(Traducción al español, Francisco Javier Lagunes Gaitán)

ORACIÓN

¿Quiénes somos y qué creemos realmente? No en palabras escritas por otros, sino en nuestras propias palabras. ¿Quiénes somos y qué creemos realmente y cómo debemos vivir?

Si sólo nos ajustamos a las expectativas de otros, es muy fácil que nos perdamos a nosotros mismos. Si solo nos cuidamos a nosotros mismos, perdemos la conexión necesaria con la totalidad del mundo alrededor de nosotros.

Entre esta espada y esta pared se desarrolla nuestro dilema humano: quiénes somos, y para quién somos. Esta mañana trataremos solo de la primera pregunta.

Todas estas preguntas son más profundas que sus respuestas. Necesitamos traer a nuestras mentes y corazones aquí a esta experiencia.

Empecemos a centrarnos durante estos momentos calmos de oración y meditación.

SERMÓN

Vivimos tiempos irritantes. Mucho de lo que una vez pareció cierto ahora se ha vuelto dudoso. Nos sentimos inseguros actualmente. Las cosas parecen no funcionar igual.

Matamos al planeta con nuestra avaricia e indiferencia, destruimos los bosques tropicales y la capa de ozono sobre nosotros. Destruimos cosas que no creamos y que no podemos reemplazar. ¿Cómo viven ustedes su vida en estos tiempos? ¿No hay alguna clase de terror cuando te detienes para hacer un inventario vital y te das cuenta de lo poco, de entre lo que antes dabas por hecho, que sigue vigente ahora?

¿Cuáles son los roles apropiados para las mujeres dentro y fuera de la de la iglesia, y en la sociedad? ¿Y para las minorías? ¿Para gueis, lesbianas y muchos otros? Teníamos las líneas trazadas al detalle hace una o dos generaciones, y ahora parece que nadie se atiene a ellas. Las líneas están siendo redibujadas en tantas áreas, y no podemos encontrar un patrón para ellas. No todas esas viejas líneas fueron buenas. Algunas fueron muy represivas e injustas. Pero los cambios aún parecen demasiado fundamentales.

Incluso la religión parece haberse ido al averno. Más que promover la paz, las religiones más vehementes del mundo promueven la guerra. Los militantes religiosos, desde los fundamentalistas islámicos a los sionistas intransigentes, los protestantes y católicos irlandeses, o la derecha religiosa de nuestro propio país (Estados Unidos de América) ?todos ellos ansían fervientemente el poder militar, las posiciones agresivas de defensa, o un nacionalismo exacerbado que busca controlar o destruir a quienes se atraviesen en su camino, a todos los que no estén de acuerdo con ellos. Muchos dirigentes religiosos pueden predicar visiones celestiales de gran belleza en un mundo por encima de las nubes, pero parecen ansiar el control de este mundo y de sus riquezas como todos los demás. Y de todas las cosas que los conservadores, religiosos y políticos, no tolerarán ?aparte de a la mayoría de los liberales, religiosos y políticos?, lo que menos tolerarán es la disidencia. La religión rara vez ha sido más completamente secular de lo que lo es hoy. Tras de las santas palabras, detrás de toda la palabrería sobre Alá, o Dios, o Jesús, están los apetitos agresivos, territoriales e imperialistas que, además de absolutamente profanos, resultan inquietantemente familiares.

Cuando el camino ante nosotros ha perdido su claridad, existen al menos dos direcciones que podemos tomar. Una es aferrarse todavía más firmemente a las viejas formas, reunir las mayores y más ruidosas multitudes y sacar a gritos el miedo que surge porque las viejas formas dejaron de funcionar. La otra ruta es arriesgarse en la búsqueda de nuevas verdades, incluso si esto significa ir más allá de las fronteras de lo cómodo.

Este dilema de escoger entre un pasado sin vigencia y un futuro desconocido no es nuevo. Transcurre a lo largo de toda la historia humana, y hace de nuestra propia era tan solo la más reciente variación de dos temas humanos que son probablemente tan viejos como nuestra especie.

Tal es el patrón: una vez tras otra, los humanos llegamos al límite de nuestras viejas formas de ver y hacer las cosas. Nos han quedado pequeñas sus respuestas y sus perspectivas ya no inspiran nuestras mejores virtudes, más bien empiezan a sacar nuestros peores rasgos. Hemos superado los alcances de los viejos entendimientos, y hay ahora obscuridad sobre la tierra. Podemos regresarnos o proseguir hacia delante.

La primera es la ruta de la ortodoxia; la segunda, la ruta de la herejía. Esta puede parecer una manera nada ortodoxa de usar estas dos palabras, pero no lo es, como se verá a continuación.

Retrocedamos un poco para así poder ver cómo ha operado este patrón a través de la historia. Una vez, hace mucho tiempo, la gente creyó que los hechos naturales tenían causas sobrenaturales. Los dioses hacían llover, crecer a los cultivos, salir al sol y ponerse a la luna. Fuerzas ocultas estaban detrás de todo, y se requería a los sacerdotes y chamanes para apaciguar a los espíritus ocultos, para mantener todo funcionando bien.

Hace unos 2600 años un griego llamado Tales apareció. Tales dijo que él no pensaba que los dioses estuvieran detrás de todo esto, que había causas naturales detrás de las cosas, y que podíamos investigar esas causas. Entonces Tales pensó que todo estaba hecho de agua: que el agua, en sus múltiples estados y formas ?y tal vez en sus humores? era la base de todo. No está claro que es lo que quería decir con esto. Tal vez intentaba decir que todo era fluido y que cambiaba sus formas como lo hace el agua que va de hielo a agua y a vapor. No lo sabemos. Pero ese no es el punto. El punto es que todos a su alrededor siguieron recitando la vieja historia de los dioses moviéndolo todo. Tales fue más allá de las fronteras establecidas y escogió un nuevo camino.

Creo que uno de los poemas de Robert Frost contiene estas líneas:

?Dos caminos divergen en un bosque, y yo ?tomé el menos transitado, eso hizo toda la diferencia?.

Ahora, en nuestras vidas personales, sabemos cómo es esto. Todos hacemos un poco de esto para poder crecer, dejamos algunas de las costumbres de nuestros padres atrás, y llegamos a ser quienes debemos ser. Y al hacerlo así, todos salimos de las fronteras aceptadas por nuestra familia y amigos de una u otra forma. Piensa en frases usuales como, dejar el nido, valerse a sí mismo, o incluso, dedicarnos a lo nuestro. Todos escogemos la vía menos transitada de alguna manera. Puede ser muy duro actuar así respecto a la familia. ¡Imagínate hacerlo con toda una cultura o con toda la historia! Puede ser peligroso.

