(Traducción al español, Francisco Javier Lagunes Gaitán)

Hay muchas ironías en los temas de ciencia y religión. Entre ellas está el hecho de que muchos de los ideales prescritos por las religiones, de hecho han sido cumplidos por nuestras ciencias. Podrías alegar que mientras las guerras religiosas siguen desatándose alrededor del mundo, nuestras ciencias nos han hecho más saludables, han prolongado nuestras vidas, nos han dado esperanza, vida y buenas noticias, así como empezado a establecer una comunidad mundial, incluso nos han dado el único lenguaje universal de que disponemos. Piensa en algunas de las cosas que nuestras ciencias nos han traído a todos, independientemente de si creemos, o no, en ellas.

? Enfermedades una vez consideradas como sentencias de muerte han sido curadas. Incluso el sida que fue declarado un asesino sin solución hace quince años, comienza a ser entendido, y bien podría curarse o controlarse indefinidamente.

? Cirugías que eran impensables hace 100 años ahora salvan rutinariamente miles de vidas cada día.

? El único lenguaje realmente universal que tenemos es la matemática. Mientras que las religiones occidentales enseñan el relato de la Torre de Babel, y de cómo estamos condenados a nunca ser capaces de comunicarnos con gente de otras lenguas y culturas, los matemáticos chinos se comunican con matemáticos de África, Europa y de cualquier otro continente de manera rutinaria.

? El impacto de las computadoras sigue en expansión. Aunque ya el correo electrónico conecta a gente de todo el mundo, en el intercambio de relatos, bromas y en la creación de una cultura de comunidad ?que las religiones han siempre predicado pero nunca creado. Recibí un mensaje electrónico esta semana que se originó como un proyecto de investigación de una secundaria (creo que en Virginia). Los alumnos de una clase enviaron una nota a sus amigos, en la que les pedían retransmitirla a sus amigos, y así sucesivamente, para ver a cuánta gente podrían alcanzar, en cuántos países, en dos meses. La respuesta automática que recibí decía que en las primeras seis semanas, recibieron más de 300 mil respuestas provenientes de unos 100 países. Nunca antes en la historia habíamos sido capaces de comunicarnos con tantas personas y culturas.

? Las leyes de la física, la química, y los principios de las matemáticas y de la ciencia de los lenguajes de computación son universales. Ellos estructuran nuestro mundo y organizan nuestros pensamientos, creamos o no creamos en ellos. Esto también es algo que las religiones no han sido capaces de lograr, incluso con su historia de guerras sangrientas.

Las ciencias han hecho esto a través de limitar estrictamente las clases de preguntas que consideran preguntas científicas apropiadas. Tratan con cuestiones de hechos, no con preguntas sobre significados. Tratan con cuestiones objetivas que pueden ser contestadas igual por científicos de todo el mundo, no con cuestiones subjetivas. Si quieres conocer la estatura, el peso o características conductuales de otras personas, los científicos pueden responder tus preguntas. Si deseas saber si realmente las amas, si te hacen feliz, y viceversa, no estás formulando la clase de preguntas para las que las ciencias están diseñadas.

Las preguntas sobre qué es la ciencia, qué es la religión y las claras diferencias entre ambas son preguntas enormes e imponentes. Tengo un programa de ocho horas que hice sobre este tema para las clases de educación religiosa para adultos, así que es un poco frustrante pasar al vuelo sobre ello en unos pocos minutos. Intentaré encontrar algunos patrones lo suficientemente claros como para no te resulten frustrantes. Es una historia fascinante, cómo la ciencia se convirtió en la religión dominante de nuestra cultura. Quiero contarles esta historia en unas pocas partes, con las que trataré de redondearla.

I. La visión precientífica del mundo

Primero, quiero hacer un boceto del mundo de las creencias religiosas e intelectuales de hace 200 años. Siempre es un poco chocante darse cuenta de lo que la gente inteligente creía en los tiempos de Thomas Jefferson, de la misma forma que resultará chocante para la gente de dentro de 200 años darse cuenta de lo que creemos ahora. Pero he aquí algunas de las cosas que la gente más educada creía cuando nuestro país acababa de nacer, justo unas décadas antes del cambio repentino:

? Todo el universo tenía unos 6 mil años de antigüedad, una fecha que a la que se llegaba al sumar los periodos señalados en la Biblia.

