. Y obligaron a mucha, mucha gente a entrar en su club.

Luego de las batallas, sus sacerdotes y generales iban a la iglesia a dar las gracias. Se paraban frente a las imágenes y esculturas del mago muerto, y le contaban su orgullosa historia de la batalla victoriosa.

Entonces sucedió el milagro. Justo cuando todos los sacerdotes y generales miraban las estatuas y les hablaban de sus guerras victoriosas, todas las imágenes y estatuas empezaron a llorar?

LECTURA: “El aro sagrado” por Alce Negro, hombre de medicina Lakota Siux

Entonces yo estaba parado en la más alta montaña de todas y a mi alrededor, hacia abajo, estaba todo el aro del mundo. Y mientras estuve ahí vi más de lo que puedo decir. Y comprendí más de lo que vi. Porque veía de la manera sagrada la forma de todas las cosas del espíritu. Y a las formas como deben vivir juntas cual un solo ser. Y vi que ese aro sagrado de mi pueblo era uno de muchos aros que formaban un círculo, amplio como la luz del día y la luz de las estrellas. Y en el centro creció un poderoso árbol floreciente para resguardar a todos los hijos de una madre y un padre. Y vi que era bendito.

SERMÓN: “Las cuatro caras de Jesús”

Tiene riesgos despojar a un hombre como Jesús de su halo y preguntarse qué clase de hombre fue, y qué tan sabias fueron realmente sus enseñanzas. Ofende a la imagen popular de Jesús, sentimental y soñadora, como el Hijo de Dios y salvador sobrenatural de la raza humana. Desde hace ya más de dos siglos, los estudiosos han sabido que aquellos fueron atributos míticos inventados por sus seguidores mucho después de su muerte, y que el Jesús real fue 100% humano ?dado que esta es la única categoría que existe para nosotros. En un mundo construido de esta manera, no nos gusta que la gente pueda recibir la mitad de sus cromosomas de un humano y la otra mitad de un dios celeste, y esta idea tampoco agradaría a sus contemporáneos.

Quiero respetar la verdad sin venerar el mito esta mañana, por medio de la sugerencia de que este hombre, Jesús, tenía por lo menos cuatro diferentes aspectos, o “caras”. Un aspecto era inútil, un segundo era erróneo. Un tercero ?el más “mágico”? fue real, pero no sobrenatural. Y entonces ahí está la cuarta cara de Jesús, que aún hoy parece mirar dentro de nuestras almas con incómoda exactitud.

1. Jesús como pensador cínico itinerante

La primera cara de Jesús se refiere a su estilo de vida, a sus valores personales, la clase de modelo a imitar que él habría sido. Esta es la dimensión de Jesús que apenas ha sido discutida, debido a que es tan estrafalaria. Por ejemplo, trata de recordar cuántos sermones has escuchado sobre estas citas atribuidas a Jesús:

  • “Quien no odia a su padre y a su madre, no podrá hacerse mi discípulo. Y quien no odia a sus hermanos y a sus hermanas? no se hará digno de mí” (Evangelio de Tomás 55) ?¡No es precisamente un texto para un sermón de “valores familiares”!
  • En otra ocasión, una mujer de la multitud, en voz alta, dijo a Jesús, “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron”. Era esta una manera convencional de hacer un cumplido a la madre a través del hijo, algo así como decir “Tu madre debe estar muy orgullosa de ti”. Pero Jesús replicó así: “Más bien, dichosos los que escuchan la enseñanza de Dios y la ponen en práctica” (Evangelio Q, en Lucas 11:27-28 ?¡Otro mal texto para el día de las madres!
  • Y la última cita que es la más extrema y la más famosa. Viene del Evangelio de Lucas. En el que Jesús dice “¿Creéis que estoy aquí para poner paz en la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra” (Evangelio Q y Lucas 12: 51-53) ?¡Nunca se escucha a la derecha cristiana predicar este fragmento tampoco!

Estos dichos no corresponden a la imagen tradicional del Jesús dulce que predicó valores familiares, así que casi nunca son mencionados. Ellos nos muestran algunos de los valores personales de Jesús y de su estilo de vida, y lo hacen parecer muy peculiar y extraño, por no decir fastidioso. La mayoría de los estilos de vida que Jesús ejemplificó nunca han tenido muchos seguidores.

Este es el perfil de alguien en el margen de cualquier cultura, en cualquier época. Los estudiosos reconocen este perfil, no obstante. Era un estilo marginal pero bien conocido de vivir en el mundo antiguo. Desde cerca del cuarto siglo AEC (antes de la era común), hasta aproximadamente el siglo sexto EC (de la era común), había un nombre para este estilo de vida ejemplificado por Jesús. Estos personajes fueron llamados los cínicos.

Algunos estudiosos consideran a Jesús un “pensador cínico itinerante”. El nombre en sí mismo es desdeñoso, fue dado a los “cínicos” por sus detractores (de esa forma se originaron muchos nombres). Viene de la palabra griega para “perro”, y quería decir que los cínicos vivían como perros. No tenían casa, ni propiedad, ni consortes, ni un círculo fijo de amigos, ni trabajo, ni amor por la sociedad en la que vivieron. Los cínicos no ofrecieron una corrección de la sociedad, tanto como ofrecieron una alternativa a la sociedad.

Los mejores de entre los cínicos fueron críticos sociales astutos: fueron una especie de versiones seculares de los profetas del Viejo Testamento, manteniéndose por fuera del orden de las cosas aceptado, mientras trataban de subvertirlo.

Alguien que pudiera vivir una vida de esta manera tenía que estar, entre otras cosas, extremadamente enfocado y dedicado a su visión particular. Para el cínico más famoso de la historia, Diógenes de Sinope, la visión fue una de autonomía personal, de libertad de las exigencias innecesarias de la sociedad. Un viejo relato lo ilustra:

“El mensajero del rey llegó a ver a Diógenes, quien estaba sentado en cuclillas en la calle para comer un simple plato de lentejas. “El rey lo invita a vivir en su castillo”, dijo el mensajero, “y a ser uno de sus asesores en la corte”

“¿Y por qué debería hacerlo?”, preguntó Diógenes.

“Bueno, por una cosa”, dijo el mensajero, “si aprendiera a ganarse el favor del rey, no tendría que comer lentejas”.

“Y qué si uno aprende a disfrutar las lentejas”, replicó Diógenes, “no tendría que aprender a ganarse el favor del rey”.

El mensaje de los cínicos siempre fue extremo, y ellos estuvieron dispuestos a sacrificar todo por él. Además, ellos generalmente pensaron que todos los demás también estarían mejor si abandonaran la visión de la vida de la sociedad y adoptaran su visión cínica.

Jesús queda muy bien dentro de esta concepción del pensador cínico. No tenía hogar, propiedad o trabajo. No daba por buenas las imágenes aceptadas de “la buena vida” o las expectativas normales que sobre la gente se tenían en una sociedad civilizada ?las reglas culturales y religiosas que daban a la gente sus identidades sociales, por ejemplo. Su visión del “Reino de Dios” era, para Jesús, la única cosa digna de vivir por ella. Sus parábolas presentaron al “Reino” de esta forma extrema una y otra vez. Era una “perla de gran valor”, un “tesoro enterrado en el campo” por el que el afortunado descubridor lo venderá todo.

Lo que debe notarse sobre los cínicos, incluso Jesús, es que su mensaje nunca es fácilmente escuchado, o seguido, excepto por personas extremadamente marginales ?otros cínicos. Los esposos, viudas, niños, el gozo del trabajo, hacer una contribución a la sociedad, el nacionalismo, el orgullo de identidad étnica o religiosa, ?todo esto no era nada para los cínicos en comparación con su singular visión. En el caso de Jesús, su familia entera fue tratada como si no contara nada en comparación del “Reino de Dios”. Esto no convirtió a Jesús en excepcionalmente frío, o insolidario, simplemente lo identifica como uno de los grandes cínicos de la historia ?y un pensador cuya visión era, a veces, demasiado extrema para resultar útil, o sabia, para la abrumadora mayoría de la gente que ha vivido jamás, entonces o ahora.

Así que la primera cara de Jesús fue la de un estilo de vida cínico. Constituyó una gran parte de quién fue él y de lo que valoró. Para casi todos en la historia, excepto para los cínicos, sin embargo, este no fue un camino sabio a seguir, sino una inútil aberración.

2. La “Regla de Oro”

La segunda cara de Jesús es su más famosa enseñanza. Si hay un punto en el que todos estén de acuerdo este es la afirmación de la “Regla de Oro” de Jesús crearía la mejor clase de mundo humano posible.

Aunque la amplitud de las enseñanzas de Jesús no puede satisfactoriamente ser reducida a una sola línea, hay una regla bastante simple que la mayoría acepta como el núcleo verdadero de su mensaje. Esto es que Jesús enseño que deberíamos siempre retribuir la ofensa con amabilidad, y el odio con el amor. En la imaginación popular, la mayoría de la gente vería esto como lo que constituiría la esencia de la Regla de Oro. “Haz a otros lo que quieres que te hagan”, significa “sé compasivo y perdona a los otros, no importa cómo te traten”.

La pureza de este ideal ha inspirado a cristianos y no cristianos por igual. Las enseñanzas de Jesús sirvieron como una de las grandes inspiraciones del dirigente hindú Gandhi hace medio siglo, quien adoptó su enfoque no violento de retribuir la crueldad con amabilidad en su esfuerzo fallido por revolucionar su sociedad hindú.

Hoy en nuestra época computarizada, podemos de hecho someter a prueba diferentes teorías éticas, sin arriesgarnos a una guerra. Robert Axelrod, un profesor de ciencia política en la Universidad de Michigan, estuvo entre los primeros en realizar un estudio sobre el “Dilema del Prisionero” [de la teoría de juegos] que puede examinar los resultados de largo plazo de diferentes reglas éticas, con la ayuda de simulaciones computarizadas de los dilemas éticos de la vida real. A través de algunas series de experimentos interactivos en computadora, él ha probado una amplia variedad de reglas éticas. Sin entrar demasiado en detalles, los resultados de miles de interacciones parecen confirmar el sentido común. La Regla de Oro siempre pierde, por la sencilla razón de que premia el comportamiento abusivo. Si podemos tomar ventaja de alguien sin que haya ninguna penalización o represalia, tendemos a aprovecharnos ventajosamente de esa persona.

El otro extremo tampoco funciona ?la idea de que la fuerza dicta la ley, y que puedes hacer lo que sea, siempre y cuando no tenga consecuencias negativas para ti. Esto crea ciclos sin fin de violencia y venganza.

La regla ética que parece ganar siempre es simple. Los experimentadores la llaman la regla de “sólo coopero si el otro coopera” [‘Tit-for-Tat’, en inglés]. Tu primer movimiento es siempre cooperativo. Pero luego de eso, tratas a los otros como ellos te trataron. Una vez que los otros jugadores cooperan, te muestras dispuesto a olvidar las amarguras del pasado. En el largo plazo, otras estrategias se derrotan a sí mismas, mientras que esta vía intermedia toma la delantera.

En otras palabras: si de verdad deseas hacer del mundo un lugar más justo y compasivo, por lo que más quieras, no sigas la Regla de Oro. Que tu primer acto hacia los otros sea amable, pero de ahí en adelante sigue la regla de establecer límites saludables al hacer a otros exactamente lo mismo que ellos te hayan hecho ?es importante dejarles claro siempre que pueden esperar que los trates exactamente de la misma manera en que te han tratado. En el largo plazo, este enfoque de sentido común ?que Confucio enseñó hace 2500 años? creará un mundo más justo y previsiblemente más razonable de lo que sería con la idea extrema de Jesús sobre recompensar la maldad con amabilidad. En el largo plazo, como lo muestra la teoría de juegos, las enseñanzas de Jesús pueden convertirte en un “siervo sufrido”, pero alentarán los peores comportamientos en los otros, al recompensarlos. Irónicamente, esto te dará más oportunidades de perdonarlos, con lo que se creará un círculo vicioso ?uno que ha sido evidente a lo largo de la historia de Occidente y de la civilización cristiana.

Al combinar solo las dos primeras facetas de Jesús, obtienes lo que ha sido llamado el “siervo sufrido”: aquel que recibe siempre abusos y eternamente los perdona. Esto podrá hacer a los cristianos buenos, obedientes y seguidores sufridos, pero no buenos líderes. Maquiavelo vio esto hace siglos, cuando observó que el cristianismo daba a la gente, “fortaleza para sufrir, más que fortaleza apara hacer cosas audaces”. Es significativo que la preocupación central de Maquiavelo fuera de qué manera los dirigentes de los estados podrían mantener bajo su dominio a las masas. Y cuando Rousseau dijo que “Los verdaderos cristianos están hechos para ser esclavos”, esto también vino de un hombre cuya primordial preocupación fue, como lo señala el título de su libro, “El contrato social”. Desde por lo menos los tiempos de Constantino, aquellos cuyas simpatías están con los dominadores, más que con los dominados, han agradecido las enseñanzas que pueden extraerse del cristianismo ?principalmente de Pablo? para conseguir que la autoridad de Dios complemente a la suya propia, con el objeto de mantener obedientes a las masas.

3. Jesús el sanador por la fe

Prácticamente todos los estudiosos bíblicos están de acuerdo en que Jesús fue un hombre con un gran carisma, y una señalada habilidad para lo que hoy llamaríamos “sanación ritual”. Aunque casi todos los estudiosos aceptan que los relatos fueron grandemente exagerados, y que las escenas como “caminar sobre el agua”, levantar a Lázaro de entre los muertos, o alimentar a 5,000 personas con unos pocos pescados, son todos mitologización cristiana, el hecho duro sigue siendo que Jesús fue fundamentalmente conocido, en su tiempo y en las décadas que siguieron inmediatamente a su muerte, como un curandero de gran talento. Era este poder casi mágico lo que realmente atrajo gente hacia él, aun cuando no entendían o no querían escuchar las cosas que él quería enseñar. Sus seguidores también compartieron este poder curativo, aunque no en la misma medida en que lo tenía Jesús.