Pero regresemos a los griegos. Un siglo después de Tales, a quien ahora se considera el primer filósofo, vino otro filósofo griego llamado Protágoras, quien fue más allá: ?Respecto a los dioses?, escribió él, ?no puedo saber con certeza si existen o no… Muchas cosas impiden la certeza ?la obscuridad de la materia y la cortedad de la vida? Hace 2500 años, eso era una herejía. ¡Muchos dirán que todavía lo es!

Luego de un siglo más, Sócrates sería condenado a morir por sus creencias heréticas, por ir demasiado lejos de lo que parecía confortable a quienes le rodeaban, por elegir la vía menos transitada. El cargo contra Sócrates no era sostener las creencias adecuadas: él murió por elegir donde otros declaraban que las alternativas estaban cerradas.

Cuatrocientos años después otro hombre sería acusado de herejía y traición y asesinado. Jesús fue llamado hereje porque habló, según dijeron, ?como alguien con su propia autoridad?. Él dejó el nido, buscó su propio camino, y esto puede provocar temor si eres uno de los que se quedan atrás.

Hoy, muchos todavía los consideran a ambos, Sócrates y Jesús, como el mayor sabio y el mayor profeta, respectivamente, de la historia occidental. Estos dos herejes, podría decirse, compartieron suficiente luz antes de ser asesinados para ayudar a iluminar el camino de millones de personas que los seguirían. Los otros, aquellos cuyas creencias ellos dejaron atrás, ahora son vistos como ignorantes, de mentalidad estrecha o inclusive repugnantes.

Este es un patrón que se repite una y otra vez. Se trata del conflicto entre ortodoxia y herejía. Ahora que les he dado algunos ejemplos para poner un poco de carne sobre las ideas, permítanme definir estos dos términos. ¿Qué son estas palabras ?ortodoxia? y ?herejía?? ¿Qué significan? Ortodoxia significa ?recta opinión? o ?pensamiento correcto?. Vemos el prefijo ?orto-? en palabras como ?ortopedia? que es el arte de corregir o evitar las deformidades en tus huesos, o en ?ortodoncia?, que trata de la corrección de las irregularidades en tu dentadura, o en una palabra más obscura como ?ortografía?, que significa la forma correcta o convencional de escribir. De aquí que ?orto-? significa recto, correcto, conforme, o aceptable. El sufijo ?-doxia? se refiere a las creencias u opiniones. O como lo expresa un humorista del siglo XVIII, ?La ortodoxia es mi doxia, la herejía es tu doxia“.

Eso es lo que la mayoría de la gente piensa que herejía significa: creencia equivocada. Pero esto no es lo que significa. La palabra herejía viene del verbo griego que significa elegir. Elegir. Lo que herejía realmente significa es elegir, cuando las alternativas han sido declaradas cerradas por una ortodoxia. Significa ir más allá de las fronteras convencionales del grupo, buscar más luz donde otros te prohiben mirar.

Primero tenemos una ortodoxia. Primero tenemos este grupo de gente que tiene la inexplicable arrogancia de proclamar las creencias correctas ?que siempre parecen coincidir con sus creencias. Entonces tenemos a gente que escoge el camino menos transitado. Y ellos son, por definición, herejes. Y yo quiero decirles tan fuerte y claramente como pueda que la luz, el valor y la esperanza de la raza humana dependen de nuestros mejores herejes, y que el mayor obstáculo al desarrollo personal y colectivo, espiritual o incluso científico, está en las ortodoxias.

Los herejes de ayer terminan como los santos, sabios y salvadores de hoy. Tales tenía razón: los dioses no impulsan de esa manera las cosas que nos rodean desde detrás de la escenografía cósmica. Protágoras tuvo la honestidad y el valor para adelantarse a su propio tiempo y al nuestro. Los desafíos de Sócrates a la autoridad vacía todavía se enseñan en las mejores escuelas para guiar a los estudiantes hacia una mayor luz, y las parábolas y enseñanzas de Jesús han traído consuelo y gracia a incontables millones de almas anhelantes.

Pensemos en la cantidad de veces que estos dos temas se han representado en la historia. Los cristianos primitivos fueron llamados herejes y ateos por los romanos, debido a que no creían en los dioses ortodoxos romanos. Martín Lutero fue llamado hereje por la Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR) y fue excomulgado cuando dio inicio a la Reforma Protestante en 1517. Miguel de Servet fue llamado hereje por Juan Calvino por haber escrito un pequeño libro sobre los errores de la doctrina de la trinidad, y fue muerto en la hoguera. La primera generación de menonitas, en el siglo XVI, fue llamada herética por los católicos, luteranos y calvinistas por igual porque afirmaron, con razón, que el bautismo infantil no se mencionaba en ninguna parte de la biblia, así que no debería considerarse un sacramento. Por negarse a aceptar el bautismo infantil, los menonitas fueron perseguidos y asesinados ?por decirlo así? como herejes. Fueron demasiado lejos. Las posibilidades de elegir habían sido declaradas cerradas antes de que ellos terminaran de elegir.

Casi todas las figuras religiosas cuyos nombres son recordados todavía fueron conocidas como herejes en su día. Si queremos encontrar una salida a los absurdos de nuestros tiempos irritantes, debemos buscar, no en las ortodoxias que no pueden llevar a nadie adelante, sino hacia los caminos descubiertos por los herejes de hoy.

Ahora, detengámonos y seamos realistas por un minuto. Aunque es verdad que tenemos la libertad de elegir cualesquier creencias que queramos, eso no significa que cualquier creencia que escojamos será buena para nosotros, o sabia, o incluso saludable. También escogemos ideas torpes. Matthew Applewhite (del culto destructivo de la Puerta del Cielo) era un hereje cuando decidió que su grupo debería cometer suicidio colectivo para lograr que sus espíritus se transportaran a la Nave Madre (en un cometa). Él también era, pienso yo, un loco. Hitler fue un tanto herético en su proclamación de su pueblo como la Raza Superior y al usar su presunta superioridad como racionalización para el asesinato de millones de otros seres humanos. Él también fue, lo pienso así, perverso.

Aprender cómo elegir más sabiamente es parte de lo que la religión debería ayudarnos a aprender. Esto es cierto tanto para los religiosos conservadores, como para los liberales, aunque los dos grupos tienden a errar en direcciones opuestas. Los conservadores están preocupados esencialmente por la obediencia y la conformidad a las formas heredadas, así que cuando los conservadores pierden su camino, tienden a perderse de vista ellos mismos en su devoción al grupo. En dos palabras, el error de los conservadores tiende hacia el fundamentalismo en religión y al fascismo en política, y estas son dos versiones del mismo error, el error de seguir a un grupo de manera demasiado ciega, y de perder de vista nuestras necesidades únicas y diferencias. Los conservadores tienden a perder contacto con ellos mismos y con sus diferencias hacia su grupo.