? Todo en el universo era creado por Dios, quien era nuestro amante padre celestial. Y estábamos todavía bastante cercanos al centro de la creación de Dios y de sus preocupaciones.

? Todas las formas de vida sobre la tierra fueron creadas más o menos al mismo tiempo, y ninguna especie podía llegar a extinguirse. Tengo una historia sobre esto. En 1785, Thomas Jefferson inspeccionó un enorme hueso fosilizado, un hueso demasiado largo como para pertenecer a cualquier animal conocido. Jefferson escribió que “tal es la economía de la naturaleza, que no se puede producir un ejemplo de ella habiendo permitido que alguna raza de sus animales llegara a extinguirse”. Y una de las razones por las que envió a Lewis y Clark al oeste a explorar fue para encontrar los animales de los que ese hueso enorme provendría, para Jefferson era seguro que seguirían existiendo en alguna parte.

? La realidad, en otras palabras, era una imagen estática más que una en movimiento. Las especies eran fijas, todo era creado por Dios de acuerdo a un plan suyo, y así permanecería hasta el final de los tiempos.

? La mayoría de la gente creía que el único cataclismo geológico jamás sucedido habría acaecido hace 4 mil años, durante el Diluvio.

? Lo más importante, nosotros como humanos estábamos en el mismo centro de las preocupaciones divinas, y su plan para todo el universo nos daba un lugar especial y amoroso en él. Este era nuestro hogar, hecho apara servir todas nuestras necesidades por nuestro padre celestial. Éramos amados: amados por el hacedor del cielo y la tierra, amados por el Dios que creó todo el asunto. Y como los comerciales televisivos de cerveza lo proclaman, “¡Nada es mejor que eso!”.

Este es un rápido boceto de un mundo que, para la mayoría de nosotros, hace tiempo que se fue, excepto quizás como cierta clase de nostalgia dulce y soñadora. Las mayores diferencias con nuestro mundo moderno eran el profundo sentido de unidad, la naturaleza estática de aquel, y la creencia incuestionada de que las glorias de la tierra eran las glorias de la obra de Dios y la evidencia de su amor por nosotros. Esas ideas son tan extrañas para muchos de nosotros hoy que cuesta trabajo recordar que fueron simplemente asumidas, incluso por las mejores mentes de su tiempo.

II. La revolución científica

Ahora vamos a la segunda etapa de este drama, y miremos la parte más emocionante de la historia, los avances científicos del siglo XIX, donde podemos ver el surgimiento y ascenso de lo que pienso que puedo persuadirte que es la religión de la ciencia.

Los avances logrados por las ciencias durante el siglo XIX fueron absolutamente explosivos. Cambiaron la forma de pensarnos a nosotros y a nuestro mundo. A partir de la década de 1790, los geólogos comenzaron a mostrar que la tierra tenía que ser muy, pero muy vieja. No 6 mil años, sino millones y millones de años, tal vez incluso más. James Hutton, el padre de la geología moderna, escribió en 1795 que él había estudiado los hechos de la geología por cincuenta años, y había sido llevado a una conclusión sorpresiva: “El resultado de esta investigación física”, escribió, “es que no encontramos vestigio de un inicio, ni perspectiva de un final”. El mundo era mayor, y diferente, de lo que la Biblia decía que era.

La siguiente conmoción vino casi inmediatamente. Para 1801, dieciséis años después de que Thomas Jefferson había dicho que ninguna especie podría jamás llegar a extinguirse, un paleontólogo francés llamado Cuvier había ensamblado los esqueletos de 23 animales extintos de tiempos prehistóricos, que fueron expuestos en lugares públicos, y llevados en exhibición itinerante por todo Estados Unidos de América, tanto en museos, como en ferias.