Sin intención de desacreditar, hay que hacer notar que esta clase de poder carismático no implica necesariamente que el curandero sea bueno o sabio. Todavía hay muchos curanderos hoy en día, desde Oral Roberts, hasta Bennie Han. Además, el principio de la curación por la fe está detrás de los placebos ?esas píldoras de azúcar que muchas veces pueden hacer desaparecer tus síntomas, si crees que lo pueden hacer. Es fácil pensar en algunas otras figuras históricas que también tuvieron un carisma inmenso y un gran poder personal sobre la gente, pero que no fueron sabios, o que incluso fueron malvados. Rasputin, Hitler, Jim Jones, Matthew Applewhite, y David Koresh son ejemplos que me vienen rápidamente a la mente. No todos los sabios son magos, ni los magos sabios. Aún así, Jesús fue uno de los curanderos más brillantes de la historia.

4. Subversor de las identidades artificiales

Es difícil saber cómo llamar a esta cuarta cara de Jesús. Como los estudiosos bíblicos saben, la principal preocupación de Jesús era lo que él llamó el Reino de Dios. Lo que Jesús entendió por Reino de Dios fue fundamentalmente diferente de lo que la mayoría de los cristianos han entendido por esta frase. Entendido propiamente, fue la enseñanza más radical de Jesús. Fue también la más profunda y perdurable, y es su cuarta “cara”.

La frase “el reino de Dios” no fue exclusiva de Jesús. Era una frase popular en los primeros dos siglos, usada por mucha gente. Significaba el mundo ideal, la clase de mundo que podría tener la mayor compasión y justicia. Juan el Bautista, quien fue maestro de Jesús, dijo que el mundo había ido demasiado lejos para ser salvado, que deberíamos esperar a que Dios lo destruyera todo y volver a empezar con la clase apropiada de personas ?aquellos que creyeran lo que Juan el Bautista creía.

Luego que Juan el Bautista fue asesinado y que no llegó el fin del mundo, Jesús emergió como líder carismático, y muchos de los seguidores de Juan empezaron a seguirlo. Pero el mensaje de Jesús era muy diferente. El “reino” de Juan sería sobrenatural; para Jesús, el reino de Dios era existencial, aquí y ahora, no en un mundo por venir.

Para Jesús, el Reino de Dios no vendría. Ya estaba aquí, al menos potencialmente, dentro y entre nosotros. O como lo dijo él en otro lugar, el reino está extendido sobre la tierra, y la gente no lo ve.

¿Cómo renovar un mundo hostil? Esta ha sido casi siempre la pregunta que enfrentamos. Para Juan el Bautista, así como para muchos predicadores apocalípticos de hoy, debemos esperar a Dios para actuar. Para Jesús, Dios esperaba que actuáramos. Y actuamos, creamos el reino de Dios, o el mejor mundo posible, simplemente al tratar a otros como nuestros hermanos y hermanas, como hijos de Dios.

Esto suena agradable y dulce, sin embargo, es una cosa peligrosa de enseñar. Por ejemplo, las leyes de alimentación de los judíos los separan de sus vecinos. Así que las instrucciones de Jesús a sus seguidores fueron que comieran lo que les sirvieran: puerco, mariscos, cabras, cualquier cosa que sirviera el anfitrión. Los judíos odiaban a los samaritanos, con cuyo reino limitaban al norte, más de lo que odiaban a casi cualquiera. Así que Jesús contó una historia sobre un judío golpeado que yacía a un lado de la carretera, cuando pasaron unos sacerdotes a su lado y la única persona que lo socorrió fue un samaritano. Durante sus principales días santos, los judíos solo comían pan ácimo (sin levadura). Así que Jesús dijo que el reino de Dios es como la levadura que pones en la masa para expandirla. Una y otra vez, él desdeñó las identidades artificiales que nos separan de los demás. Sólo había una identidad posible para nosotros en el Reino de Dios: tratarnos mutuamente como hermanas y hermanos.

¿Ves todo lo subversivo que resulta esto? Este es un mensaje que podría amenazar cualquier forma de gobierno, todas las ideologías, y todas las identidades religiosas y raciales. El mundo está en un caos, hemos perdido un centro compartido, así que creamos cientos de centros artificiales, o “clubes”, de los que obtenemos nuestras identidades. El problema es que son demasiado pequeñas, todas excluyen a quienes creen o viven de manera diferente a nosotros, y por ello son precisamente las estructuras que mantienen al mundo como un lugar hostil.

Hoy en día, su mensaje podría ser ¡Detengan los clubes! Dejen de identificarse con su nación, su raza, su religión, o su sexo. Todas estas identidades son finalmente divisivas y hacen así imposible un mundo pacífico. ¿Quieres un reino de Dios? ¿Quieres un mundo de paz y justicia? Está en tus manos y sólo en tus manos. Te ha sido dado todo lo que necesitas, ahora es tiempo de actuar.

Este es un mensaje que todavía haría que mataran al mensajero que lo porte, casi en cualquier parte del mundo. Imagina ir a Irlanda del Norte a decirles a los combatientes que ninguno de sus bandos es cristiano, que ambos son agentes del mal, y que deben dejar de pensarse a sí mismos como protestantes y católicos, porque tales identidades son ellas mismas el problema. La única cosa en la que ambos bandos estarían de acuerdo sería en lincharte colgándote del árbol más cercano.

Imagina intentar vender el mensaje a los judíos y palestinos, y decirles que la única forma de parar la lucha asesina es dejar de pensarse a sí mismos meramente como judíos y palestinos, y comenzar a verse mutuamente como hermanos y hermanas, como hijos de dios. ¡Te dispararían!

No quiero sugerir que Jesús fuera la única persona en la historia en contemplar esta visión de un mundo que sigue mezquino y hostil debido a nuestras identidades artificiales y nuestros impulsos territoriales. Puedes encontrar esta idea de que todos somos hermanos y hermanas en muchas religiones y culturas. También la encuentras en culturas que nunca tuvieron contacto directo con la civilización occidental. Recuerda estas líneas del hombre de medicina Lakota Siux, Alce Negro:

“Y vi que ese aro sagrado de mi pueblo era uno de muchos aros que formaban un círculo, amplio como la luz del día y la luz de las estrellas. Y en el centro creció un poderoso árbol floreciente para resguardar a todos los hijos de una madre y un padre. Y vi que era bendito”.

Estas cosas no son verdad porque las hayan dicho Jesús, Alce Negro u otros. Son verdaderas porque ellos han visto hacia la esencia de lo que significa ser humano, con una claridad que poca gente en la historia había logrado jamás. No sé de ninguna forma de alegar contra esta noción precisa. Parece honda, profunda y eternamente correcta. Nuestras tendencias humanas o animales a crear identidades artificiales para nosotros mismos son el pecado original de nuestra especie. Nos sentimos mayores y más merecedores de consideración como parte de una familia, una nación, una raza, una cultura. Así que naturalmente nos unimos a pequeños clubes y ondeamos nuestras banderas, y esperamos la segunda venida de Jesús para que pueda haber paz en el mundo.

La tragedia real de un hombre como Jesús no es que hayan arrumbado tanta fantasía tonta sobre él a través de las épocas pasadas ?aunque Dios sabe que así ha sido. La tragedia es que lo ascendimos a hombre-Dios, luego lo añadimos a la religión de Juan el Bautista que esperaba que ese hombre-Dios viniera para salvar el mundo para nosotros, mientras nos sentábamos en silencio a recitar cualesquier credos que nuestros pequeños cultos religiosos, políticos o sociales hayan declarado como la ortodoxia vigente. Tomamos al hombre que vivió y murió predicando contra las identidades divisivas y creamos un club alrededor de su nombre. Es un cruel e irónico destino para el simple judío de Galilea.

La tragedia es que este hombre extraño, este judío marginal sin familia, amigos, propiedad o trabajo realmente tenía algo que ofrecernos, y nadie lo quiere. Es demasiado duro. Pide demasiado de nosotros. Así que encontramos una ruta más simple. Hicimos miles de estatuas de este hombre, Jesús, a quien convertimos en un Hijo de Dios. Y rezamos para que, a través de su infinito poder, traiga la paz a este mundo en el que hacemos la guerra al identificarnos con nuestra irrelevante religión, nación, raza o territorio. Entonces decimos amén, salimos, y nos preparamos para los días de batalla contra los infieles de la iglesia de junto, del pueblo de junto, de la nación de junto.

Y entonces imagino el resto de la historia. Imagino que por todo el mundo, conforme la gente sale de sus iglesias, dan la espalda a las imágenes y estatuas de Jesús que han hecho. Y luego de que todos se han ido, por todo el mundo, en la fría obscuridad de las iglesias vacías, todas las imágenes y estatuas empiezan a llorar?

(Traducción al español, Francisco Javier Lagunes Gaitán)

Hay muchas ironías en los temas de ciencia y religión. Entre ellas está el hecho de que muchos de los ideales prescritos por las religiones, de hecho han sido cumplidos por nuestras ciencias. Podrías alegar que mientras las guerras religiosas siguen desatándose alrededor del mundo, nuestras ciencias nos han hecho más saludables, han prolongado nuestras vidas, nos han dado esperanza, vida y buenas noticias, así como empezado a establecer una comunidad mundial, incluso nos han dado el único lenguaje universal de que disponemos. Piensa en algunas de las cosas que nuestras ciencias nos han traído a todos, independientemente de si creemos, o no, en ellas.

? Enfermedades una vez consideradas como sentencias de muerte han sido curadas. Incluso el sida que fue declarado un asesino sin solución hace quince años, comienza a ser entendido, y bien podría curarse o controlarse indefinidamente.

? Cirugías que eran impensables hace 100 años ahora salvan rutinariamente miles de vidas cada día.

? El único lenguaje realmente universal que tenemos es la matemática. Mientras que las religiones occidentales enseñan el relato de la Torre de Babel, y de cómo estamos condenados a nunca ser capaces de comunicarnos con gente de otras lenguas y culturas, los matemáticos chinos se comunican con matemáticos de África, Europa y de cualquier otro continente de manera rutinaria.

? El impacto de las computadoras sigue en expansión. Aunque ya el correo electrónico conecta a gente de todo el mundo, en el intercambio de relatos, bromas y en la creación de una cultura de comunidad ?que las religiones han siempre predicado pero nunca creado. Recibí un mensaje electrónico esta semana que se originó como un proyecto de investigación de una secundaria (creo que en Virginia). Los alumnos de una clase enviaron una nota a sus amigos, en la que les pedían retransmitirla a sus amigos, y así sucesivamente, para ver a cuánta gente podrían alcanzar, en cuántos países, en dos meses. La respuesta automática que recibí decía que en las primeras seis semanas, recibieron más de 300 mil respuestas provenientes de unos 100 países. Nunca antes en la historia habíamos sido capaces de comunicarnos con tantas personas y culturas.

? Las leyes de la física, la química, y los principios de las matemáticas y de la ciencia de los lenguajes de computación son universales. Ellos estructuran nuestro mundo y organizan nuestros pensamientos, creamos o no creamos en ellos. Esto también es algo que las religiones no han sido capaces de lograr, incluso con su historia de guerras sangrientas.

Las ciencias han hecho esto a través de limitar estrictamente las clases de preguntas que consideran preguntas científicas apropiadas. Tratan con cuestiones de hechos, no con preguntas sobre significados. Tratan con cuestiones objetivas que pueden ser contestadas igual por científicos de todo el mundo, no con cuestiones subjetivas. Si quieres conocer la estatura, el peso o características conductuales de otras personas, los científicos pueden responder tus preguntas. Si deseas saber si realmente las amas, si te hacen feliz, y viceversa, no estás formulando la clase de preguntas para las que las ciencias están diseñadas.

Las preguntas sobre qué es la ciencia, qué es la religión y las claras diferencias entre ambas son preguntas enormes e imponentes. Tengo un programa de ocho horas que hice sobre este tema para las clases de educación religiosa para adultos, así que es un poco frustrante pasar al vuelo sobre ello en unos pocos minutos. Intentaré encontrar algunos patrones lo suficientemente claros como para no te resulten frustrantes. Es una historia fascinante, cómo la ciencia se convirtió en la religión dominante de nuestra cultura. Quiero contarles esta historia en unas pocas partes, con las que trataré de redondearla.

I. La visión precientífica del mundo

Primero, quiero hacer un boceto del mundo de las creencias religiosas e intelectuales de hace 200 años. Siempre es un poco chocante darse cuenta de lo que la gente inteligente creía en los tiempos de Thomas Jefferson, de la misma forma que resultará chocante para la gente de dentro de 200 años darse cuenta de lo que creemos ahora. Pero he aquí algunas de las cosas que la gente más educada creía cuando nuestro país acababa de nacer, justo unas décadas antes del cambio repentino:

? Todo el universo tenía unos 6 mil años de antigüedad, una fecha que a la que se llegaba al sumar los periodos señalados en la Biblia.

? Todo en el universo era creado por Dios, quien era nuestro amante padre celestial. Y estábamos todavía bastante cercanos al centro de la creación de Dios y de sus preocupaciones.

? Todas las formas de vida sobre la tierra fueron creadas más o menos al mismo tiempo, y ninguna especie podía llegar a extinguirse. Tengo una historia sobre esto. En 1785, Thomas Jefferson inspeccionó un enorme hueso fosilizado, un hueso demasiado largo como para pertenecer a cualquier animal conocido. Jefferson escribió que “tal es la economía de la naturaleza, que no se puede producir un ejemplo de ella habiendo permitido que alguna raza de sus animales llegara a extinguirse”. Y una de las razones por las que envió a Lewis y Clark al oeste a explorar fue para encontrar los animales de los que ese hueso enorme provendría, para Jefferson era seguro que seguirían existiendo en alguna parte.

? La realidad, en otras palabras, era una imagen estática más que una en movimiento. Las especies eran fijas, todo era creado por Dios de acuerdo a un plan suyo, y así permanecería hasta el final de los tiempos.

? La mayoría de la gente creía que el único cataclismo geológico jamás sucedido habría acaecido hace 4 mil años, durante el Diluvio.