Con los liberales, el error es el opuesto. Ponemos nuestro énfasis en nuestra libertad personal y en los derechos individuales. Así que nuestro error es definirnos a nosotros mismos de manera demasiado estrecha, exaltar alguna idiosincrasia de nosotros dentro del todo de nuestra identidad. Tendemos a olvidar que debemos devolver algo al mundo en su totalidad, y no estamos completos hasta que encontramos una forma de hacer una conexión necesaria y orgánica con la sociedad y con la historia. Así como los conservadores deben evitar deslizarse hacia el fundamentalismo y el fascismo, los liberales debemos evitar deslizarnos hacia el narcisismo y el egoísmo.

Sé que conocen estas cosas, pero no está de más repetirlas. Así que los herejes que elogio aquí son aquellos que no solamente han elegido su propio camino, sino que, en retrospectiva, han elegido también de una manera sabia.

Una ironía de la historia es que cuando los herejes atraen seguidores, sus seguidores casi nunca tienen las mismas creencias que los herejes.

Los herejes tienen una religión fundamentalmente diferente que la de sus seguidores. Pero es que Jesús no fue un cristiano, Lutero no fue luterano, y de la misma forma, Marx no fue un marxista, ni Freud un freudiano.

Este mismo patrón existe en la historia de los unitarios. Piensa en los grandes nombres del unitarismo del siglo XIX: William Ellery Channing, Theodore Parker, Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau. Todos estos hombres fueron herejes que eligieron el camino menos transitado, y que no les importó quién aprobaba o desaprobaba. Ellos no recitaron credos ni ?profesiones de fe? para obtener identidad religiosa; ellos actuaron bajo su propia autoridad. Ninguno de estos hombres habría permitido que sus creencias fueran expresadas por otra persona o grupo de personas.

William Ellery Channing fue un ministro congregacionalista que inició el unitarismo usamericano en 1825 cuando se rehusó a repetir los credos trinitarios de su Iglesia Congregacional, y nos encanta contar esta historia. Pero una historia igualmente importante sucedió al final de su vida, y sólo raramente la contamos. Cuando la Iglesia Unitaria que él sirvió por cuarenta años desarrolló una declaración de creencias para exigirla a sus miembros, e intentó que él limitara sus creencias a la declaración preparada por el grupo, él renunció.

También nos gusta reivindicar al destacado Theodore Parker, mi unitario favorito del siglo XIX, por sus fuertes posiciones contra la esclavitud, por los derechos de las mujeres y por un entendimiento honesto de la religión. Pero Parker no era representativo de los unitarios de su tiempo. Él fue un hereje. Fue vetado por el resto del clero unitario, y no se le permitió hablar en ningún púlpito de Boston debido a su oposición contra la esclavitud y otras posiciones liberales. Esto no le importó. Emerson, Thoreau ?estos hombres que se definieron a sí mismos por ir más allá de las fronteras comunes establecidas y por encontrar una rara clase de luz negada para siempre a quienes se quedaron atrás.

Este proceso continúa hoy en día, en tanto que la Asociación Unitaria Universalista gasta una gran cantidad de dinero para producir, promover, y enseñar la más reciente encarnación nuestra fe grupal. Tenemos Siete Principios que se supone que ministros y directores de educación religiosa enseñan a su gente, para que su gente sepa quiénes son y qué creen. ¡No quiero abundar ahora en lo que es obvio, pero algo está seriamente equivocado aquí!

Identificamos esta religión con la religión de Channing, Parker, Emerson, y Thoreau, quienes dedicaron sus vidas a luchar contra este señuelo de la identidad grupal. En tanto que especie, no importa lo que digamos, amamos las ortodoxias y la comodidad de los grupos de identidad y las fes grupales. Inventamos nuevas ortodoxias sacadas de la manga, incluso en iglesias liberales ?aunque en las iglesias unitarias la mayoría de nuestras ortodoxias son políticas y sociales, más que teológicas.

Y así es que este no es un problema unitario, o católico, o cristiano. Las creencias ortodoxas, dicen los ortodoxos, contienen la esperanza para el futuro y la voluntad de cualesquier dioses, ideales o principios que ellos venden. Pero las creencias, una vez fijadas en credos, fórmulas y profesiones, no son la esperanza del futuro. Más bien son el cadáver del pasado, disecado y homenajeado rutinariamente.

Pensemos en la concha de un nautilus. Seguramente conoces estas adorables conchas de este molusco marino, que vemos frecuentemente cortadas por la mitad para mostrar todos los pequeños compartimentos que fueron progresando en espiral. Cada pequeño compartimiento fue el hogar de un ser viviente. Conforme el animal crecía los viejos compartimentos fueron clausurados y fue construyendo otros nuevos y mayores. Todo lo que queda ahora es la concha, y nos maravillamos con su belleza. Pero la concha nunca ha hecho nada. Está tan muerta como siempre lo ha estado. Algo viviente la dejó atrás cuando ya no la necesitó. Es un objeto bello, una concha de nautilus, pero la vida que la creó ya se ha ido, y ahora nada puede vivir en ella, puesto que todos los pequeños compartimentos están sellados.

Eso es lo que las ortodoxias religiosas llegan a ser. Son como los compartimentos cerrados de una concha de nautilus. Pueden ofrecer alguna clase de afiliación a un club al que sus integrantes deban ajustarse, pero no pueden ofrecer vida.

Olvidémonos de la teología y la historia por un momento. La verdad de las cosas que digo es inmediata y está dentro de ti. Es parte de lo que significa vivir como un ser humano. Puedes probar estas cosas a partir de tu propia vida.

Recuerda las veces en que dejaste atrás partes de tu pasado ?¡todos lo hemos hecho!? Estos fueron los momentos en los que finalmente mostraste el espíritu, el valor, para deshacerte de reglas heredadas que ya no te servían más. Superaste la religión de tus padres o tus conocidos, finalmente rebasaste los horizontes de entendimiento de tu familia, amigos o maestros y elegiste el camino menos transitado y diste un paso hacia un aire tan fresco que por primera vez en tu vida fuiste capaz de aspirar profundamente con una verdadera sensación de plenitud. ¡Nunca lo olvidarás! Fue un momento sagrado, y lo sabes aún ahora.