En 1830 otro geólogo, Charles Lyell, publicó un libro llamado ‘Principios de geología’, que representó un golpe aplastante al literalismo bíblico. Lyell convincentemente demostró que millones de años de un lento trabajo de las fuerzas naturales habían dado forma al rostro actual de la tierra. La geología repentinamente obsesionó a los teólogos usamericanos, y comenzaron a cambiar de opinión sobre la cuestión del literalismo bíblico. Es difícil creer esto actualmente, pero para 1860 el literalismo rígido era algo propio mayoritariamente de la gente sin educación formal, o de los arrogantemente obstinados, ya que la mayoría de los predicadores y maestros de religión estaban dispuestos a admitir que la Biblia, después de todo, no se basaba completamente en hechos reales.

El libro de Lyell tuvo muchas ediciones, y ayudó a educar a toda una nueva generación de científicos. Uno de aquellos jóvenes científicos que leyó el libro de Lyell en 1830 fue un naturalista llamado Charles Darwin. Dos años antes, Darwin recibió el segundo volumen del trabajo de Lyell mientras hacía su histórico viaje a bordo del Beagle.

La crítica de la biblia surgió desde dentro de la religión, y se presentó a sí misma como un estudio científico de la Biblia. Comenzó en Alemania, en las décadas de 1820 y 1830, y para 1840 los estudiantes de Harvard aprendían que la Biblia había sido escrita por mucha gente durante muchos siglos, en vez de caer de la mano de Dios encuadernada en cuero negro en la traducción del Rey James. La conspiración del silencio entre ambos, los predicadores y los maestros de religión todavía me llena de ira; ¡los estudiosos han conocido por 160 años hechos básicos sobre la Biblia que todavía no le han dicho a la gente en las bancas de las iglesias y las calles! Esto está en alguna parte entre un ultraje y un pecado, y muestra que los predicadores y maestros de religión parecen tener una opinión terriblemente baja de la gente ordinaria. Pero no debo salirme del tema?

Y entonces llegó el año 1859. En ese año, Charles Darwin publicó ‘El origen de las especies’, y lo que quedaba de la imagen del viejo mundo cayó al suelo hecha trizas. Aunque hay muchas razones por las que los descubrimientos de Darwin fueron tan destructivos para la vieja imagen religiosa ?que de alguna forma es todavía la imagen religiosa de millones de personas? la más famosa es que los descubrimientos de Darwin destruyeron lo que se llamó el Argumento del Diseño para probar la existencia de Dios. El Argumento del Diseño fue una especie de patada de ahogado de los teólogos para aferrarse a la imagen de un Dios personal que creó todo de acuerdo a un plan divino. Ellos podían señalar a los pajaritos y decir, “Mira. Estos pajaritos tienen pequeños picos, y adivina ¿qué es lo que les gusta comer? Semillitas. Ellos no quieren comer papayas, ellos quieren comer semillitas que quepan dentro de sus lindos piquitos. Esto demuestra que un Dios inteligente diseñó todo esto”. Luego de Darwin, hubo una explicación aún más simple: “Caramba, hubo una vez pajaritos que solo querían comer papayas. Si fue así, todos se murieron de hambre”. No hay necesidad de un argumento de “diseño”; la selección natural mantiene a las especies que se ajustan al ambiente, y el resto se mueren. Darwin, junto con otros científicos naturales, nos pintó la imagen de nuestro mundo que ya no necesita de un Dios para hacerlo funcionar.

Después de todos los avances tenidos en las ciencias, la iglesia empezó a perder su control de las universidades. Tú podrías ni siquiera saber que jamás tuvo ese control, pero sí lo tuvo. Harvard había tenido siempre a un ministro como su presidente, y uno tenía que contar con una recomendación eclesiástica para obtener un grado académico en Oxford y en Cambridge, así como en muchas universidades de los EUA. Pero alrededor de 1870 los exámenes religiosos se dejaron de exigir en las universidades británicas, y nombraron presidente de Harvard a un químico. Harvard no ha vuelto a ser dirigida jamás por un ministro. .