? Lo más importante, nosotros como humanos estábamos en el mismo centro de las preocupaciones divinas, y su plan para todo el universo nos daba un lugar especial y amoroso en él. Este era nuestro hogar, hecho apara servir todas nuestras necesidades por nuestro padre celestial. Éramos amados: amados por el hacedor del cielo y la tierra, amados por el Dios que creó todo el asunto. Y como los comerciales televisivos de cerveza lo proclaman, “¡Nada es mejor que eso!”.

Este es un rápido boceto de un mundo que, para la mayoría de nosotros, hace tiempo que se fue, excepto quizás como cierta clase de nostalgia dulce y soñadora. Las mayores diferencias con nuestro mundo moderno eran el profundo sentido de unidad, la naturaleza estática de aquel, y la creencia incuestionada de que las glorias de la tierra eran las glorias de la obra de Dios y la evidencia de su amor por nosotros. Esas ideas son tan extrañas para muchos de nosotros hoy que cuesta trabajo recordar que fueron simplemente asumidas, incluso por las mejores mentes de su tiempo.

II. La revolución científica

Ahora vamos a la segunda etapa de este drama, y miremos la parte más emocionante de la historia, los avances científicos del siglo XIX, donde podemos ver el surgimiento y ascenso de lo que pienso que puedo persuadirte que es la religión de la ciencia.

Los avances logrados por las ciencias durante el siglo XIX fueron absolutamente explosivos. Cambiaron la forma de pensarnos a nosotros y a nuestro mundo. A partir de la década de 1790, los geólogos comenzaron a mostrar que la tierra tenía que ser muy, pero muy vieja. No 6 mil años, sino millones y millones de años, tal vez incluso más. James Hutton, el padre de la geología moderna, escribió en 1795 que él había estudiado los hechos de la geología por cincuenta años, y había sido llevado a una conclusión sorpresiva: “El resultado de esta investigación física”, escribió, “es que no encontramos vestigio de un inicio, ni perspectiva de un final”. El mundo era mayor, y diferente, de lo que la Biblia decía que era.

La siguiente conmoción vino casi inmediatamente. Para 1801, dieciséis años después de que Thomas Jefferson había dicho que ninguna especie podría jamás llegar a extinguirse, un paleontólogo francés llamado Cuvier había ensamblado los esqueletos de 23 animales extintos de tiempos prehistóricos, que fueron expuestos en lugares públicos, y llevados en exhibición itinerante por todo Estados Unidos de América, tanto en museos, como en ferias.

En 1830 otro geólogo, Charles Lyell, publicó un libro llamado ‘Principios de geología’, que representó un golpe aplastante al literalismo bíblico. Lyell convincentemente demostró que millones de años de un lento trabajo de las fuerzas naturales habían dado forma al rostro actual de la tierra. La geología repentinamente obsesionó a los teólogos usamericanos, y comenzaron a cambiar de opinión sobre la cuestión del literalismo bíblico. Es difícil creer esto actualmente, pero para 1860 el literalismo rígido era algo propio mayoritariamente de la gente sin educación formal, o de los arrogantemente obstinados, ya que la mayoría de los predicadores y maestros de religión estaban dispuestos a admitir que la Biblia, después de todo, no se basaba completamente en hechos reales.

El libro de Lyell tuvo muchas ediciones, y ayudó a educar a toda una nueva generación de científicos. Uno de aquellos jóvenes científicos que leyó el libro de Lyell en 1830 fue un naturalista llamado Charles Darwin. Dos años antes, Darwin recibió el segundo volumen del trabajo de Lyell mientras hacía su histórico viaje a bordo del Beagle.

La crítica de la biblia surgió desde dentro de la religión, y se presentó a sí misma como un estudio científico de la Biblia. Comenzó en Alemania, en las décadas de 1820 y 1830, y para 1840 los estudiantes de Harvard aprendían que la Biblia había sido escrita por mucha gente durante muchos siglos, en vez de caer de la mano de Dios encuadernada en cuero negro en la traducción del Rey James. La conspiración del silencio entre ambos, los predicadores y los maestros de religión todavía me llena de ira; ¡los estudiosos han conocido por 160 años hechos básicos sobre la Biblia que todavía no le han dicho a la gente en las bancas de las iglesias y las calles! Esto está en alguna parte entre un ultraje y un pecado, y muestra que los predicadores y maestros de religión parecen tener una opinión terriblemente baja de la gente ordinaria. Pero no debo salirme del tema?

Y entonces llegó el año 1859. En ese año, Charles Darwin publicó ‘El origen de las especies’, y lo que quedaba de la imagen del viejo mundo cayó al suelo hecha trizas. Aunque hay muchas razones por las que los descubrimientos de Darwin fueron tan destructivos para la vieja imagen religiosa ?que de alguna forma es todavía la imagen religiosa de millones de personas? la más famosa es que los descubrimientos de Darwin destruyeron lo que se llamó el Argumento del Diseño para probar la existencia de Dios. El Argumento del Diseño fue una especie de patada de ahogado de los teólogos para aferrarse a la imagen de un Dios personal que creó todo de acuerdo a un plan divino. Ellos podían señalar a los pajaritos y decir, “Mira. Estos pajaritos tienen pequeños picos, y adivina ¿qué es lo que les gusta comer? Semillitas. Ellos no quieren comer papayas, ellos quieren comer semillitas que quepan dentro de sus lindos piquitos. Esto demuestra que un Dios inteligente diseñó todo esto”. Luego de Darwin, hubo una explicación aún más simple: “Caramba, hubo una vez pajaritos que solo querían comer papayas. Si fue así, todos se murieron de hambre”. No hay necesidad de un argumento de “diseño”; la selección natural mantiene a las especies que se ajustan al ambiente, y el resto se mueren. Darwin, junto con otros científicos naturales, nos pintó la imagen de nuestro mundo que ya no necesita de un Dios para hacerlo funcionar.

Después de todos los avances tenidos en las ciencias, la iglesia empezó a perder su control de las universidades. Tú podrías ni siquiera saber que jamás tuvo ese control, pero sí lo tuvo. Harvard había tenido siempre a un ministro como su presidente, y uno tenía que contar con una recomendación eclesiástica para obtener un grado académico en Oxford y en Cambridge, así como en muchas universidades de los EUA. Pero alrededor de 1870 los exámenes religiosos se dejaron de exigir en las universidades británicas, y nombraron presidente de Harvard a un químico. Harvard no ha vuelto a ser dirigida jamás por un ministro. .

Durante esta época, la Ciencia, de una manera lenta pero segura se convirtió en una religión, incluso en la religión más influyente en nuestra cultura. Sé que no te has convencido de esto aún, pero pienso que lo estarás en unos pocos minutos. Sucedió a la manera de un cangrejo ermitaño que vuelve su hogar la concha de otro animal. He identificado por lo menos diez dimensiones de la religión que fueron asumidas, o al menos copiadas, por la Ciencia en el siglo XIX. Es difícil ya pensar en una lista de diez cosas sin recordar las listas de éxitos del “Top Ten” que vemos por todas partes. Así que he aquí mi lista de las diez cosas más socorridas que la Ciencia asumió de la religión en el siglo XIX:

10. La Salvación fue reemplazada por el Progreso. Los cristianos trabajan sobre la tierra para alcanzar un estado ideal futuro en el cielo. Los científicos trabajan aquí para contribuir al Progreso ?que, según ellos creen, nos conducirá a un estado ideal aquí en la tierra, en el futuro.

9. La Revelación fue reemplazada por el Descubrimiento. Por siglos, las iglesias han sido lugares a los que ibas para encontrar revelaciones sobre la palabra de Dios, la Verdad última. Ahora la revelación comienza a perder respeto intelectual, conforme confiamos en los descubrimientos de la ciencia más que en las revelaciones de los sacerdotes. Aún lo hacemos. Claro que si tomas como ejemplo estas dos palabras, revelación y descubrimiento, descubrirás que significan la misma cosa. Revelar es remover un velo. Descubrir es remover una cubierta. Hace unos 150 años, el trabajo de remover el velo o cubierta fue transferido de la religión a la ciencia, donde permanece hoy en día

8. La sotana del sacerdote fue reemplazada por la bata blanca de laboratorio del científico. Ambos son atuendos, pero por más de un siglo hemos visto a la gente con la prenda blanca como más fidedigna que aquellos que usan las prendas negras. Incluso si los sacerdotes visten togas color granate intenso con capuchas y barras, no es probable que te convenzamos de que conocemos más sobre los hechos que un científico. Y, desde luego, conforme cambiaron los atuendos, también lo hicieron los personajes dentro de ellos, así como los sacerdotes fueron reemplazados por los científicos como fuentes de la verdad.

7. La reverencia por el pasado fue sustituida por la reverencia por el futuro. Para cada cultura tradicional en el mundo, la frase “el nuevo modelo mejorado” resulta simplemente desquiciada. Las culturas se basan en la sabiduría de sus ancianos y en su pasado sagrado. Con el mito del Progreso, las antiguas verdades (y la sabiduría de ancianos y ancianas) fueron y son dejados de lado en la fe que en la que “novedoso” significa “mejor” y el futuro será superior al pasado. Esto nos ha despojado de mucha de nuestra sabiduría inmemorial y de la de los ancianos, haciendo de nuestra superficialidad algo especialmente triste.

6. Los rituales religiosos fueron reemplazados por los rituales científicos. Por siglos, las iglesias y sinagogas aquí han experimentado las mismas transformaciones de las mismas formas en sus servicios de adoración, y aquellos en la tradición vieron los rituales como el camino hacia alguna clase de verdad y paz. Ahora parece más importante que los científicos realicen los mismos procedimientos cuando conduzcan el experimento que nos llevará, así lo creemos, hacia el descubrimiento de los hechos.

5. Las iglesias fueron reemplazadas por los laboratorios. Por lo menos en tanto que lugares donde uno espera encontrar lo que es realmente la verdad.

4. Los símbolos y metáforas fueron reemplazados por el literalismo y los hechos. Esta es especialmente devastadora, pienso yo. La semana pasada les leí algo de un antiguo teólogo cristiano que explicaba que los escritos religiosos no significan realmente lo que dicen, sino que deben ser interpretados por métodos aparentemente disponibles para unos pocos. Si los científicos no tuvieran nada más exacto que símbolos y metáforas, nunca podrían construir un puente, o un cohete, o hacer diagnósticos y prescripciones confiables para las enfermedades.

Un desdichado, pero probablemente inevitable efecto colateral de la cultura científica es que nos ha vuelto mucho más literalistas, más preocupados con los hechos duros que con los significados más cálidos y ricos.

3. Las creencias se han vuelto intelectuales. Esto puede sonar extraño, porque todas nuestras vidas se nos ha enseñado a pensar en las creencias como en cosas cuya verdad afirmamos. Pero eso no es lo que la palabra solía significar. La palabra inglesa “belief” proviene de la palabra Alemana “belieben”, que significa “amado”. Las creencias religiosas fueron, y creo que deberían seguir siendo, entendidas como cosas a las que confiamos nuestros corazones. Pero dado que el conocimiento ha sido reemplazado por la ciencia, y los hechos han reemplazado a los símbolos y metáforas, las “creencias” ahora significan un conjunto de afirmaciones intelectuales más que un conjunto de acatamientos existenciales. Alguna vez los buscadores espirituales podrían haber dicho, “Creo esto porque resulta cálido a mis oídos, porque es profundamente revelador de la condición humana”. Ahora, nos han enseñado a decir, “Creo esto porque, de hecho, es verdad”.

2. La Sabiduría fue reemplazada por el Conocimiento. Incluso en la Edad Media, los teólogos conocían la diferencia. Ellos escribieron frecuentemente sobre la distinción categórica entre ‘sapientia’ y ‘scientia’. “Sapientia” es la palabra latina para sabiduría, como el autoelogioso nombre de nuestra especie: “homo sapiens”. “Scientia” es la palabra latina para conocimiento, que ha llegado a significar una red de hechos. Hace siete siglos, los teólogos enseñaron que el único conocimiento que realmente importaba era la clase de conocimiento que lleva a la sabiduría, el que nos dice quiénes debemos ser más profundamente y cómo debemos vivir, las demandas del amor y la naturaleza de los acatamientos y de la responsabilidad. Estas no son proposiciones científicas.

1. Dios fue reemplazado por la Ciencia. La gente siempre ha atribuido cualidades humanas a Dios. Decimos cosas como “Dios dice?” y “Dios nos dice?” como si Dios fuera un humanoide que pudiera hablar. Pero ahora, en nuestros periódicos y en la televisión, todos los días oímos a la gente decir “La Ciencia dice?” y “La Ciencia nos dice?”. Seamos claros: no hay tal cosa como la “Ciencia”, escrita con “C” mayúscula. Hay muchas ciencias y muchos científicos. Los científicos dicen cosas, pero no siempre están de acuerdo. Pero cuando construimos una frase que comience con las palabras “La Ciencia dice?” hemos creado un humanoide ficticio, lo hemos llamado Ciencia, y comenzamos a buscar consejo y guía en la misma forma en que solíamos mirar a Dios.

Pongamos juntas estas palabras dentro de frases para que puedas escuchar cuán similares que son. Los predicadores y los laicos dicen, “En una iglesia, a través de los rituales y tradiciones, sacerdotes ataviados de negro proclaman las tradiciones y las revelaciones de Dios, con lo que nos ayudan a aprender las creencias y sabiduría que pueden conducir a nuestra Salvación”. Muchos científicos y legos dicen, “En un laboratorio, a través de seguir los rituales y el método científico, científicos ataviados de blanco proclaman las nuevas teorías y descubrimientos de la Ciencia, con lo que nos ayudan a ganar entendimiento y el conocimiento que puede conducirnos hacia el Progreso”.

Los logros de nuestras ciencias han sido espectaculares. Las religiones no podrían colocar a un hombre en la luna, realizar un transplante de riñón o resolver problemas complejos de ingeniería a través de la interpretación de las escrituras. Creo que la razón fundamental por la que nuestras ciencias han sido tan exitosas es debido a que desde el principio, han limitado su enfoque a cuestiones de hecho, más que a cuestiones de significado. Aunque conseguir billones de dólares en fondos federales y corporativos no lastima?