Ese fue tu momento de herejía ?y eso es fresco, aire de primera mano que solo los herejes habrán de respirar. El resto, los ortodoxos, consiguen aire de segunda mano, porque ellos respiran a través de la nariz del grupo. Eliges donde aquellos a tu alrededor carecieron de la visión o del valor para elegir. Y eso duele. Si te importaba esa gente, si te proporcionaba consuelo la seguridad de ese mundo, duele dejarlo. Lo recuerdas. Pero en ese momento renaces. Ya naciste de nuevo, ya naciste del Espíritu Santo: ¡Eso es lo que significa la frase! En ese momento sentiste el espíritu de la vida misma moverte. Es en estos momentos, en estos preciosos, ansiosos y valientes momentos cuando hacemos las elecciones difíciles pero necesarias que nos alejan de la obscuridad hacia la luz ?es en estos momentos en los que reside mucha de la esperanza de la raza humana.

Vivimos en tiempos irritantes. Las cosas se han puesto volubles, y los cimientos tiemblan bajo nuestros pies. Hay quienes regresan y quienes prosiguen adelante: los ortodoxos y los herejes. La esperanza del futuro está con los herejes. Está en todos y cada uno de nosotros, porque todos estamos en la frontera entre el pasado y el futuro, entre la imitación y la innovación, entre la fe de segunda mano de un grupo y la herejía de primera mano de nuestras propias y honestas mentes y almas.

Requiere valor elegir donde otros temen aventurarse. Es, otra vez, como la concha del nautilus. Los pequeños compartimentos que quedan atrás en su cuidada y ordenada espiralita, son muy bonitos. Pero todos están muertos; siempre lo estuvieron. Sólo la cámara abierta, la que se abre hacia lo desconocido, podría contener vida. Y así sucede con nosotros, amigos míos. Así es con nosotros.

The Virtues of Heresy

Davidson Loehr
13 August 2000

PRAYER:

Who are we, and what do we really believe? Not in words written by others, but in our own words. Who are we, what do we really believe, and how should we live?

If we only conform to the expectations of others, we are likely to lose ourselves. If we care only for ourselves, we lose a necessary connection to the larger world around us.

These are the horns of our human dilemma: who we are, and whose we are. This morning, we’ll dwell only in the first question.

These are all questions more profound than answers. We need to bring both our minds and our hearts into the experience here.

Let us begin to center ourselves during these quiet moments of prayer and meditation.

SERMON: The Virtues of Heresy

We live in trying times. So much that once seemed certain has come loose. There is so much insecurity today. Things seem out of order.

We are killing our planet through greed and indifference, destroying rain forests and the ozone layer above us. We destroy things we did not create and can not replace. How do you live in these times? Isn’t there a kind of terror for you, when you stop and take inventory, and realize how little we once took for granted can be taken for granted any longer?

What are the proper roles for people today? What are the proper roles for women, both within the church and within society? For minorities? For gays, lesbians, and all the many others? We had the lines drawn so neatly a generation or two ago, and now it seems that no one is staying within them. The lines are being redrawn in so many areas, and we can’t put a pattern to it. Not all those old lines were good. Some were very repressive and unjust. But the changes still seem so fundamental.

Even religion seems to have gone to hell. Rather than promoting peace, the most vocal religions in the world promote war. Religious zealots from Islamic fundamentalists to militant Zionists, Irish Protestants and Catholics, or the religious right of our own country – they are all lusting after military power, aggressive defense postures, or a militant nationalism that seeks to subdue or destroy all who stand in their way, all who disagree with them. Many religious leaders may preach heavenly visions of loveliness in a world above the clouds, but they seem to lust after control of this world and its riches like everybody else. And of all the things that both religious and political conservatives – along with most religious and political liberals – will not tolerate, what they will not tolerate most of all is dissent. Religion has seldom been more thoroughly secular than it is today. Behind the holy words, behind all the talk about Allah, or God, or Jesus, lie aggressive, territorial, and imperialistic hungers that are thoroughly secular and disquietingly familiar.

When the road before us is no longer clear, there are at least two directions we can take. One is to cling ever more tightly to the old ways, to gather the larger and louder crowds, and shout down the fear rising inside because the old ways really won’t work any longer. The other route is to risk seeking new truths, even if it means going beyond comfortable boundaries.

This dilemma of choosing between an outmoded past and an unknown future is not new. It runs through all of human history, and makes of our own era just the most recent variation on two human themes that are probably as old as our species.

Here’s the pattern: time after time, we humans come to the edge of our old ways of seeing and doing things. We have outgrown them, their answers and perspectives no longer inspire our best traits, and they begin to call forth instead our worst ones. We have outgrown the reach of the old understandings, and there is a darkness over the land. We can either go back, or we can go on.

The first is the route of orthodoxy; the second, the route of heresy. This may seem an unorthodox way to use these two words, but it is not, as you will see.

Let’s back off a bit so we can see this pattern as it has worked throughout our history. Once, long ago, people believed that natural events had supernatural causes. The gods made it rain, made the crops grow, made the sun come up and the moon come out. Unseen forces were behind everything, and priests and shamans were needed to appease these unseen spirits, to keep everything working right.

About 2600 years ago a Greek named Thales appeared. Thales said he didn’t think the gods were behind all of this, that there were natural causes behind them, and that we could investigate those causes. Now Thales thought that everything was made of water: that water, in its various forms and shapes – and perhaps its moods – was the basis of everything. It isn’t clear what he meant by this. Perhaps he was trying to say that everything was fluid and changed its forms as water does in going from ice to water to steam. We don’t know. If he really meant everything was made of water, then he was wrong. But that is not the point. The point is that where everyone around him continued to recite the old story about the gods pushing everything around, Thales went beyond their boundaries and chose a new path.

I think one of Robert Frost’s poems that contains these lines:

“Two roads diverged in a wood, and I took the one less traveled by, and that has made all the difference.”

Now in our personal lives, we know what this is like. We all do some of this just to grow up, we leave some of the ways of our parents behind, and be-come who we must become. And in doing so, we all step beyond the boundaries of our families and friends in one way or another. Think of the phrases we use, like “leaving the nest,” “going out on our own,” or even “doing our own thing.” We all choose the road less traveled in some ways. It can be very hard just doing it with a family. Imagine doing it with a whole culture, or a whole history! It can be dangerous, you know.

But let’s go back to the Greeks. A century after Thales, who is now regarded as the first philosopher, came another Greek philosopher named Protagoras, who went even farther: “Concerning the gods,” he wrote, “I cannot know for certain whether they exist or not . . . Many things hinder certainty – the obscurity of the matter and the shortness of life.” 2500 years ago, this was heresy. Many would say it still is!

Within another century, Socrates would be put to death for his heretical beliefs, for going too far for the comfort of those around him, for choosing the road less traveled. The charge against Socrates was not holding the right beliefs: he died for choosing where others had declared the choices closed.