Durante esta época, la Ciencia, de una manera lenta pero segura se convirtió en una religión, incluso en la religión más influyente en nuestra cultura. Sé que no te has convencido de esto aún, pero pienso que lo estarás en unos pocos minutos. Sucedió a la manera de un cangrejo ermitaño que vuelve su hogar la concha de otro animal. He identificado por lo menos diez dimensiones de la religión que fueron asumidas, o al menos copiadas, por la Ciencia en el siglo XIX. Es difícil ya pensar en una lista de diez cosas sin recordar las listas de éxitos del “Top Ten” que vemos por todas partes. Así que he aquí mi lista de las diez cosas más socorridas que la Ciencia asumió de la religión en el siglo XIX:

10. La Salvación fue reemplazada por el Progreso. Los cristianos trabajan sobre la tierra para alcanzar un estado ideal futuro en el cielo. Los científicos trabajan aquí para contribuir al Progreso ?que, según ellos creen, nos conducirá a un estado ideal aquí en la tierra, en el futuro.

9. La Revelación fue reemplazada por el Descubrimiento. Por siglos, las iglesias han sido lugares a los que ibas para encontrar revelaciones sobre la palabra de Dios, la Verdad última. Ahora la revelación comienza a perder respeto intelectual, conforme confiamos en los descubrimientos de la ciencia más que en las revelaciones de los sacerdotes. Aún lo hacemos. Claro que si tomas como ejemplo estas dos palabras, revelación y descubrimiento, descubrirás que significan la misma cosa. Revelar es remover un velo. Descubrir es remover una cubierta. Hace unos 150 años, el trabajo de remover el velo o cubierta fue transferido de la religión a la ciencia, donde permanece hoy en día

8. La sotana del sacerdote fue reemplazada por la bata blanca de laboratorio del científico. Ambos son atuendos, pero por más de un siglo hemos visto a la gente con la prenda blanca como más fidedigna que aquellos que usan las prendas negras. Incluso si los sacerdotes visten togas color granate intenso con capuchas y barras, no es probable que te convenzamos de que conocemos más sobre los hechos que un científico. Y, desde luego, conforme cambiaron los atuendos, también lo hicieron los personajes dentro de ellos, así como los sacerdotes fueron reemplazados por los científicos como fuentes de la verdad.

7. La reverencia por el pasado fue sustituida por la reverencia por el futuro. Para cada cultura tradicional en el mundo, la frase “el nuevo modelo mejorado” resulta simplemente desquiciada. Las culturas se basan en la sabiduría de sus ancianos y en su pasado sagrado. Con el mito del Progreso, las antiguas verdades (y la sabiduría de ancianos y ancianas) fueron y son dejados de lado en la fe que en la que “novedoso” significa “mejor” y el futuro será superior al pasado. Esto nos ha despojado de mucha de nuestra sabiduría inmemorial y de la de los ancianos, haciendo de nuestra superficialidad algo especialmente triste.

6. Los rituales religiosos fueron reemplazados por los rituales científicos. Por siglos, las iglesias y sinagogas aquí han experimentado las mismas transformaciones de las mismas formas en sus servicios de adoración, y aquellos en la tradición vieron los rituales como el camino hacia alguna clase de verdad y paz. Ahora parece más importante que los científicos realicen los mismos procedimientos cuando conduzcan el experimento que nos llevará, así lo creemos, hacia el descubrimiento de los hechos.

5. Las iglesias fueron reemplazadas por los laboratorios. Por lo menos en tanto que lugares donde uno espera encontrar lo que es realmente la verdad.

4. Los símbolos y metáforas fueron reemplazados por el literalismo y los hechos. Esta es especialmente devastadora, pienso yo. La semana pasada les leí algo de un antiguo teólogo cristiano que explicaba que los escritos religiosos no significan realmente lo que dicen, sino que deben ser interpretados por métodos aparentemente disponibles para unos pocos. Si los científicos no tuvieran nada más exacto que símbolos y metáforas, nunca podrían construir un puente, o un cohete, o hacer diagnósticos y prescripciones confiables para las enfermedades.

Un desdichado, pero probablemente inevitable efecto colateral de la cultura científica es que nos ha vuelto mucho más literalistas, más preocupados con los hechos duros que con los significados más cálidos y ricos.