Las ciencias han ignorado intencionalmente las preguntas existenciales y subjetivas. Pueden ser esenciales para nosotros, pero no son preguntas científicas. Nadie puede hacer una declaración científica sobre qué deberíamos amar, cómo deberíamos tratar a nuestros vecinos, si es que es más moral tener un aborto que traer a la vida a un niño no deseado en un ambiente de desatención, o miles de otras preguntas morales, éticas y subjetivas. Y cualquier científico que intentara hacer semejante declaración sería prontamente denunciado por otros científicos por no ser científico en esto. Estas preguntas son las preguntas a las que nos dedicamos en la religión, la ética, la filosofía y las humanidades, no así en las ciencias duras. Y las respuestas a estas preguntas son, como cualquier científico podrá decirte, no precisas, no iguales en todos los contextos, y no objetivas. Pascal una vez escribió estas palabras famosas “El corazón tiene sus razones que la razón no entiende”. Son bonitas, pero pienso que nadie reivindicaría como científicas.

Los sentimientos de Pascal, sin embargo, me recuerdan algunas otras palabras muy obscuras escritas por Charles Darwin hacia el final de su vida. Darwin escribió en su correspondencia privada sobre lo que llamó “las torpes, derrochadoras, erróneas, bajas, horribles y crueles obras de la naturaleza”. Él creyó en el progreso, pero incluso su fe en el progreso fue de poco consuelo para él, porque el progreso, según su advertencia, era “dolorosamente lento”. Aún peor, incluso la esperanza de progreso sucede como contraria a un terrible estancamiento. Así es como Charles Darwin la describió: “La certeza de que el sol algún día se enfriará y nos congelaremos. Pensar en millones de años, con cada continente pletórico de hombres buenos e iluminados, todos terminarán así, y probablemente sin un nuevo inicio hasta que nuestro sistema planetario haya sido de nuevo convertido en gas rojo y caliente. Sic transit gloria mundi, reiterada e inmisericordemente?”.

“Sic transit gloria mundi” significa “De este modo pasan las glorias de la tierra”. “De este modo pasan las glorias de la tierra, reiterada e inmisericordemente”, dijo Darwin. ¡Imagina eso! Un científico que pasó su vida dedicado a recolectar, analizar e interpretar las glorias de la tierra, concluye al final que las obras del sistema de la naturaleza son “torpes, derrochadoras, erróneas, bajas, horribles y crueles” y que sus glorias pasan rápida, reiterada e inmisericordemente. Darwin encontró, y ayudó a establecer, un nuevo mundo ?pero él no pudo encontrar un hogar confortable en él. Y su problema sigue con nosotros.

Cuando un Dios cae y se derrumba, esta es la clase de sonido que hace. La curiosidad de nuestras mentes estaba divorciada de las necesidades de nuestros corazones, y una mató a la otra. Y así murió dios. Puedes llamarlo selección natural.

Para vivir en el siglo XXI, necesitamos tener una fe que sea consistente, tanto con la ciencia, como con las demandas de nuestros corazones: una religión que pueda satisfacer a ambos, a nuestras mentes y a nuestros anhelos espirituales. Nos definimos a nosotros mismo y a nuestro mundo a través del conocimiento que hemos obtenido de nuestras ciencias. Nuestras creencias religiosas deben evolucionar y crecer para seguir ayudándonos a dotarnos de un sentido profundo de quiénes somos, y de qué somos llamados a hacer. Los predicadores deben tener un ojo en las ciencias, y pienso que esta es una cosa buena. Si yo solo predico mensajes que te hagan revisarte el cerebro a la entrada de la iglesia, te habré insultado, y habré deshonrado a mi propia profesión. Esto hace difícil a la religión liberal, pero si lo hacemos bien, puede llevarnos a una clase de autenticidad intelectual y emocional que podría no estar tan disponible de cualquier otra forma.

Hay una gran hambre espiritual hoy, y Pascal tenía razón: el corazón tiene sus razones que la razón no conoce. Y también sus necesidades y anhelos. Responder a esas necesidades, llenar esos vacíos, no es una ciencia, es un arte. Sin aprender algo de ese arte, no importa cuán inteligentes que seamos, no importa cuánto conocimiento ?scientia? tengamos, no podremos sentirnos plenos o satisfechos. Desde luego, difícilmente podemos vivir en absoluto. Ahora que, para el registro, este es un hecho. Y es un hecho para el que seguiremos intentando hacer justicia aquí, semana tras semana.

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Referencia: John C. Greene, The Death of Adam, Iowa State Univ. Press, 1959.

(Traducción al español, Francisco Javier Lagunes Gaitán)

Este es un viejo sermón que parece más relevante cada año. No es una defensa del ateísmo; pienso que el “ateísmo” sólo tiene sentido en relación con el fundamentalismo. El “Dios” en el que no creen los ateos es uno que solo a un fundamentalista le interesaría defender (y no a muchos de ellos, por cierto). Se trata de una cuestión más profunda que surge aquí, la cuestión de si hay algo construido en nosotros, en tanto que humanos, que sea profunda e irreductiblemente religioso ?más antiguo que los dioses?, o de si la “religión” es solo un saco de creencias reunidas en una iglesia. Si somos gente profundamente religiosa, existe esperanza para nuestros sueños de justicia y libertad. De otra forma, no estoy tan seguro. Sin embargo, creo que la religión real de los ateos ?si asumimos que entiendo bien? podría sorprenderte.

RELATO: “La balsa”

El Buddha dijo, “Un hombre que caminaba por una carretera ve un río grande, su orilla cercana es peligrosa y atemorizadora, su orilla lejana es segura. Él reúne varas y follaje, hace una balsa, atraviesa el río a remo, y alcanza a salvo la otra orilla. Ahora supón que, luego de que alcanza la otra orilla, él toma la balsa, se la pone sobre la cabeza y camina con esta carga sobre la cabeza dondequiera que va, debido al importante papel que la balsa jugó en su vida una vez. ¿Estaría el hombre usando la balsa de una manera apropiada? No; un hombre razonable se daría cuenta de que la balsa le fue muy útil para cruzar el río y llegar a salvo al otro lado, pero que una vez que cruzó, lo apropiado es deshacerse de la balsa y caminar sin ella. Esto es usar apropiadamente la balsa.

“De la misma forma, todas las verdades que deben usarse para cruzar; no deben creerse una vez que llegaste. Debes liberarte incluso de las nociones más profundas o de la más saludable enseñanza; y mucho más, de las enseñanzas no saludables”. (Stephen Mitchell, The Gospel According to Jesus, pp. 135-6.)

SERMÓN: Religión para ateos

No importa cuan inteligentes o sofisticados pensemos que somos, siempre ha sido el caso que los buenos relatos nos enseñan más que un montón de notas filosóficas a pie de página. Y entre más importante es una noción, es más posible que la hayamos aprendido de una historia.

Durante mi primer año de estudios de postgrado en religión, hace más de veinte años, tuve una experiencia que me llegó envuelta en un relato semejante. Vino al final de un curso sobre construcción de servicios de adoración que se enseñaba simultáneamente para estudiantes de la Escuela de Divinidad de la Universidad de Chicago y para los de la Escuela Teológica Meadville-Lombard, el pequeño seminario Unitario a unas cuadras de distancia. Los estudiantes de la Escuela de Divinidad pertenecían a programas de ministerio ?más que de postgrado académico? y se preparaban para alguna clase de ministerio cristiano. Los estudiantes de la escuela Meadville también provenían de programas de que los preparaban para el ministerio Unitario. Yo era un estudiante de la Escuela de Divinidad, de un programa de doctorado (Ph.D.), en vez de un programa de ministerio, aunque paralelamente me preparaba para el ministerio Unitario, así que generalmente me encontraba en medio, o por fuera, de ambos campos.

Nuestro maestro era un pastor y predicador talentoso, con una señalada habilidad para llevar a otros a una rápida y poderosa valoración de lo que trata la religión realmente. Para nuestro trabajo final, él nos dijo que planeáramos y condujéramos un servicio de adoración juntos. Entonces nos dejó para realizarlo, mientras nos observaba discretamente desde el otro lado del gran salón, mientras la hacíamos de tontos.

Los pleitos fueron sobre el lenguaje, y empezaron cuando los cristianos quisieron meter una plegaria de intercesión a Cristo. Los Unitarios replicaron resaltando el hecho de que ese personaje de “Cristo” no era parte de su religión, y que no era aceptable como parte de un servicio conjunto tampoco. Los cristianos lucharon un poco, pero aceptaron que por este servicio particular podían dejar a Cristo fuera. Después de todo, uno de ellos dijo que el propósito del Cristo era realmente señalar hacia Dios, de cualquier manera.

En respuesta los Unitarios se quejaron de nuevo. “No lo llamemos dios”, dijo una mujer. “Eso es demasiado arcaico y patriarcal y todo eso. ¿No podríamos simplemente llamarlo “lo sagrado”?”

Esta vez, los cristianos pelearon bastante más tiempo y más duro. Algunos dijeron que un servicio de adoración que deja fuera a Dios era una contradicción en sus términos. Después de todo, se suponía que éste sería un servicio de adoración, no un grupo de discusión. Pero los Unitarios se atrincheraron también, y luego de que una mujer sugirió que podríamos incluir a Dios, en la medida en la que también incluyéramos una plegaria a la Diosa, los cristianos cedieron, y aceptaron que, en este cada vez más extraño servicio que planeábamos, no habría ni Cristo ni Dios. Uno de ellos, con la intención de iluminar las cosas un poco, hizo notar certeramente que acabábamos de borrar dos tercios de la Trinidad. “Al menos”, dijo esperanzado, “todavía nos queda el Espíritu Santo”.

Como réplica? sí, uno de los Unitarios objetó esa palabra “Santo”. “Suena tan premoderna”, dijo él. “¿Por qué no solo lo llamamos “El Espíritu”, o podría ser “Espíritu de la Vida”?”

Esta vez, en cambio, los cristianos no se rendirían. Uno grito algo sobre los chiflados Unitarios de la Nueva Era que sentirían temor de cualquier cosa remotamente religiosa. Otro se preguntaba por qué los Unitarios se molestaban en prepararse para el ministerio, en vez de simplemente unirse a un club de lectura en alguna parte. Y una mujer pasiva-agresiva dulcemente sugirió que todos necesitábamos ayuda psicológica.

Los Unitarios, por su parte, intentaban decir que les gustaba la idea de tener al “espíritu” en el servicio, de alguna forma, que solamente no les gustaba la idea de llamarlo “Santo”. Esta vez, los cristianos no cederían.

Finalmente, cuando las arengas habían alcanzado un nivel completamente embarazoso, el profesor, que había estado escuchando discretamente al otro lado del salón, hizo su entrada súbita. Subió lentamente, caminó hacia nosotros muy decididamente, se sentó en la orilla de una mesa en medio de nuestro espacio, nos prodigó esa mirada de “Papá está enfadado”, y dijo severamente “¿Cuál es su problema?”

Inmediatamente, todos comenzamos a actuar como niños de seis años, tratábamos de echar la culpa al otro, señalábamos al otro lado y nos quejábamos sobre sus injustas demandas.

Mientras nos lanzaba una mirada fiera, nos dijo: “¿Y la única cosa que pudieron acordar es que les gustaría incluir al Espíritu como parte de su servicio?”

Sí, dijimos tartamudeantes: “Pero no sabemos cómo nombrarlo”.

Aún con tono severo paternal, nos lanzó una mirada castigadora y nos contestó con una sola palabra: “¡Evóquenlo!”.

“¡Evóquenlo!” A menos que puedas evocar la cualidad del espíritu que es justamente llamado santo, no tienes ninguna oportunidad de escenificar un servicio de adoración de cualquier manera.

Para mí, ese relato trata del alma misma de la religión, y del núcleo de lo que significa ser un ser humano. Por toda la historia humana, hemos tratado de evocar algo más en la vida: significados más profundos y duraderos, causas e ideales que servir que puedan sobrevivirnos, y otorgarnos una sensación de inmortalidad. Hemos tratado de “evocar” una mayor y más abarcante trama para nuestras vidas, y de proclamar que somos partes esenciales de esta realidad mayor. Siempre lo hemos hecho.

Hemos descubierto los sitios de entierros Neanderthal en China, de hace 100,000 a 200,000 años, en ellos los muertos fueron enterrados en posición fetal, en tumbas con forma de vientre materno, mirando al este, en dirección de la salida del sol. Parece como si ellos intentaran evocar los poderes invisibles del sol y la tierra para dar a su gente alguna clase de renacimiento. Así que alguna de la más antigua evidencia de actividad humana que hemos encontrado muestra que estos tempranos animales de dos piernas trataban al suelo como a la Madre Tierra, y enterraban a su gente en posiciones y con estilos que sugieren que creían que eran parte de un todo cósmico benevolente que podría, de alguna manera y en alguna parte, hacerlos “renacer”.

Hace más de treinta mil años, cazadores primitivos pintaron cientos de pinturas en las paredes de la cueva subterránea de Lascaux, en Francia. Este sistema de cavernas fue usado por cerca de quince mil años, y ha sido llamado el mayor y más antiguo santuario religioso del mundo. Las pinturas aún existen, y solo fueron redescubiertas durante el siglo pasado. Muestran los animales que la tribu cazaba, pero entre esos antiguos dibujos coloridos está el dibujo de uno de sus shamanes. En las culturas cazadoras, un shamán era un hombre altamente intuitivo que tenía una especie de sexto sentido sobre la cacería exitosa de los animales de los que dependían para alimentarse. La imagen de este shamán lo mostraba como compuesto de partes de una docena de diferentes animales de presa. He aquí uno de nuestros más antiguos esfuerzos para proclamar alguna clase de relación trascendente con los otros animales sobre la tierra. Aquí estuvieron nuestros antepasados, intentaron evocar a aquellos espíritus impronunciables que parecían guiarlos, tanto a ellos mismos, como a los animales que cazaban para comer.