Four hundred years later another man would be charged with heresy and treason and killed. Jesus was called a heretic because he spoke, as they said, “as one with his own authority.” He left the nest, he sought his own way, and that can be a frightening thing to watch, if you are one of those who stay behind.

Today many still regard these two, Socrates and Jesus, as the greatest sage and prophet in western history. These two heretics, you could say, shed enough light before they were killed to help light the way for millions of people who would follow them. The others, those whose beliefs they outgrew, are now seen as narrow, ignorant, or even nasty.

This is a pattern that repeats over and over again. It is the conflict between orthodoxy and heresy. Now that I’ve given you some examples to put a little flesh on the ideas, let me define these two terms. What are these words, “orthodoxy” and “heresy”? What do they mean? Orthodoxy means “right belief” or “straight thinking.” You see the prefix “ortho-” in words like “orthopedics,” dealing with straightening out deformities in your bones, “orthodontics,” dealing with straightening out irregularities in your teeth, or in a more obscure word like “orthography,” which means correct or conventional spelling. So “Ortho-” means right, straight, or correct. The suffix “doxy” refers to beliefs. As one 18th Century wit has put it, “Orthodoxy is my doxy, heresy is thy doxy.”

That’s what most people think heresy means: wrong belief. But it is not what it means. The word “heresy” comes from a Greek verb meaning “to choose.” To choose. What heresy really means is to choose, when the choices have been ruled closed by an orthodoxy. It means to go beyond the boundaries of the group, to seek for more light where others forbid you to look.

First you have an orthodoxy. First you have this group of people who have the unfathomable arrogance to proclaim the right beliefs – which always seem to coincide with their beliefs. Then you have people who choose the road less traveled. And they are, by definition, heretics. And I want to tell you as loudly and clearly as I can that the light and courage and hope of the human race lies with our best heretics, and that the greatest obstacle to personal and collective growth, whether spiritual or even scientific growth, lies with the orthodoxies.

The heretics of yesterday become the saints, sages, and saviors of today. Thales was right: the gods aren’t pushing things around from behind the scenes like that. Protagoras had honesty and courage ahead of both his time and our own. Socrates’ challenges to empty authority are still taught in better schools to guide students toward greater light, and the parables and teachings of Jesus have brought comfort and grace to uncounted millions of hungry souls.

Think of the number of times that these two themes have been played out in our history. The early Christians were called heretics and atheists by the Ro-mans because they didn’t believe in the orthodox Roman gods. Martin Luther was called a heretic by the Roman Catholic Church, and was excommunicated when he began the Protestant Reformation in 1517. Michael Servetus was called a heretic by John Calvin for writing a pamphlet on the errors of the trinity, and was burned at the stake. The first generation of Mennonites, in the 16th century, were called heretics by Catholics, Lutherans, and Calvinists alike because they said, correctly, that infant baptism was nowhere mentioned in the bible, so should not be a sacrament. For refusing to accept infant baptism, the Mennonites were hunted and killed like – well, like heretics. They went too far. The choices had been declared closed before they had finished choosing.

Almost all religious figures whose names are still remembered were known as heretics in their day. If we want to find a way out of the nonsense of our own trying times, we should look not to the orthodoxies, which can not lead anyone forward, but toward the paths to be discovered by today’s heretics.

Now let’s stop and get real for a minute. While it’s true that we have the freedom to choose any beliefs we like, that doesn’t mean that any beliefs we choose are good for us, or wise, or even healthy. We choose nutty ideas too. Matthew Applewhite (of the Heaven’s Gate cult) was a heretic when he decided that his group should commit mass suicide to have their spirits transported up the Mother Ship. He was also, I think, insane. Hitler was a kind of heretic in proclaiming his people the Master Race and using their presumed superiority as a rationalization for the murder of millions of other human beings. He was also, I think, evil.

Learning how to choose more wisely is part of what our religion is sup-posed to help us learn. This is true for both religious conservatives and religious liberals, although the two groups tend to err in opposite directions. Conservatives are primarily concerned with obedience and conformity to the inherited ways, so when conservatives lose their way, they tend to lose sight of themselves in their devotion to the group. In a couple words, the error of conservatives tends toward fundamentalism in religion and fascism in politics, and those two are versions of the same mistake, the mistake of following a group too blindly, and losing sight of our own unique needs and differences. So conservatives tend to lose touch with themselves and their differences from their group.

With liberals, it’s the opposite error. We place our emphasis on personal freedom and individual rights. So our error is to define ourselves too narrowly, to exalt some idiosyncrasy of ours into our whole identity. We tend to forget that we owe something back to the larger world, and are not complete until we have found a way to make a necessary and organic connection with society and his-tory. As conservatives have to guard against sliding into fundamentalism and fascism, liberals have to guard against sliding into narcissism and selfishness.

I know that you know these things, but they’re worth repeating. So the heretics I’m praising here are those who’ve not only chosen their own path, but who have, in retrospect, also chosen wisely.

An irony of history is that when heretics attract followers, their followers almost never have the same beliefs as the heretics.

Heretics have a fundamentally different religion than their followers. But Jesus was not a Christian, Luther was not a Lutheran, and for that matter Marx was not a Marxist and Freud was not a Freudian.

This same pattern exists in the history of Unitarians. You think of the great names of 19th Century Unitarianism: William Ellery Channing, Theodore Parker, Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau. All of these men were heretics who chose the road less traveled, and did not care who approved or dis-approved. They did not recite creeds or “affirmations of faith” to gain their religious identity; they acted under their own authority. Not one of these men would ever have let his beliefs be articulated by another person or group of people.

William Ellery Channing was a Congregationalist minister who started American Unitarianism in 1825 when he refused to repeat the trinitarian creeds of his Congregational church, and we love to tell that story. But an equally important story came at the end of his life, and we seldom tell it. When the Unitarian church he had served for forty years developed a statement of beliefs required of members, and tried to make him conform his beliefs to statements of faith designed by the group, he resigned.

We also like to claim the remarkable Theodore Parker, my own favorite 19th century Unitarian for his strong stances against slavery, for women’s rights, and for an honest understanding of religion. But Parker did not represent the Unitarians of his day. He was a heretic. He was blacklisted by his fellow Uni-tarian clergy, and not permitted to speak in any pulpit in Boston because of his opposition to slavery and his other liberal stands. He did not care. Emerson, Thoreau – these men defined themselves by going beyond the common bounda-ries and finding a rare kind of light forever denied to those who stayed behind.

This process is still going on today, while the Unitarian-Universalist Association spends a great deal of money to produce, promote, and teach the newest incarnation of our group faith. We have seven Principles which ministers and directors of religious education are supposed to teach to their people, so their people will know who they are and what they believe. Now I don’t want to finesse the obvious, but something is seriously wrong here!