3. Las creencias se han vuelto intelectuales. Esto puede sonar extraño, porque todas nuestras vidas se nos ha enseñado a pensar en las creencias como en cosas cuya verdad afirmamos. Pero eso no es lo que la palabra solía significar. La palabra inglesa “belief” proviene de la palabra Alemana “belieben”, que significa “amado”. Las creencias religiosas fueron, y creo que deberían seguir siendo, entendidas como cosas a las que confiamos nuestros corazones. Pero dado que el conocimiento ha sido reemplazado por la ciencia, y los hechos han reemplazado a los símbolos y metáforas, las “creencias” ahora significan un conjunto de afirmaciones intelectuales más que un conjunto de acatamientos existenciales. Alguna vez los buscadores espirituales podrían haber dicho, “Creo esto porque resulta cálido a mis oídos, porque es profundamente revelador de la condición humana”. Ahora, nos han enseñado a decir, “Creo esto porque, de hecho, es verdad”.

2. La Sabiduría fue reemplazada por el Conocimiento. Incluso en la Edad Media, los teólogos conocían la diferencia. Ellos escribieron frecuentemente sobre la distinción categórica entre ‘sapientia’ y ‘scientia’. “Sapientia” es la palabra latina para sabiduría, como el autoelogioso nombre de nuestra especie: “homo sapiens”. “Scientia” es la palabra latina para conocimiento, que ha llegado a significar una red de hechos. Hace siete siglos, los teólogos enseñaron que el único conocimiento que realmente importaba era la clase de conocimiento que lleva a la sabiduría, el que nos dice quiénes debemos ser más profundamente y cómo debemos vivir, las demandas del amor y la naturaleza de los acatamientos y de la responsabilidad. Estas no son proposiciones científicas.

1. Dios fue reemplazado por la Ciencia. La gente siempre ha atribuido cualidades humanas a Dios. Decimos cosas como “Dios dice?” y “Dios nos dice?” como si Dios fuera un humanoide que pudiera hablar. Pero ahora, en nuestros periódicos y en la televisión, todos los días oímos a la gente decir “La Ciencia dice?” y “La Ciencia nos dice?”. Seamos claros: no hay tal cosa como la “Ciencia”, escrita con “C” mayúscula. Hay muchas ciencias y muchos científicos. Los científicos dicen cosas, pero no siempre están de acuerdo. Pero cuando construimos una frase que comience con las palabras “La Ciencia dice?” hemos creado un humanoide ficticio, lo hemos llamado Ciencia, y comenzamos a buscar consejo y guía en la misma forma en que solíamos mirar a Dios.

Pongamos juntas estas palabras dentro de frases para que puedas escuchar cuán similares que son. Los predicadores y los laicos dicen, “En una iglesia, a través de los rituales y tradiciones, sacerdotes ataviados de negro proclaman las tradiciones y las revelaciones de Dios, con lo que nos ayudan a aprender las creencias y sabiduría que pueden conducir a nuestra Salvación”. Muchos científicos y legos dicen, “En un laboratorio, a través de seguir los rituales y el método científico, científicos ataviados de blanco proclaman las nuevas teorías y descubrimientos de la Ciencia, con lo que nos ayudan a ganar entendimiento y el conocimiento que puede conducirnos hacia el Progreso”.

Los logros de nuestras ciencias han sido espectaculares. Las religiones no podrían colocar a un hombre en la luna, realizar un transplante de riñón o resolver problemas complejos de ingeniería a través de la interpretación de las escrituras. Creo que la razón fundamental por la que nuestras ciencias han sido tan exitosas es debido a que desde el principio, han limitado su enfoque a cuestiones de hecho, más que a cuestiones de significado. Aunque conseguir billones de dólares en fondos federales y corporativos no lastima?