También hace alrededor de treinta mil años o más, otros entre nuestros antepasados hicieron muchas figurillas de “Venus”, que nuestros arqueólogos modernos han desenterrado. Eran pequeñas figuras estilizadas de mujeres sin cabeza ni brazos, pero con grandes senos y caderas. No estamos seguros de cómo usaron estas figuras simbólicas ?aunque una académica me dijo hace una docena de años que los especialistas están seguros de que los hombres controlaban por igual la sociedad, y los símbolos, ¡esto porque sólo los hombres reducirían la visualización de las mujeres a reproductoras sin rostro ni brazos! Pero las figuras implican que ellos ya identificaban a las hembras humanas como poseedoras de la misma clase de poderes generadores que ellos habían encontrado por todo su mundo. He aquí a nuestras figurillas tempranas que mostraban que algunos más de nuestros antepasados ya concebían a la “Madre Tierra”. Y para hacer esto, ellos tuvieron que asumir que, de alguna manera, eran parte de un estilo cósmico de comunicación que incluyó no solo a los animales, sino también al reino de las plantas ?y desde luego, a todas las fuerzas vitales creadoras sobre la tierra.

Y el animal humano no ha cambiado mucho desde entonces. Apenas en 1972-1973, lanzamos las sondas Pionero 10 y Pionero 11, las primeras naves espaciales concebidas para ir más allá de nuestro sistema solar, nuestro primer intento de comunicarnos con cualesquier otra vida inteligente que pudiera haber en este rincón del universo. Y en estas naves espaciales, incluimos pequeñas placas de oro con dibujos burdos de un macho y una hembra humanos. El macho tiene la mano derecha levantada en lo que asumimos que toda la vida en el universo podría reconocer como un gesto de paz. Todavía asumimos que somos, de alguna manera, pequeñas partes de una grandiosa y sorprendente realidad que desafía nuestra imaginación, y con la que podemos, de alguna manera, comunicarnos intuitivamente.

Hemos llamado a estas dimensiones ocultas de nuestra vida con muchos nombres, y las hemos plasmado de muchas maneras. Pero siempre, aquellos quienes han sido los más religiosamente musicales o imaginativos han intentado evocarlas, para hacer visible y memorable la trama más amplia de la que nuestras vidas son parte.

Hemos creado a los dioses de forma humana y animal, e inventado mil rituales ?desde encender un fuego a recitar las mismas palabras de las mismas formas para iniciar y terminar las ceremonias. Puede parecer que adoramos a estos dioses, ya sea dibujados, como un antiguo shamán hecho de partes de animales, o creados a nuestra propia imagen, como esos dioses de los griegos, judíos e hindúes. Pero no necesariamente adoramos a aquellos dioses, ni estamos esclavizados por los rituales. En cambio, los dioses se cuentan entre los vehículos que hemos creado a lo largo del camino para llevar esta gran carga nuestra.

La “gran carga” es la interminable búsqueda que yace en el corazón de la religión. En nuestra sociedad, donde los fundamentalistas nos han enseñado a la mayoría de nosotros nuestro entendimiento básico de la religión (incluso los ateos son ateos en un juego inventado por los fundamentalistas), estamos acostumbrados a escuchar que llaman a esta búsqueda el anhelo de salvación. Pero incluso las dos palabras “religión” y “salvación” lo ponen al descubierto. “Religión” viene de una raíz latina que significa “reconexión”, como que alguna vez estuvimos conectados, pero de alguna forma nos soltamos. Y “salvación” proviene de la misma raíz latina que la palabra “salve”: que significa estar sano, o indemne. Es esta búsqueda la que ha definido a nuestra especie magníficamente imperfecta, incluso desde antes de que pudiésemos siquiera formular la cuestión: cómo reconectarnos a una clase de realidad mayor que la que nuestras vidas diarias nos muestran.

Y venimos a nuestras iglesias, incluso a esta iglesia, aún esperanzados en que algo podría suceder este domingo que nos ayude a encontrar el camino que va de quienes somos, hacia todo lo que debemos ser. Venimos con la esperanza de que un mayor conjunto de posibilidades y de conexiones podría, de alguna manera, ser evocado.

Desdichadamente, tenemos una deficiencia igualmente profunda y antigua. Y esa deficiencia es nuestra incapacidad para encontrar la diferencia entre la búsqueda sagrada y los vehículos temporales que hemos usado para ir en su busca. La búsqueda, la continua indagación de mayores conexiones o iluminación, es sagrada. Los vehículos no lo son. Aunque generalmente alabamos encarecidamente a los vehículos ?y nos olvidamos de la indagación. Las guerras religiosas son el más violento y cómico ejemplo de esto. Nos matamos mutuamente en el nombre de nuestros dioses peculiares, los mismos dioses cuyo propósito esencial es ayudarnos a ver que todos somos hermanos y hermanas.

Adoramos a los zaguanes en vez de pasar a través de ellos. Los símbolos y metáforas parecen confundirnos completamente, y nos dedicamos permanentemente a mezclar sueños y realidad, imaginación y hechos. De alguna manera, somos una especie terriblemente primitiva e inmadura.

Cuando miramos a la historia humana, desde las cuevas de Lascaux, Francia, hasta las diosas y dioses griegos, una de las más estruendosas lecciones que aprendemos es que, en última instancia, todos los dioses mueren, todas las religiones se convierten en otras religiones, o desaparecen. Al final, todos los vehículos fallan, y somos dejados para proseguir por nosotros mismos ?a veces, cómicamente, seguimos llevando los vehículos muertos sobre nuestras espaldas, como amuletos de la suerte, por los viejos tiempos. Entonces el espíritu se ha ido de la religión, y lo que queda es poco más que un club social potencialmente peligroso.

Tal vez no deberíamos llamarlo el “espíritu”. Tendemos a ser tan literalistas que podríamos tratar de imaginar alguna clase de fantasma, o una conciencia cósmica que rondaría por ahí, y eso no es de lo que se trata.

Así que lo pondré de un modo diferente. El antiguo sabio chino Lao-tsé habló de “el Camino”, que usualmente es llamado el Tao, como en la religión del “taoísmo”. Pero él escribía sobre esta misma búsqueda profunda, esta misma jornada, que ha identificado las dimensiones religiosas de los humanos desde el principio. Este “Camino” es el modo de vida que siempre hemos buscado, una forma de vivir que nos reconecte con el Espíritu, que nos haga íntegros, que nos haga uno con la manera en que las cosas son en realidad. He aquí como lo puso Lao-tsé hace 2500 años:

El Camino es como un pozo:
Usado pero nunca agotado
Es como el hueco eterno:
Lleno de infinitas posibilidades.
Está escondido pero siempre presente.
No sé quién le dio nacimiento.
Es más viejo que Dios.

Lao-tsé podría haber añadido que le dio nacimiento a Dios, o que creó a todos los dioses como vehículos temporales para llevarnos en nuestras búsquedas de este Camino. Pero se trata de este Camino ?de esta forma de vivir y de ser? que es lo que siempre hemos intentado evocar, a través de todos los lenguajes religiosos y poéticos que los humanos han conocido. Y la manera en que puedes decir si alguien encontró ese Camino, o que está cerca, es a través de la cualidad de su carácter. Martin Luther King Jr. solía decir que soñó con un tiempo en el que todos seríamos conocidos por el contenido de nuestro carácter más que por el color de nuestra piel. El contenido de nuestro carácter es la más clara medida de si alguien ha encontrado, o no, el Camino, o si todavía está perdido. Y hay algo terriblemente profundo dentro de todos los seres humanos que saben esto instintivamente.

Hace unos pocos años, gente de todo el mundo estaba dispuesta a pasar por alto el adulterio de la Princesa Diana y otras artimañas puestas en evidencia, debido a sus muchas actividades humanitarias a favor de los pobres y desfavorecidos. La gente la vio a ella como un vehículo para una clase sagrada de preocupación por los otros. Y estuvieron dispuestos a aceptar imperfecciones en el vehículo, porque era un vehículo que parecía haber encontrado el Camino.

La Madre Teresa fue reconocida por muchos como una santa, y esto no tuvo nada que ver con su religión, solo con sus acciones. Gandhi, el hinduista, fue reverenciado por cristianos, judíos, musulmanes, y otros por todo el mundo, porque había algo sagrado en él también. Él lo había “encontrado”, y nosotros lo reconocíamos. Él había encontrado esa reconexión, esa integridad, ese “Camino”, que todos reconocemos como la más sagrada de todas las búsquedas humanas. El Dalai Lama del Budismo Tibetano es, asimismo, reconocido por gente de todas las fes como alguien que tiene esta dimensión especial, alguien que ha evocado a ese Espíritu esquivo, alguien que encontró el Camino.

Esto no se limita a figuras religiosas. Mohamed Alí todavía es reverenciado alrededor del mundo, y solo parcialmente debido a sus una vez grandes dotes como boxeador. Es más reverenciado por sus grandes dotes de integridad y coraje moral, porque nos muestran que él también encontró el Camino. ¡Cómo adoramos y perseguimos a aquellos que parecen haberlo encontrado! Y todos sabemos que el secreto del carácter de la Madre Teresa, o de Gandhi, el Dalai Lama, o de Mohamed Alí, no tiene nada que ver con las religiones oficiales del cristianismo, hinduismo, budismo o el islam. El secreto de su carácter vino de un lugar mucho más profundo. Vino de aquel lugar en nosotros que precedió a los dioses, que nos identificaba antes de que naciera siquiera cualquiera de las religiones mundiales. Por eso es que gente de todo el mundo puede reconocer tan fácilmente a la gente que ha encontrado ese Camino, cuyas vidas tienen esa dimensión espiritual profunda, sin importar su religión: porque toda religión va en pos de algo más antiguo que la religión en sí misma: más viejo que Dios, como lo describió Lao-tsé. Y tras de lo que nosotros vamos es de esa misma cualidad del espíritu, dondequiera que se encuentre.

¿Pero ves lo que ha sucedido aquí? Hay una rica ironía aquí y vale la pena de tratar de ponerla en palabras. Significa que dentro de nosotros, dentro de cada uno y de todos nosotros, están los anhelos que dieron nacimiento a los dioses. Y la salvación, o integridad, o encontrar lo que Lao-tsé llamó el Camino, ocurre solamente cuando estamos reconectados con ese nivel de nosotros mismos, y respondemos a ese nivel en los otros, anclados en ese nivel de la vida misma. Toda salvación, en otras palabras, es salvación por el carácter. Y lo sabemos instintivamente. Admiramos a Mohamed Alí y sentimos rechazo por Mike Tyson porque el primero tuvo una cualidad de carácter que el segundo no tuvo. No sabemos ni nos interesa lo que la Princesa Diana creía, porque esa cualidad profunda del carácter se mostró brillantemente en sus cruzadas contra las minas terrestres y por los desfavorecidos.

Puede que algunos de ustedes hayan escuchado o visto escenas televisadas de la pelea de Mike Tyson contra Andrew Golota el viernes en la noche (20 de octubre de 2000). Golota recibía una golpiza, y luego del segundo tiempo simplemente se rehusó a pelear más, y dejó el cuadrilátero ?aún con los tres millones de dólares, o más, garantizados que él recibió por la pelea. Lo que resultó más interesante sobre las opiniones de los comentaristas deportivos después es que nunca mencionaron su boxeo ?solo su carácter.

Sin duda sabemos qué es y qué no es sagrado sobre la gente, ve a funerales o a servicios fúnebres conmemorativos. Imagina un elogio que diga que la mejor cosa de una persona era que recitaba fielmente todos los credos prescritos por su religión. ¡Vaya elogio estruendosamente acusador que sería ese! No, si hemos de hablar de manera encomiosa, cálida y honesta de la gente, debemos hablar de la cualidad y contenido de su carácter. A ellos les importó, trataron de servir ideales nobles. Trataron de ser una parte constructiva de un mundo que no estaba hecho a su imagen. Mostraron el valor moral cuando fue necesario, así que fueron una bendición para el mundo durante su tránsito por él. Ahí reside la salvación, y todos lo sabemos. La gente puede pasar a través de las puertas que ofrecen sus religiones o filosofías particulares para encontrar ese nivel más profundo de la vida. Pero las puertas y zaguanes no son santos, solo el tránsito a través de ellos lo es.

Cuando alcanzamos los fundamentos de la búsqueda religiosa, nos damos cuenta, como Lao-tsé lo hizo hace veinticinco siglos, que nos encontramos en un lugar más antiguo que los dioses, más antiguo que la religión. Estamos en ese lugar del que provenimos, y con el que hemos buscado una reconexión todas nuestras vidas, y por toda nuestra historia.

Entonces no nos hacemos preguntas sobre la ortodoxia. Nos hacemos preguntas más simples y eternas. Nos preguntamos “¿Quién soy, y quién estoy llamado a ser? ¿Qué les debo a los otros, incluso a los extraños? ¿Qué le debo a mi especie, y a la historia? ¿Dónde está el camino por el que puedo viajar para responder estas preguntas? ¿Dónde está el camino que puede hacerme íntegro otra vez, al reconectarme con todos los que viven, todos los que han vivido, y toda la vida que ha vivido o que habrá jamás? ¿Cómo puedo vivir con orgullo y de manera noble, más que egoísta? ¿Cómo puedo vivir bajo la mirada de la eternidad y todavía mantener la cabeza en alto?” Ahora estamos buscando el Camino, y evocamos al Espíritu llamado “Santo”.

¡De qué manera esto lo cambia todo!

Ahora preguntamos si es que la dimensión sagrada de la vida, el Espíritu, el Camino, habrá de hacerse manifiesto, la respuesta que obtenemos: “Tal vez aquí”.

Ahora, cuando preguntamos cuándo esta dimensión sagrada de la vida habrá de ser evocada, la respuesta llega: “Tal vez ahora”.

Cuando preguntamos a quién corresponde la tarea de evocar a este espíritu salvífico que puede hacernos más íntegros, la respuesta que viene: “Tal vez es nuestra tarea”.

Cuando miramos alrededor de nuestro mundo con mil diferentes religiones y culturas, y preguntamos cómo carambas vamos a cumplir tan sagrada y eterna tarea aquí y ahora, viene la respuesta. “Tal vez juntos”

Una de las mayores ironías de toda la historia humana es el hecho de que cuando llegamos al fundamento mismo de todas nuestras preguntas religiosas, nos hemos movido ya más allá de la religión, hacia un lugar más viejo que los dioses. Es la religión de la salvación por el carácter y la integridad. Es la religión de los ateos ?e, irónicamente, es la religión más profunda de todas las demás, también.