We identify this religion as the religion of Channing, Parker, Emerson, and Thoreau, who spent their lives fighting against this lure of a group identity. As a species, no matter what we say, we love orthodoxies and the easiness of group identities and group faiths. We invent new orthodoxies at the drop of a hat, even in liberal churches – although in Unitarian churches, most of our ortho-doxies are political and social, rather than theological.

And so this is not a Unitarian problem, or a Catholic or Christian problem. Orthodox beliefs, say the orthodox, contain the hope for the future and the will of whatever gods, ideals or principles they are selling. But beliefs, once they have been fixed in creeds, formulas, and affirmations, are not the hope of the future. They are the corpse of the past, stuffed, propped up, and saluted.

Think of the shell of a Nautilus. You know those lovely shells you usually see cut in half, showing all of the little compartments growing out in a spiral. Each little compartment was once the home of a living thing. As the thing grew bigger the old compartments were closed off and new ones built. All that re-mains now is the shell, and we marvel at its beauty. But the shell has never done a thing. It is as dead as it has always been. Something living left it behind after it was through with it. It is a pretty thing, a Nautilus shell, but the life which created it is gone, and now nothing could live in it, for all the little compartments are shut up tight.

That’s what religious orthodoxies become. They are like the closed compartments of a Nautilus shell. They can offer a kind of club membership to those who conform, but they cannot offer life.

Let’s forget about theology or history for awhile. The truth of the things I’m saying is immediate, and is within you. It’s part of what it means to live as a human being. You can prove these things from your own life.

Think back on the times you outgrew parts of your past – we’ve all done this! These were the times you finally had the spirit, the courage, to let go of rules you had inherited which no longer served you. You outgrew the religion of your parents or peers, you finally reached beyond the horizons of understanding of your family, friends or teachers, and you chose the road less traveled and stepped into air so fresh that for the first time in your life you were able to draw a deep, true breath. You’ll never forget it! That was a sacred moment, and you know it even now.

That was your moment of heresy – and that is fresh, first-hand air that only heretics will ever breathe. The rest, the orthodox, get second-hand air, be-cause they breathe through the group’s nose. You chose where those before and around you lacked either the vision or the courage to choose. And it hurt. If you cared for those people, if you were comforted by the security of that world, it hurt to leave it. You remember. But in that moment you were born anew. You were “born again,” you were “born of the Holy Spirit”: that’s what that phrase means! In that moment you felt the spirit of life itself move you. It is these mo-ments, these precious and fearful and courageous moments when we make the unlikely but necessary choices that lead us away from darkness and toward the light – it is those moments in which much of the hope of the human race lives.

We live in trying times. Things have come loose, and the foundation trembles beneath our feet. There are those who would go back, and those who would go on: the orthodox, and the heretics. The hope of our future lies with the heretics. It lies with each and every one of us, for we all stand at the boundary between the past and the future, between imitation and innovation, between the second-hand faith of a group, and the first-hand heresy of our own honest minds and souls.

It takes courage to choose where others fear to venture. It is, again, like the shell of a Nautilus. The little compartments, left behind in their neat little spiral, are very pretty. But they are all dead; they always were. Only that one open chamber, the one reaching out into the unknown, could ever contain life. And so it is with us, my friends. So it is with us.

From Surviving to Thriving: Moving Beyond Unitarian Universaism

Davidson Loehr

August 2000

First UU Church of Austin

4700 Grover Ave., Austin, TX 78756

www.austinuu.org

 

“I have my conviction that in religion, and also in the arts, that which is common to a group is not important. Indeed, very often it is a contagion of mutual imitation.” (Rabindranath Tagore, The Religion of Man, Beacon Press, 1961, p. 110)

Listen to the way people in our churches use the words “Unitarian Universalist,” and you will realize they aren’t referring to a religion. It’s more vague, more generic:

“We Unitarian Universalists really like to'”

“You know, Einstein really sounds like a UU!”

“Preaching to UUs is like trying to herd cats!”

“There are a lot of UUs out there who just don’t know they’re UUs!”

What we’re describing here, in wildly self-important ways, is ‘our kind of people.’ You know: bright, witty, independent, good people: the kind on whom the hope of the world depends. I’ve heard UCCs, Presbyterians and Lutherans describe the world in the same self-centered way. It’s like the famous cover that Saul Steinberg drew for The New Yorker years ago, showing a map of the whole world, of which a few blocks in New York City make up about 90%. It is Tagore’s ‘contagion of mutual imitation,’ showing that our natural tendency is to see ‘our kind’ as the best kind of people. It isn’t a religious statement at all, it’s self-flattery, waved at an indifferent world.

Empty principles

The idea that ‘Unitarian Universalists’ and ‘good people’ are synonyms is more imperialistic and arrogant than it may seem.

Several decades ago, for instance, the Roman Catholic theologian Karl Rahner made a famous attempt to acknowledge all the non-Christians in the world who are nevertheless good people. He coined a phrase that’s become associated with his name and worth recalling here. He lumped together all the people of good character and intent in the world ‘ all the Jews, atheists, Buddhists, Hindus, Muslims, etc. ‘ and declared that they were all really ‘anonymous Christians.’

Rahner meant well, but it was a deep insult to all other faiths, this claim that all true intelligence, compassion and good intent were really just an example of his religion.

This habit is no less offensive when people in our tiny movement make a similar claim that all reasonable, loving, liberal people are ‘really UUs.’ It won’t do, either for Rahner or for us, to claim that our peculiar habits represent the soul of all intelligent goodness in the universe. If the religion of ‘Unitarian Universalism’ is to be a real religion, it will have to have a distinct set of perspectives and understandings of the human situation that differentiate it from other, older religions. It will also have to be able to stand beside the insights of Lao Tzu, Buddha, Jesus, Mohammed and other religious prophets and sages without looking trivial and silly.

No one would try to defend the Seven Principles as religious insights comparable to those of the great sages and prophets of history. It would be overkill to trudge through all seven vacuities in order to show what we already know: that these aren’t really religious principles of any insight or depth. But it might be worth taking the first and last of these, which seem to be nearly everyone’s favorites:

The first Principle we are told we affirm is The inherent worth and dignity of every person. To test the integrity of this statement, imagine how UUs would react if someone painted the words of the first principle on a banner and marched under it in a right-to-life parade. UUs would deride these people as ‘not getting it.’ This serves to illustrate that the first principle is not a principle at all. It is a bromide, a flag to be waved only over our pre-approved social and political biases. When I’ve asked Unitarian Universalists how they reconcile the first principle with their stand on abortion, the overwhelming response has been that since the Supreme Court has ruled that a fetus isn’t a person, there’s no moral issue here. This seems to mean that, for this religion, one nation’s (liberal) judiciary is granted the authority to define human life. So the ‘inherent’ worth and dignity must be added to human beings at some point after birth (‘the adherent worth and dignity”). The closer we look, the more quickly this dissolves into vapors.