Las ciencias han ignorado intencionalmente las preguntas existenciales y subjetivas. Pueden ser esenciales para nosotros, pero no son preguntas científicas. Nadie puede hacer una declaración científica sobre qué deberíamos amar, cómo deberíamos tratar a nuestros vecinos, si es que es más moral tener un aborto que traer a la vida a un niño no deseado en un ambiente de desatención, o miles de otras preguntas morales, éticas y subjetivas. Y cualquier científico que intentara hacer semejante declaración sería prontamente denunciado por otros científicos por no ser científico en esto. Estas preguntas son las preguntas a las que nos dedicamos en la religión, la ética, la filosofía y las humanidades, no así en las ciencias duras. Y las respuestas a estas preguntas son, como cualquier científico podrá decirte, no precisas, no iguales en todos los contextos, y no objetivas. Pascal una vez escribió estas palabras famosas “El corazón tiene sus razones que la razón no entiende”. Son bonitas, pero pienso que nadie reivindicaría como científicas.

Los sentimientos de Pascal, sin embargo, me recuerdan algunas otras palabras muy obscuras escritas por Charles Darwin hacia el final de su vida. Darwin escribió en su correspondencia privada sobre lo que llamó “las torpes, derrochadoras, erróneas, bajas, horribles y crueles obras de la naturaleza”. Él creyó en el progreso, pero incluso su fe en el progreso fue de poco consuelo para él, porque el progreso, según su advertencia, era “dolorosamente lento”. Aún peor, incluso la esperanza de progreso sucede como contraria a un terrible estancamiento. Así es como Charles Darwin la describió: “La certeza de que el sol algún día se enfriará y nos congelaremos. Pensar en millones de años, con cada continente pletórico de hombres buenos e iluminados, todos terminarán así, y probablemente sin un nuevo inicio hasta que nuestro sistema planetario haya sido de nuevo convertido en gas rojo y caliente. Sic transit gloria mundi, reiterada e inmisericordemente?”.

“Sic transit gloria mundi” significa “De este modo pasan las glorias de la tierra”. “De este modo pasan las glorias de la tierra, reiterada e inmisericordemente”, dijo Darwin. ¡Imagina eso! Un científico que pasó su vida dedicado a recolectar, analizar e interpretar las glorias de la tierra, concluye al final que las obras del sistema de la naturaleza son “torpes, derrochadoras, erróneas, bajas, horribles y crueles” y que sus glorias pasan rápida, reiterada e inmisericordemente. Darwin encontró, y ayudó a establecer, un nuevo mundo ?pero él no pudo encontrar un hogar confortable en él. Y su problema sigue con nosotros.

Cuando un Dios cae y se derrumba, esta es la clase de sonido que hace. La curiosidad de nuestras mentes estaba divorciada de las necesidades de nuestros corazones, y una mató a la otra. Y así murió dios. Puedes llamarlo selección natural.

Para vivir en el siglo XXI, necesitamos tener una fe que sea consistente, tanto con la ciencia, como con las demandas de nuestros corazones: una religión que pueda satisfacer a ambos, a nuestras mentes y a nuestros anhelos espirituales. Nos definimos a nosotros mismo y a nuestro mundo a través del conocimiento que hemos obtenido de nuestras ciencias. Nuestras creencias religiosas deben evolucionar y crecer para seguir ayudándonos a dotarnos de un sentido profundo de quiénes somos, y de qué somos llamados a hacer. Los predicadores deben tener un ojo en las ciencias, y pienso que esta es una cosa buena. Si yo solo predico mensajes que te hagan revisarte el cerebro a la entrada de la iglesia, te habré insultado, y habré deshonrado a mi propia profesión. Esto hace difícil a la religión liberal, pero si lo hacemos bien, puede llevarnos a una clase de autenticidad intelectual y emocional que podría no estar tan disponible de cualquier otra forma.

Hay una gran hambre espiritual hoy, y Pascal tenía razón: el corazón tiene sus razones que la razón no conoce. Y también sus necesidades y anhelos. Responder a esas necesidades, llenar esos vacíos, no es una ciencia, es un arte. Sin aprender algo de ese arte, no importa cuán inteligentes que seamos, no importa cuánto conocimiento ?scientia? tengamos, no podremos sentirnos plenos o satisfechos. Desde luego, difícilmente podemos vivir en absoluto. Ahora que, para el registro, este es un hecho. Y es un hecho para el que seguiremos intentando hacer justicia aquí, semana tras semana.

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Referencia: John C. Greene, The Death of Adam, Iowa State Univ. Press, 1959.