(Traducción al español, Francisco Javier Lagunes Gaitán)

ORACIÓN

¿Quiénes somos y qué creemos realmente? No en palabras escritas por otros, sino en nuestras propias palabras. ¿Quiénes somos y qué creemos realmente y cómo debemos vivir?

Si sólo nos ajustamos a las expectativas de otros, es muy fácil que nos perdamos a nosotros mismos. Si solo nos cuidamos a nosotros mismos, perdemos la conexión necesaria con la totalidad del mundo alrededor de nosotros.

Entre esta espada y esta pared se desarrolla nuestro dilema humano: quiénes somos, y para quién somos. Esta mañana trataremos solo de la primera pregunta.

Todas estas preguntas son más profundas que sus respuestas. Necesitamos traer a nuestras mentes y corazones aquí a esta experiencia.

Empecemos a centrarnos durante estos momentos calmos de oración y meditación.

SERMÓN

Vivimos tiempos irritantes. Mucho de lo que una vez pareció cierto ahora se ha vuelto dudoso. Nos sentimos inseguros actualmente. Las cosas parecen no funcionar igual.

Matamos al planeta con nuestra avaricia e indiferencia, destruimos los bosques tropicales y la capa de ozono sobre nosotros. Destruimos cosas que no creamos y que no podemos reemplazar. ¿Cómo viven ustedes su vida en estos tiempos? ¿No hay alguna clase de terror cuando te detienes para hacer un inventario vital y te das cuenta de lo poco, de entre lo que antes dabas por hecho, que sigue vigente ahora?

¿Cuáles son los roles apropiados para las mujeres dentro y fuera de la de la iglesia, y en la sociedad? ¿Y para las minorías? ¿Para gueis, lesbianas y muchos otros? Teníamos las líneas trazadas al detalle hace una o dos generaciones, y ahora parece que nadie se atiene a ellas. Las líneas están siendo redibujadas en tantas áreas, y no podemos encontrar un patrón para ellas. No todas esas viejas líneas fueron buenas. Algunas fueron muy represivas e injustas. Pero los cambios aún parecen demasiado fundamentales.

Incluso la religión parece haberse ido al averno. Más que promover la paz, las religiones más vehementes del mundo promueven la guerra. Los militantes religiosos, desde los fundamentalistas islámicos a los sionistas intransigentes, los protestantes y católicos irlandeses, o la derecha religiosa de nuestro propio país (Estados Unidos de América) ?todos ellos ansían fervientemente el poder militar, las posiciones agresivas de defensa, o un nacionalismo exacerbado que busca controlar o destruir a quienes se atraviesen en su camino, a todos los que no estén de acuerdo con ellos. Muchos dirigentes religiosos pueden predicar visiones celestiales de gran belleza en un mundo por encima de las nubes, pero parecen ansiar el control de este mundo y de sus riquezas como todos los demás. Y de todas las cosas que los conservadores, religiosos y políticos, no tolerarán ?aparte de a la mayoría de los liberales, religiosos y políticos?, lo que menos tolerarán es la disidencia. La religión rara vez ha sido más completamente secular de lo que lo es hoy. Tras de las santas palabras, detrás de toda la palabrería sobre Alá, o Dios, o Jesús, están los apetitos agresivos, territoriales e imperialistas que, además de absolutamente profanos, resultan inquietantemente familiares.

Cuando el camino ante nosotros ha perdido su claridad, existen al menos dos direcciones que podemos tomar. Una es aferrarse todavía más firmemente a las viejas formas, reunir las mayores y más ruidosas multitudes y sacar a gritos el miedo que surge porque las viejas formas dejaron de funcionar. La otra ruta es arriesgarse en la búsqueda de nuevas verdades, incluso si esto significa ir más allá de las fronteras de lo cómodo.

Este dilema de escoger entre un pasado sin vigencia y un futuro desconocido no es nuevo. Transcurre a lo largo de toda la historia humana, y hace de nuestra propia era tan solo la más reciente variación de dos temas humanos que son probablemente tan viejos como nuestra especie.

Tal es el patrón: una vez tras otra, los humanos llegamos al límite de nuestras viejas formas de ver y hacer las cosas. Nos han quedado pequeñas sus respuestas y sus perspectivas ya no inspiran nuestras mejores virtudes, más bien empiezan a sacar nuestros peores rasgos. Hemos superado los alcances de los viejos entendimientos, y hay ahora obscuridad sobre la tierra. Podemos regresarnos o proseguir hacia delante.

La primera es la ruta de la ortodoxia; la segunda, la ruta de la herejía. Esta puede parecer una manera nada ortodoxa de usar estas dos palabras, pero no lo es, como se verá a continuación.

Retrocedamos un poco para así poder ver cómo ha operado este patrón a través de la historia. Una vez, hace mucho tiempo, la gente creyó que los hechos naturales tenían causas sobrenaturales. Los dioses hacían llover, crecer a los cultivos, salir al sol y ponerse a la luna. Fuerzas ocultas estaban detrás de todo, y se requería a los sacerdotes y chamanes para apaciguar a los espíritus ocultos, para mantener todo funcionando bien.

Hace unos 2600 años un griego llamado Tales apareció. Tales dijo que él no pensaba que los dioses estuvieran detrás de todo esto, que había causas naturales detrás de las cosas, y que podíamos investigar esas causas. Entonces Tales pensó que todo estaba hecho de agua: que el agua, en sus múltiples estados y formas ?y tal vez en sus humores? era la base de todo. No está claro que es lo que quería decir con esto. Tal vez intentaba decir que todo era fluido y que cambiaba sus formas como lo hace el agua que va de hielo a agua y a vapor. No lo sabemos. Pero ese no es el punto. El punto es que todos a su alrededor siguieron recitando la vieja historia de los dioses moviéndolo todo. Tales fue más allá de las fronteras establecidas y escogió un nuevo camino.

Creo que uno de los poemas de Robert Frost contiene estas líneas:

?Dos caminos divergen en un bosque, y yo ?tomé el menos transitado, eso hizo toda la diferencia?.

Ahora, en nuestras vidas personales, sabemos cómo es esto. Todos hacemos un poco de esto para poder crecer, dejamos algunas de las costumbres de nuestros padres atrás, y llegamos a ser quienes debemos ser. Y al hacerlo así, todos salimos de las fronteras aceptadas por nuestra familia y amigos de una u otra forma. Piensa en frases usuales como, dejar el nido, valerse a sí mismo, o incluso, dedicarnos a lo nuestro. Todos escogemos la vía menos transitada de alguna manera. Puede ser muy duro actuar así respecto a la familia. ¡Imagínate hacerlo con toda una cultura o con toda la historia! Puede ser peligroso.

Pero regresemos a los griegos. Un siglo después de Tales, a quien ahora se considera el primer filósofo, vino otro filósofo griego llamado Protágoras, quien fue más allá: ?Respecto a los dioses?, escribió él, ?no puedo saber con certeza si existen o no… Muchas cosas impiden la certeza ?la obscuridad de la materia y la cortedad de la vida? Hace 2500 años, eso era una herejía. ¡Muchos dirán que todavía lo es!

Luego de un siglo más, Sócrates sería condenado a morir por sus creencias heréticas, por ir demasiado lejos de lo que parecía confortable a quienes le rodeaban, por elegir la vía menos transitada. El cargo contra Sócrates no era sostener las creencias adecuadas: él murió por elegir donde otros declaraban que las alternativas estaban cerradas.

Cuatrocientos años después otro hombre sería acusado de herejía y traición y asesinado. Jesús fue llamado hereje porque habló, según dijeron, ?como alguien con su propia autoridad?. Él dejó el nido, buscó su propio camino, y esto puede provocar temor si eres uno de los que se quedan atrás.

Hoy, muchos todavía los consideran a ambos, Sócrates y Jesús, como el mayor sabio y el mayor profeta, respectivamente, de la historia occidental. Estos dos herejes, podría decirse, compartieron suficiente luz antes de ser asesinados para ayudar a iluminar el camino de millones de personas que los seguirían. Los otros, aquellos cuyas creencias ellos dejaron atrás, ahora son vistos como ignorantes, de mentalidad estrecha o inclusive repugnantes.

Este es un patrón que se repite una y otra vez. Se trata del conflicto entre ortodoxia y herejía. Ahora que les he dado algunos ejemplos para poner un poco de carne sobre las ideas, permítanme definir estos dos términos. ¿Qué son estas palabras ?ortodoxia? y ?herejía?? ¿Qué significan? Ortodoxia significa ?recta opinión? o ?pensamiento correcto?. Vemos el prefijo ?orto-? en palabras como ?ortopedia? que es el arte de corregir o evitar las deformidades en tus huesos, o en ?ortodoncia?, que trata de la corrección de las irregularidades en tu dentadura, o en una palabra más obscura como ?ortografía?, que significa la forma correcta o convencional de escribir. De aquí que ?orto-? significa recto, correcto, conforme, o aceptable. El sufijo ?-doxia? se refiere a las creencias u opiniones. O como lo expresa un humorista del siglo XVIII, ?La ortodoxia es mi doxia, la herejía es tu doxia“.

Eso es lo que la mayoría de la gente piensa que herejía significa: creencia equivocada. Pero esto no es lo que significa. La palabra herejía viene del verbo griego que significa elegir. Elegir. Lo que herejía realmente significa es elegir, cuando las alternativas han sido declaradas cerradas por una ortodoxia. Significa ir más allá de las fronteras convencionales del grupo, buscar más luz donde otros te prohiben mirar.

Primero tenemos una ortodoxia. Primero tenemos este grupo de gente que tiene la inexplicable arrogancia de proclamar las creencias correctas ?que siempre parecen coincidir con sus creencias. Entonces tenemos a gente que escoge el camino menos transitado. Y ellos son, por definición, herejes. Y yo quiero decirles tan fuerte y claramente como pueda que la luz, el valor y la esperanza de la raza humana dependen de nuestros mejores herejes, y que el mayor obstáculo al desarrollo personal y colectivo, espiritual o incluso científico, está en las ortodoxias.

Los herejes de ayer terminan como los santos, sabios y salvadores de hoy. Tales tenía razón: los dioses no impulsan de esa manera las cosas que nos rodean desde detrás de la escenografía cósmica. Protágoras tuvo la honestidad y el valor para adelantarse a su propio tiempo y al nuestro. Los desafíos de Sócrates a la autoridad vacía todavía se enseñan en las mejores escuelas para guiar a los estudiantes hacia una mayor luz, y las parábolas y enseñanzas de Jesús han traído consuelo y gracia a incontables millones de almas anhelantes.

Pensemos en la cantidad de veces que estos dos temas se han representado en la historia. Los cristianos primitivos fueron llamados herejes y ateos por los romanos, debido a que no creían en los dioses ortodoxos romanos. Martín Lutero fue llamado hereje por la Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR) y fue excomulgado cuando dio inicio a la Reforma Protestante en 1517. Miguel de Servet fue llamado hereje por Juan Calvino por haber escrito un pequeño libro sobre los errores de la doctrina de la trinidad, y fue muerto en la hoguera. La primera generación de menonitas, en el siglo XVI, fue llamada herética por los católicos, luteranos y calvinistas por igual porque afirmaron, con razón, que el bautismo infantil no se mencionaba en ninguna parte de la biblia, así que no debería considerarse un sacramento. Por negarse a aceptar el bautismo infantil, los menonitas fueron perseguidos y asesinados ?por decirlo así? como herejes. Fueron demasiado lejos. Las posibilidades de elegir habían sido declaradas cerradas antes de que ellos terminaran de elegir.

Casi todas las figuras religiosas cuyos nombres son recordados todavía fueron conocidas como herejes en su día. Si queremos encontrar una salida a los absurdos de nuestros tiempos irritantes, debemos buscar, no en las ortodoxias que no pueden llevar a nadie adelante, sino hacia los caminos descubiertos por los herejes de hoy.

Ahora, detengámonos y seamos realistas por un minuto. Aunque es verdad que tenemos la libertad de elegir cualesquier creencias que queramos, eso no significa que cualquier creencia que escojamos será buena para nosotros, o sabia, o incluso saludable. También escogemos ideas torpes. Matthew Applewhite (del culto destructivo de la Puerta del Cielo) era un hereje cuando decidió que su grupo debería cometer suicidio colectivo para lograr que sus espíritus se transportaran a la Nave Madre (en un cometa). Él también era, pienso yo, un loco. Hitler fue un tanto herético en su proclamación de su pueblo como la Raza Superior y al usar su presunta superioridad como racionalización para el asesinato de millones de otros seres humanos. Él también fue, lo pienso así, perverso.

Aprender cómo elegir más sabiamente es parte de lo que la religión debería ayudarnos a aprender. Esto es cierto tanto para los religiosos conservadores, como para los liberales, aunque los dos grupos tienden a errar en direcciones opuestas. Los conservadores están preocupados esencialmente por la obediencia y la conformidad a las formas heredadas, así que cuando los conservadores pierden su camino, tienden a perderse de vista ellos mismos en su devoción al grupo. En dos palabras, el error de los conservadores tiende hacia el fundamentalismo en religión y al fascismo en política, y estas son dos versiones del mismo error, el error de seguir a un grupo de manera demasiado ciega, y de perder de vista nuestras necesidades únicas y diferencias. Los conservadores tienden a perder contacto con ellos mismos y con sus diferencias hacia su grupo.

Con los liberales, el error es el opuesto. Ponemos nuestro énfasis en nuestra libertad personal y en los derechos individuales. Así que nuestro error es definirnos a nosotros mismos de manera demasiado estrecha, exaltar alguna idiosincrasia de nosotros dentro del todo de nuestra identidad. Tendemos a olvidar que debemos devolver algo al mundo en su totalidad, y no estamos completos hasta que encontramos una forma de hacer una conexión necesaria y orgánica con la sociedad y con la historia. Así como los conservadores deben evitar deslizarse hacia el fundamentalismo y el fascismo, los liberales debemos evitar deslizarnos hacia el narcisismo y el egoísmo.

Sé que conocen estas cosas, pero no está de más repetirlas. Así que los herejes que elogio aquí son aquellos que no solamente han elegido su propio camino, sino que, en retrospectiva, han elegido también de una manera sabia.