The seventh Principle is Respect for the interdependent web of all existence of which we are a part. This is the prettiest of the bunch, but we don’t mean this, either. Just one look at faiths like Taoism or Hinduism shows us that we don’t mean all existence. We only mean the pretty parts, and the current fads of cultural liberalism. We love Bambi, but not the wolf that stalks and kills Bambi for food. We love the idea of protecting the spotted owls (which few of us could recognize), but can’t understand that loggers are equally parts of the interdependent web of all existence (we’re safe; our churches don’t attract many loggers). Here too, our application of this bromide shows that it is conditional. We only mean to use it as another flag to wave over the few parts of existence that please us. In what seem far more mature and complete religious perspectives like Taoism and Hinduism, creation and destruction are equally parts of the sacred dynamics of existence. We’re nowhere nearly that inclusive or profound ‘ nor, to be fair, do we claim to be.

Most of the ministers in our movement know the history of liberal religion well enough to know that our tradition’s greatest leaders would not have listened to a congregation of grown-ups recite the Seven Principles without running out of the church ‘ or just throwing up. The ‘Principles’ are club slogans, designed to be said in front of others, to the accompaniment of a superficial feeling of specialness.

Almost all of these so-called ‘principles’ are derived from the secular values of the 18th century Enlightenment, though with the depth and feel of something designed by a committee. But for these seven to be honest, they would all have to end with the phrase ”within the currently approved limits of our political ideology.’

The Religion of Our Masses

The Seven Principles are the Creed of Unitarian Universalism, which is the religion of our masses. When the first adult catechism came out a dozen years ago ‘ What Unitarian Universalists Believe, An Introduction to the Seven Principles ‘ The newly-invented religion began dumbing down the people who had come to us for raising up. I wrote to the men who had endorsed this program. The one who answered said the principles didn’t do much for him either, but ‘people need a simple place to start.’ I disagree, but even if so, why on earth would they need a simple social and political place to start, when our center is supposed to be religious’

The theologian Karl Barth once told young ministers, ‘People expect you to take them more seriously than they take themselves, and they will not think kindly of you if you fail to do so.’ Maybe I’m too idealistic to survive, but I’ll take Barth’s advice over ‘a simple place to start’ any day. Wouldn’t you’ Barth’s words lift up and inspire; ‘a simple place to start’ is a demeaning and insulting aspiration for any religion with our great heritage. (Try to imagine Servetus going to the stake or Channing or Parker taking the courageous and costly stands for which we revere them, on behalf of ‘a simple place to start.’)

Unitarian Universalism may be the worst religion in the UUA, and for several reasons. One is that it is a group faith that cultivates rather than suppresses the herd behaviors ‘ that ‘contagion of mutual imitation’ ‘ which liberal religion is supposed to help us rise above. Another is that it isn’t really a religion at all, but a social and political ideology posing as (and displacing) a religion. Such political visions could lead toward a healthier world only if everybody else were just like us. But this is the dream of political solipsism, not religion.

Yet this mind-numbing groupthink controls what will or won’t be featured in the UU World ‘ which seems like little more than a cheerleader for ‘our faith,’ and a series of variations on the theme of ‘How do I love me, let me count the ways.’

There are those who say all successful religions need a simplified version for their masses, a second-hand faith taught for memorizing and rewarded by granting an easy group identity to those who conform. These people cite ‘ at least off the record ‘ the ‘realism’ of famous cynics like Dostoevsky’s Grand Inquisitor ‘ those same people Ortega y Gassett said had to have their opinions pumped into them from outside. They say a movement can’t attract numbers large enough to make a difference without dumbing its message down to give people ‘a simple place to start.’

I’ve heard these arguments in various forms from many colleagues. Maybe they’re right. My idealism wishes this weren’t so, but history offers plenty of evidence that it is. The giants of history, including the religious giants, seem to have been able to manufacture their own oxygen. The rest, like the rest in all times, breathed second-hand air through their group’s nose. ‘A simple place to start’ quickly reduces to ‘a contagion of imitation’ ‘ if it ever differed at all.

Where were our leaders?

I am using a double standard here that I’ll defend. I’m not blaming ‘the laity,’ the people in our congregations who come to our churches hoping for vision and leadership from the professionals they are paying to be their ministers. I’m blaming the ministers and the leadership at the UUA. As professionals, we are supposed to be raising the bar, not lowering it. Karl Barth again: ‘Your people expect you to take them more seriously than they take themselves, and they will not think kindly of you if you fail to do so.’ Barth was right. How did we ever forget this’

Ministers who have had even a mediocre seminary or divinity school education can be expected to know the difference ‘ and they do know the difference ‘ between a religious identity and the more paltry one offered by social, political or denominational clubbiness.

As professionals, we owe people more than the mind- and soul-numbing bromides of ‘Unitarian Universalism.’ Every minister in our movement knows the history of liberal religion well enough to know that people like Hus, Channing, Parker, Emerson and the rest would not have listened to a congregation of grown-ups recite the Principles without running out of the church ‘ or just throwing up.

As professionals charged with taking our congregants more seriously than they take themselves, we have dumbed down religion to a denominator so common and low that no one should consent to being defined by it ‘ least of all, ministers.

There isn’t a big mystery here. It isn’t hard to know what to do. Our leaders ‘ by which I mean ministers, teachers of religion and Association officials ‘ simply have to find the courage to admit that we have made a terrible mistake by shallowing out the religious tradition which the past has entrusted us to pass on to the future.

We really have a rich, if small, legacy of genuine religious heroes, and need to be emulating them instead of aping the group faith of the ‘masses’ against which the leaders we respect stood out. A few examples:

Jan Hus, the 15th century Catholic priest whose story is symbolized in our flaming chalice, argued a century before Luther that the chalice (symbolizing the sacred and life-giving power of religion) was to be shared with all, as religion was to be the property (and challenge) of all. He was the first to translate the Bible into the vernacular of his people, in another effort to tempt ‘the masses’ into the larger world of first-hand religion. Our chalice stands for the ‘open chalice’ that symbolized his larger and more inclusive view of religion. The flame reminds us of the flame in which Hus was burned at the stake ‘ the cost of standing out too far in front of the masses.