Una ironía de la historia es que cuando los herejes atraen seguidores, sus seguidores casi nunca tienen las mismas creencias que los herejes.

Los herejes tienen una religión fundamentalmente diferente que la de sus seguidores. Pero es que Jesús no fue un cristiano, Lutero no fue luterano, y de la misma forma, Marx no fue un marxista, ni Freud un freudiano.

Este mismo patrón existe en la historia de los unitarios. Piensa en los grandes nombres del unitarismo del siglo XIX: William Ellery Channing, Theodore Parker, Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau. Todos estos hombres fueron herejes que eligieron el camino menos transitado, y que no les importó quién aprobaba o desaprobaba. Ellos no recitaron credos ni ?profesiones de fe? para obtener identidad religiosa; ellos actuaron bajo su propia autoridad. Ninguno de estos hombres habría permitido que sus creencias fueran expresadas por otra persona o grupo de personas.

William Ellery Channing fue un ministro congregacionalista que inició el unitarismo usamericano en 1825 cuando se rehusó a repetir los credos trinitarios de su Iglesia Congregacional, y nos encanta contar esta historia. Pero una historia igualmente importante sucedió al final de su vida, y sólo raramente la contamos. Cuando la Iglesia Unitaria que él sirvió por cuarenta años desarrolló una declaración de creencias para exigirla a sus miembros, e intentó que él limitara sus creencias a la declaración preparada por el grupo, él renunció.

También nos gusta reivindicar al destacado Theodore Parker, mi unitario favorito del siglo XIX, por sus fuertes posiciones contra la esclavitud, por los derechos de las mujeres y por un entendimiento honesto de la religión. Pero Parker no era representativo de los unitarios de su tiempo. Él fue un hereje. Fue vetado por el resto del clero unitario, y no se le permitió hablar en ningún púlpito de Boston debido a su oposición contra la esclavitud y otras posiciones liberales. Esto no le importó. Emerson, Thoreau ?estos hombres que se definieron a sí mismos por ir más allá de las fronteras comunes establecidas y por encontrar una rara clase de luz negada para siempre a quienes se quedaron atrás.

Este proceso continúa hoy en día, en tanto que la Asociación Unitaria Universalista gasta una gran cantidad de dinero para producir, promover, y enseñar la más reciente encarnación nuestra fe grupal. Tenemos Siete Principios que se supone que ministros y directores de educación religiosa enseñan a su gente, para que su gente sepa quiénes son y qué creen. ¡No quiero abundar ahora en lo que es obvio, pero algo está seriamente equivocado aquí!

Identificamos esta religión con la religión de Channing, Parker, Emerson, y Thoreau, quienes dedicaron sus vidas a luchar contra este señuelo de la identidad grupal. En tanto que especie, no importa lo que digamos, amamos las ortodoxias y la comodidad de los grupos de identidad y las fes grupales. Inventamos nuevas ortodoxias sacadas de la manga, incluso en iglesias liberales ?aunque en las iglesias unitarias la mayoría de nuestras ortodoxias son políticas y sociales, más que teológicas.

Y así es que este no es un problema unitario, o católico, o cristiano. Las creencias ortodoxas, dicen los ortodoxos, contienen la esperanza para el futuro y la voluntad de cualesquier dioses, ideales o principios que ellos venden. Pero las creencias, una vez fijadas en credos, fórmulas y profesiones, no son la esperanza del futuro. Más bien son el cadáver del pasado, disecado y homenajeado rutinariamente.

Pensemos en la concha de un nautilus. Seguramente conoces estas adorables conchas de este molusco marino, que vemos frecuentemente cortadas por la mitad para mostrar todos los pequeños compartimentos que fueron progresando en espiral. Cada pequeño compartimiento fue el hogar de un ser viviente. Conforme el animal crecía los viejos compartimentos fueron clausurados y fue construyendo otros nuevos y mayores. Todo lo que queda ahora es la concha, y nos maravillamos con su belleza. Pero la concha nunca ha hecho nada. Está tan muerta como siempre lo ha estado. Algo viviente la dejó atrás cuando ya no la necesitó. Es un objeto bello, una concha de nautilus, pero la vida que la creó ya se ha ido, y ahora nada puede vivir en ella, puesto que todos los pequeños compartimentos están sellados.

Eso es lo que las ortodoxias religiosas llegan a ser. Son como los compartimentos cerrados de una concha de nautilus. Pueden ofrecer alguna clase de afiliación a un club al que sus integrantes deban ajustarse, pero no pueden ofrecer vida.

Olvidémonos de la teología y la historia por un momento. La verdad de las cosas que digo es inmediata y está dentro de ti. Es parte de lo que significa vivir como un ser humano. Puedes probar estas cosas a partir de tu propia vida.

Recuerda las veces en que dejaste atrás partes de tu pasado ?¡todos lo hemos hecho!? Estos fueron los momentos en los que finalmente mostraste el espíritu, el valor, para deshacerte de reglas heredadas que ya no te servían más. Superaste la religión de tus padres o tus conocidos, finalmente rebasaste los horizontes de entendimiento de tu familia, amigos o maestros y elegiste el camino menos transitado y diste un paso hacia un aire tan fresco que por primera vez en tu vida fuiste capaz de aspirar profundamente con una verdadera sensación de plenitud. ¡Nunca lo olvidarás! Fue un momento sagrado, y lo sabes aún ahora.

Ese fue tu momento de herejía ?y eso es fresco, aire de primera mano que solo los herejes habrán de respirar. El resto, los ortodoxos, consiguen aire de segunda mano, porque ellos respiran a través de la nariz del grupo. Eliges donde aquellos a tu alrededor carecieron de la visión o del valor para elegir. Y eso duele. Si te importaba esa gente, si te proporcionaba consuelo la seguridad de ese mundo, duele dejarlo. Lo recuerdas. Pero en ese momento renaces. Ya naciste de nuevo, ya naciste del Espíritu Santo: ¡Eso es lo que significa la frase! En ese momento sentiste el espíritu de la vida misma moverte. Es en estos momentos, en estos preciosos, ansiosos y valientes momentos cuando hacemos las elecciones difíciles pero necesarias que nos alejan de la obscuridad hacia la luz ?es en estos momentos en los que reside mucha de la esperanza de la raza humana.

Vivimos en tiempos irritantes. Las cosas se han puesto volubles, y los cimientos tiemblan bajo nuestros pies. Hay quienes regresan y quienes prosiguen adelante: los ortodoxos y los herejes. La esperanza del futuro está con los herejes. Está en todos y cada uno de nosotros, porque todos estamos en la frontera entre el pasado y el futuro, entre la imitación y la innovación, entre la fe de segunda mano de un grupo y la herejía de primera mano de nuestras propias y honestas mentes y almas.

Requiere valor elegir donde otros temen aventurarse. Es, otra vez, como la concha del nautilus. Los pequeños compartimentos que quedan atrás en su cuidada y ordenada espiralita, son muy bonitos. Pero todos están muertos; siempre lo estuvieron. Sólo la cámara abierta, la que se abre hacia lo desconocido, podría contener vida. Y así sucede con nosotros, amigos míos. Así es con nosotros.

Cristianismo desmitologizado

(Traducción al español, Francisco Javier Lagunes Gaitán)

CENTRAMIENTO

A veces, desmitologizar la religión se siente como robar las historias a los dioses para luego negar la existencia de los dioses, en el cielo o en cualquier parte. Es seductoramente fácil permanecer superficiales y entregarnos a la autocomplacencia si despojamos a la vida de todas sus dimensiones ocultas.

Pero para ser honesto, nunca es así de fácil. Aún enfrentamos lo terriblemente efímero de la vida, una vida que se mueve tan rápido.

Como lo dijo el poeta Ezra Pound:

Los días no son del todo suficientes
y las noches no son del todo suficientes
y la vida se escurre como un ratón de campo
Sin [siquiera] agitar la hierba.
Y por ello oramos, en nuestros mundos desmitologizados, a los dioses que son ahora
más difíciles de encontrar, al espíritu de la vida, al amor, y a todo lo que cuenta. Oramos por ayuda
para poder vivir lentamente
y movernos simplemente
y vernos suavemente
para poder acoger al vacío
y dejar que el corazón cree un hogar para nosotros.

Amén.

SERMÓN:

La semana pasada dirigí un programa del Seminario de Jesús (un grupo académico, http://religioustolerance.org/chr_jsem.htm, que investiga, difunde y educa sobre el Jesús de la historia, por contraste con el Jesús de la fe, N. del T.) en la Iglesia Unitaria Universalista de Oak Ridge, Tennessee, así que tengo muy fresca la noción de cristianismo desmitologizado. Y a pesar de que son muchas sílabas para una sola palabra, desmitologizar nuestras religiones es una de las más importantes y más fieles cosas que necesitamos hacer si queremos que nuestras religiones sean más reales, y más relevantes para las vidas que vivimos en este siglo XXI.

¿Qué significa esto? A veces, solo significa sacar a los mensajes religiosos de sus envolturas míticas protectoras de manera que podamos ver qué ?si es que algo? tienen que decirnos hoy.

Todas nuestras religiones occidentales nacieron en alguna clase de cuna, o en un pesebre. Nacieron dentro de la visión del mundo propia de su tiempo, que era muy diferente de la forma en que vemos nuestro mundo hoy en día. El cristianismo nació dentro de esta clase de pesebre. Hace dos mil años, nació dentro de lo que podríamos llamar la visión del mundo del antiguo entendimiento, la visión científica del mundo antiguo.

Los estudiosos llaman a la vieja visión del mundo el ?universo de los tres relatos?. Es probablemente la visión del universo más intuitiva y acorde al sentido común que hemos tenido jamás. Todavía puedes experimentarla con solo salir en un día claro lejos de la ciudad.

Mira a tu alrededor y verás lo que los antiguos vieron: la tierra se ve plana, como una pizza. Con solo pararte ahí, tu mirada llega más lejos de lo que la mayoría de la gente llegaba jamás a extraviar sus pasos, desde el lugar en el que había nacido. Precisamente arriba, puedes ver el domo del cielo. Lo llamaron el ?firmamento?, porque pensaron que estaba hecho de piedra. Era tan pesado, que los griegos asignaron al dios más fuerte, Atlas, a sostenerlo. Había hoyos en el firmamento, por los que se filtraba la luz durante la noche, para formar los patrones de las constelaciones. Arriba, por sobre el domo celeste, era de donde provenía la luz, y a donde se pensaba que residían, de alguna manera, los poderes y deidades ?iluminados?.

Y abajo, por el fondo de la tierra estaba el lugar del fuego y el azufre. Si lo dudas, solo asómate a una erupción volcánica, y pregúntate a ti mismo de dónde salieron estas cosas. Era un mal lugar, el hogar probable de las fuerzas y espíritus malignos.

Nosotros los humanos éramos como juguetes a merced de las fuerzas del bien y del mal, y nuestras plegarias suplicaban la ayuda a uno contra el otro

Era un universo bastante pequeño, realmente un asunto local. Estábamos nosotros, estaba el Arriba y estaba el Abajo.

Este universo del sentido común es la cuna en la que nació el cristianismo. Y las cosas fantásticas del Nuevo Testamento cobran una especie de sentido súbitamente literal cuando recuerdas esta vieja visión del mundo. Un pasaje dice que los cielos se abrieron se abrieron y una voz tronó para decir ?Contemplad a este que es mi amado hijo, por quien estoy tan complacido?, y puedes imaginártelo. Después de todo no es tan lejano. Podría abrirse, podrías imaginar que escuchas la voz. Otro pasaje habla de que Jesús descendió al infierno. Bueno, podrías imaginarte que se habría protegido de alguna forma del fuego y el azufre, pero ?otra vez? no es tan lejano. Puedes imaginarlo. El cielo está arriba, el infierno abajo, y nosotros estamos en el escenario de en medio. Muy simple y claro.

No, el mundo nunca estuvo hecho de esa manera, ni ahora, ni entonces. Vivimos en un mundo que no tiene un ?arriba? y un ?abajo?. Si esto te suena extraño, piensa en una fotografía de la tierra, tomada desde la superficie de la luna hace algunas décadas. Imagina que te encuentras allá, sobre la luna, y miras hacia la tierra que flota sobre el negro espacio. Entonces imagina esa gran voz que truena hacia la superficie de la tierra y pide a todos los terrestres que señalen hacia el cielo ¡Ahora visualiza mentalmente la imagen, y pregúntate hacia dónde apuntan! Localmente, todos piensan que apuntan hacia arriba. Pero desde donde tú estás, tú ves que todos apuntan hacia fuera, no hay ningún ?arriba?.

Los tesoros de la religión fueron escondidos allá arriba, hace veinte siglos. Dios fue colocado allá arriba, sobre el cielo. Podría decirse que hace 2000 años escondieron el mensaje de la religión arriba del cielo para protegerlo y honrarlo.

La próxima semana es la Pascua, y el mensaje de la Pascua es un buen ejemplo. Alguien que muere, luego regresa a la vida y asciende hacia arriba, hacia los cielos. ¿Qué podría significar este mensaje en un mundo que no está hecho de esa forma? ¿Cómo debe entender esto la gente fiel y honesta? Y los relatos navideños sobre un hombre nacido de una virgen y un dios celeste ¿Qué significan? ¿Acaso tratan de esperma venido del cielo?

Dejar los mensajes de la religión atorados en estas visiones del mundo míticas obliga a nuestra fe a tratar de vivir en dos diferentes siglos al mismo tiempo ?la vieja visión del mundo de los tres relatos, de hace 2000 años, y los entendimientos precisos que nos exige nuestra visión del mundo del siglo XXI.

¿En qué pedirías a los creyentes que creyeran? ¿En las enseñanzas religiosas, cualesquiera que sean, o en la forma en que la gente solía armar sus ideas sobre el universo? ¿En los mensajes de la religión, o en la ciencia del siglo XXI?

Hoy, tenemos que proteger y honrar los mensajes de la religión a través de ubicarlos en este mundo. Si no podemos encontrar lo sagrado en el aquí y el ahora, puede que no lo encontremos en ninguna parte.

En eso consiste la desmitologización. Nos dice que para ser fieles, para honrar el espíritu de la religión en el mundo moderno, necesitamos sacar su mensaje de sus antiguas envolturas protectoras míticas (quitarle las rueditas estabilizadoras infantiles a esa bicicleta) y ver qué es lo que tiene que decirnos hoy en día.

Ustedes saben que la religión por lo general no trabaja de esta manera. Los ortodoxos aún intentan proteger su vieja fe manteniéndola dentro de su visión mítica del mundo, como si fuera demasiado frágil y delicada para la luz del día. Esto engaña a la gente que quiere ser engañada, y a muchos que no. Pero no engaña a toda la gente, e incluso enfurece a muchos contra la hipocresía y la negación.

En el avión de regreso de Tennessee, el lunes pasado, leí un libro que hablaba de esto de formas que me sorprendieron. Se trataba una recopilación de escritos breves de más de 90 autores irlandeses (Sources: Letters from Irish People on Sustenance for the Soul, editedo por Marie Heaney). La editora les escribió para preguntarles qué nutría y sustentaba sus almas, y me sorprendió mucho encontrar cuán pocos de ellos escogieron algo de su religión, y cuánta rabia todavía les producía ésta.

He aquí una respuesta típica, de Martin Drury:

?Por haber sido, aún en mis tempranos veintitantos, un devoto y obediente católico romano, todavía tengo presente el choque sísmico (y desde luego sigo sufriendo las consecuencias de esta conmoción) al percatarme de que se abría una gran grieta sobre la falla geológica que divide la práctica religiosa ortodoxa de la experiencia espiritual auténtica.

?Deploro grandemente que aquellos que tan dispuestos se mostraron a reivindicarme para su iglesia fueran tan lentos para nutrir mi yo espiritual… Quienes se hicieron cargo de mi formación espiritual? no me dieron habilidades para trazar el mapa que guiaría mi jornada. Los [mapas] que he llegado a admirar y a confiar en ellos, y en los que encuentro verdadero apoyo, [son aquellos] empleados por artistas de todas las disciplinas.

?? Mi preferencia es por los [mapas] ambiguos de la literatura y por la celebración de la humanidad, más que por alguna divinidad remota?.

Este hombre ya no siguió engañado por su iglesia, y lo que resiente aquí son dos cosas: tanto la falta de verdad, como la carencia de fe de su iglesia. Carencia de fe. Resulta una acusación irónica contra una iglesia, pero pensémoslo con cuidado. ¿Qué es más carente de fe: abandonar la creencia en otro mundo, o dejar de creer en este mundo? ¿Qué tendrían que significar los mensajes religiosos si fueran sobre este mundo, más que sobre algún otro?

Una mujer que había dejado la iglesia la criticó por ofrecer una religión que no era real. Y ella ofreció como palabras de apoyo para su alma, no la Biblia, sino unos pocos párrafos tomados de un libro infantil, El Conejo de Pana (The Velveteen Rabbit). Hace mucho tiempo que leí ese libro, y no recordaba que hablara sobre cómo algunas cosas no pueden convertirse en reales. Escúchalo en la crítica de esta mujer irlandesa hacia su anterior iglesia:

El Conejo de Pana llegó en la mañana de navidad. El niñito lo amó ?por al menos dos horas? pero con la emoción del día pronto lo olvidó. Por mucho tiempo, vivió con los otros juguetes en el armario ?y eran un grupo muy mezclado: juguetes mecánicos mandones que eran muy superiores, llenos de ideas modernas y de palabras de tecnología. Incluso el Leoncito de Madera, quien debería saberlo mejor, fingía tener contactos con el gobierno. El Conejo de Pana se sintió muy insignificante. La única persona que fue amable con él era el Caballo de Cuero, que era muy sabio.

?¿Qué es REAL??, preguntó el conejo un día.

?Real? es una cosa que te sucede cuando un niño te ama por mucho, mucho tiempo?, contestó el Caballo de Cuero, quien siempre era veraz. Él dijo que a veces duele ser real ?y que esto no siempre le sucede a los que se rompen fácilmente, o tienen orillas agudas, o a quienes hay que manejar con cuidado.

?Para el momento en que eres REAL la mayor parte de tu pelo ha sido amorosamente desprendido, tus ojos te abandonaron y tus articulaciones se ponen muy flojas y se te ve mucho deterioro. Pero estas cosas no importan para nada, porque una vez que fuiste REAL no puedes ser feo ?excepto para la gente que no entiende?.

Las religiones son también así. Si son demasiado frágiles, si se rompen con facilidad, o si deben manejarse con demasiada precaución, nunca podrás acurrucarte en ellas lo suficiente para hacerlas reales. Desmitologizar las religiones, quitarles sus viejas envolturas protectoras para hacerles un lugar entrañable en nuestras propias vidas, no es obra del diablo, se trata más bien de una bendición providencial.

Muchos de los encuestados irlandeses citaron a William Blake como uno de aquellos cuyos escritos y conocimiento profundo alimentaron sus almas. Y en Blake también encontraron mucha ira por los engaños de la religión tradicional. Hacía mucho tiempo que no leía yo algo de William Blake, y me sorprendió leer algunas de estas líneas:

Una verdad dicha con mala intención
supera todas las mentiras que puedas inventar.
Y es correcto que así deba ser;
el hombre fue hecho para el gozo y la desdicha;
y cuando esto comprendemos bien
por el mundo vamos con seguridad.

No estamos hechos para el cielo, nos dice. No estamos hechos para un lugar perfecto en alguna otra parte. Estamos hechos para este lugar, el gozo y la desdicha entremezclados. Estos escritores estaban absolutamente comprometidos a enfocarse en esta vida, aquí y ahora, no en otra, en algún otro lugar, ni después. ¿Qué querrá decir esto la próxima semana cuando preguntemos qué mensaje encontrará la gente fiel en el viejo mensaje de la Pascua? ¿Para qué debemos buscar nueva vida? ¿para nuestras almas, o nuestra sociedad? ¿para nuestra religión? ¿para nuestras iglesias?

Otra mujer citó estas líneas del libro Veintiún poemas de amor, de la poetisa Adrienne Rich (1929-):

A los veinte, sí: pensamos que viviríamos para siempre.
A los cuarenta y cinco, quiero conocer incluso nuestros límites.
Te toco sabiendo que no nacimos mañana,
y de alguna forma, cada uno de nosotros ayudará al otro a vivir,
y en algún lugar, cada uno de nosotros deberá ayudar al otro a morir.

Y ahora más líneas de William Blake:

Cada noche y cada mañana
algunos a la miseria son nacidos.
Cada mañana y cada noche
algunos nacen a un dulce deleite.
Algunos nacen a un dulce deleite,
algunos nacidos son a una noche interminable.
Somos llevados a creer una mentira
cuando no vemos a través del ojo
que nació una noche para perecer en una noche?

Me impresionaron fuertemente las tres últimas líneas:

Somos llevados a creer una mentira
cuando no vemos a través del ojo
que nació una noche para perecer en una noche?

En otras palabras, Blake dice que no creamos en declaraciones de allá arriba, que no creamos en conocimientos que pretenden provenir de dioses, más que de mortales que nacieron una noche para perecer en una noche. He aquí este gran poeta de hace dos siglos que dice que nuestra religión no tiene que ayudarnos a llegar al cielo después de morir. Lo que la religión tiene que hacer ?en palabras de Blake? es mostrarnos cómo

Ver al mundo en un grano de arena
y al cielo en una flor silvestre,
abarcar al infinito en la palma de tu mano
y a la Eternidad en una hora.

En cada juicio por herejía se opondrían a esto. Negarte a creer en cosas a las que no puedes encontrar sentido ha sido peligroso, incluso tan recientemente como en el caso de los talibanes. En los juicios por herejía no les importa cómo vivieron los herejes, solamente si dijeron que creían el relato de un grupo religioso particular.

Pero pensemos sobre esto también. ¿Cómo a qué clase de inseguridad suenan tales amenazas?

?¿A la inseguridad de una deidad eterna y omnisciente que creó todo el universo y que sabe lo que piensas aunque tú no lo sepas? ¿Podría acaso un verdadero dios ser tan ignorante y mezquino?

?¿O a la inseguridad de los miembros de un club, cuya frágil y arrogante afirmación de poseer la verdad podría desmoronarse si tuvieran que admitir que su relato es tan solo uno entre muchos, y que la gente se la pasa bastante bien sin él?

Ningún dios que valga la pena castigaría a la gente por negarse a creer en viejos relatos aún cubiertos con sus antiguas envolturas míticas. Ningún dios que valga la pena nos recompensaría por dejarnos revisar el cerebro a la puerta de la iglesia. La gente fiel no tiene que recitar el relato de su grupo irreflexivamente. La gente fiel tiene que intentar y encontrar una fe por la que valga la pena vivir, una manera de verse a sí mismos y al mundo que pueda mostrarles ?al mundo en un grano de arena y al cielo en una flor silvestre?.

Quienes pretendamos ser fieles hoy nos encontramos en una extraña e irónica posición. A través de la historia de las religiones occidentales, se ha enseñado a la gente que los beneficios de la religión sólo están disponibles para los fieles, los de adentro, los miembros del club.

Sin embargo, esta es una tercera cosa sobre la que vale la pena pensar, como encontré que todos estos escritores irlandeses reflexionaban. ¿Qué clase de verdad podría ser esa, que sólo es verdadera y real, en exclusiva, para los miembros de un club? Cualquier cosa que sea realmente verdadera ?en especial si se presenta como proveniente del dios que creó todo el dichoso universo? debería ser verdadera para todos. Las nociones religiosas profundas tienen que estar disponibles para todo el mundo. La gente insegura podrá ser seducida por credos, principios y confesiones de fe, pero no así los dioses, ni las religiones reales. La religión y la verdad no consisten en fingirlo así. Si el cristianismo, el budismo, o las otras religiones tienen algo que ofrecer a nuestras vidas, debe estar disponible para todos los que tengan ojos para verlo y orejas para oírlo.

Estamos en un lugar diferente ahora, que donde estábamos en los tiempos antiguos. El significado de ser fieles ha cambiado. La verdadera fidelidad ya no significa más dejar de lado este mundo por la promesa de otro mundo, después y en alguna otra parte. Esto significa, como estos escritores irlandeses lo dicen una y otra vez, dejar de lado las pláticas sobre otros mundos, después y en alguna otra parte, y centrarnos en las promesas y retos de este mismo mundo, aquí y ahora.

Por esto es por lo que pienso que los religiosos liberales pueden ser la gente más religiosa actualmente. Según nuestra visión, podemos dejar atrás las envolturas míticas y otros brillos mundanos, y preguntarnos si es que esta o aquella religión puede ayudarnos, y cómo, a llegar a estar más vivos y concientes aquí y ahora, si nos puede ayudar a ver al mundo en un grano de arena y al cielo en una flor silvestre.

Los judíos tienen un relato sobre el día en que Dios decidió jugarles una broma a los humanos. Estaba desconcertado, así que como siempre hacía cuando se sentía desconcertado, llamó a su rabino favorito.

?Rabino?, dijo Dios, ?Quiero jugarle una broma a la gente. Quiero esconderme de ellos a donde no me encuentren fácilmente, y no sé dónde esconderme. ¿Qué es lo que piensas: el lado lejano de la luna, los confines exteriores de la galaxia, qué piensas rabino??

Y el rabino contestó: ?Oh, no lo pongas tan difícil. Tan solo escóndete en el corazón humano. Es el último lugar en el que buscarán?

Así que ahí se escondió Dios. Y el rabino tenía razón, porque incluso al día de hoy difícilmente alguien piensa en buscarlo ahí?.

Hay una gran ironía en la religión actual. Hace muchos siglos, en el nacimiento de nuestras religiones occidentales, los profetas y los sabios de los que nacieron trataron de proteger la religión ocultándola arriba, sobre el cielo. Hoy, cuando necesitamos que nuestra religión sea real, esconderla arriba, fuera del alcance de la vista, es una sentencia de muerte para ella. Hoy, con el objeto de protegerla, con el objeto de hacer real nuestra fe, debemos encontrarla dentro de nuestro mundo, dentro de nuestros corazones.

Las tres religiones occidentales han visto esto:

? Los judíos, con su relato de Dios escondido en el corazón humano.

? Los cristianos, a través del dicho de Jesús de que el reino de Dios no es algo que venga a la sazón, sino algo que ya está dentro o entre nosotros, si solo tuviéramos ojos para verlo.

? Y los musulmanes, cuando su Qur?an (Corán) enseña que Dios está más cerca de nosotros que la vena en nuestro cuello.

La verdadera fidelidad que necesitamos hoy no es la confianza ciega en otro mundo, sino la fe en las posibilidades ocultas de integridad y redención que están en este mismo mundo. La verdadera fidelidad se aprende al abrir nuestros ojos a las glorias del mundo alrededor de nosotros, y al abrir nuestros corazones para encontrar al dios que se oculta allí, al reino de Dios oculto dentro y entre nosotros, a la espera de ser hecho realidad en nuestras propias vidas, de la misma manera en que el Conejo de Pana fue finalmente hecho real.

En un sentido, estamos terriblemente solos en nuestro mundo desmitologizado. Pero nuestro veneno puede ser nuestra cura, porque estamos solos juntos.

Anhelamos juntos el don de la
visión que pueda mostrarnos
a un mundo en un grano de arena
y al cielo en una flor silvestre,
que pueda ayudarnos a aprender a abarcar al infinito en nuestra mano
y a la Eternidad en una hora.

Sí, sabemos que los días no son del todo suficientes
y que las noches no son del todo suficientes
y que la vida se escurre como un ratón de campo
sin siquiera agitar la hierba.

Así que terminamos en oración silenciosa al espíritu oculto de la vida, al dios no encontrado que se esconde en nuestros corazones. Y decimos, Oh Dios, Oh espíritu de la vida, ayúdanos
a vivir lentamente,
a movernos simplemente,
a mirarnos suavemente,
a acoger al vacío,
y dejar que nuestros corazones creen para nosotros.

Ayúdanos a hacer un hogar, justo aquí, dentro y por entre el incógnito reino de Dios que yace escondido dentro de nuestros corazones, donde siempre ha estado oculto.

Oramos por esto, solo por esto, aquí, ahora, juntos.

Amén.