William Ellery Channing is celebrated in our tribe as a Congregationalist minister who stood out against the conforming background of trinitarian Christians by arguing for a unitarian Christianity, stripped of the traditional myths that most people continued to recite. We don’t mention nearly as often the fact that late in his life, he also stood out against the conforming background of his own congregation, when he resigned from his church rather than agree to be spoken for by the creed his congregation had created ‘ a foretaste of today’s ‘Principles.’

We celebrate the remarkable Theodore Parker as though he represented mid-19th century Unitarians. But he did not. He was banned from speaking in other Unitarian pulpits in Boston because of his opposition to slavery and his other liberal stances. It was the background masses who really represented mid-19th century Unitarianism, and whom we would rather forget about now.

It is time for UU ministers to borrow these leaders’ bravery and lead our congregations in a healthy religious direction rather than a paltry political one.

We don’t need to traipse around in sackcloth and ashes for our sins. We can forgive ourselves for the folly of the Seven Principles and our clubby past. It is part of the human condition, as Shakespeare noticed, we seem to tend toward loving to love “not wisely but too well.’

Emulate the Leaders, not the Masses

We had some notable leaders a few centuries back. Hus, Channing, Parker, Emerson were men whose beliefs were in stark opposition to the vast majority of their fellow-believers at the time. They saw the religions of the ‘masses’ of their times as obstacles to, or enemies of, honest religion. They would have agreed with Tagore’s observation that, in religion, ‘that which is common to a group is not important’ and is very often ‘a contagion of mutual imitation’.

It takes more than merely ‘standing alone,’ of course. We expect a good religion ‘ even an adequate one ‘ to help its followers become blessings rather than curses to the larger world around them. (Evil and insane people, after all, have also had the courage and vision to stand out from the crowd. Adolph Hitler and Matthew Applewhite of Heaven’s Gate come to mind as examples from those two extremes.)

Still, the pattern is that liberal religion always seems to occur against an illiberal background, where the illiberal background is composed of the group faith that defines the religion.

I think this pattern holds in every religious tradition. The “masses” of the background ‘ always the vast majority of the religion ‘ have a second-hand religion, rather than a personal faith they can express in their own words. There’s both institutional and peer pressure to stay within the box, because the group identity is contained within that box. But groups don’t think. By definition, there’s no such thing as a herd of liberals. And we should remember that we never look back with respect for the ministers who led their people to the lowest common denominator of a group faith. We respect only those who had the vision and courage to breathe their own fresh spiritual air ‘ we have never sung hymns to the masses who breathed their second-hand air through the group’s nose. Nor will those in the future who look back to see what we passed on to them.

My prescription for our little movement is simple. We need to say goodbye to our group faith, shed our club-like mentality, then rediscover and recommit ourselves to the path of the religious liberal.

Who should we be?

We are religious liberals. That’s the umbrella term under which almost all of the religious paths within the UUA can be grouped. It is the broad religious tradition passed on to us, though it is of necessity far broader today than either the Unitarians or Universalists of the 19th century would have permitted. The reason ‘religious liberalism’ can’t be abused as easily as ‘Unitarian Universalism’ has been is because it is much bigger than our little movement, and we don’t have the authority to define it.

Liberalism is a style of being religious, rather than a position. As a style, religious liberalism is the opposite of religious literalism ‘ change one letter, and change a whole religious worldview. ‘Liberal’ means, among other things, a bigger helping. It also refers to a symbolic and metaphorical ‘ rather than literal ‘ approach to religious writings.

The soul of liberalism is the search for commonalities that transcend our more superficial differences. We’ve lost sight of that, but it still offers the only healthy road out of our morass. Lately, we seem to pretend that there are only differences, that there aren’t any significant commonalities that might let us aspire to become ‘a people,’ a part of a much larger world, not made in our image. This just isn’t true. Our radical individualism, with its narcissism of small differences, has flown the course of the fabled Gorp Bird, that mythical creature that flew at ever-increasing speed in ever-decreasing circles until its head vanished beneath its tail feathers with a sound like ‘Gorp!’ We can do better ‘ we could hardly do worse!

A Modest Start

Here is a short list of things I think both we and our children can say to those who want to know ‘What do you liberals believe, anyway” These aren’t meant to be replacements for the Seven Bromides. Rather, they are some of the common attributes of adequate faiths almost everywhere. They are attempts to identify those ideals that have the best chance of making us better people, partners, parents and citizens.

‘ We know we’re a part of life and that we owe something back to the world for the gift of life.

‘ We know that we are supposed to live in such a way that, when we look back on it, we can be proud, and can make those we care about proud.

‘ We know we are to try and make this world a little bit better because we passed through it.

‘ We believe that truth, justice, and compassion are required of us. We believe that love is better than hatred, understanding is better than prejudice, peace is better than war.

‘ We believe if there is ever to be a better world, you, I and those whose beliefs differ from ours will have to help each other build it.

‘ We know that each religion says these things differently, but we also know that down deep they are all saying that we are sacred people who need to treat everybody else as though they were sacred, too.

These fairly obvious and enduring truths aren’t rules of a club. They refer us back to the human situation, and begin to identify some of the common attributes of adequate faiths and decent people everywhere. This is the level of deep commonality that liberal religion is supposed to seek, articulate, and incorporate. Without this foundation, we are simply not engaged in liberal religion, not protecting or passing on the soul of honest religion for which the great religious figures have lived and died. Some day we’ll all die too. That’s not a failure. The failure, as we’re going now, will come when the religious liberals of the future look back toward us to see what we had the courage to live for.

Cristianismo desmitologizado

(Traducción al español, Francisco Javier Lagunes Gaitán)

CENTRAMIENTO

A veces, desmitologizar la religión se siente como robar las historias a los dioses para luego negar la existencia de los dioses, en el cielo o en cualquier parte. Es seductoramente fácil permanecer superficiales y entregarnos a la autocomplacencia si despojamos a la vida de todas sus dimensiones ocultas.

Pero para ser honesto, nunca es así de fácil. Aún enfrentamos lo terriblemente efímero de la vida, una vida que se mueve tan rápido.

Como lo dijo el poeta Ezra Pound:

Los días no son del todo suficientes
y las noches no son del todo suficientes
y la vida se escurre como un ratón de campo
Sin [siquiera] agitar la hierba.
Y por ello oramos, en nuestros mundos desmitologizados, a los dioses que son ahora
más difíciles de encontrar, al espíritu de la vida, al amor, y a todo lo que cuenta. Oramos por ayuda
para poder vivir lentamente
y movernos simplemente
y vernos suavemente
para poder acoger al vacío
y dejar que el corazón cree un hogar para nosotros.

Amén.

SERMÓN:

La semana pasada dirigí un programa del Seminario de Jesús (un grupo académico, http://religioustolerance.org/chr_jsem.htm, que investiga, difunde y educa sobre el Jesús de la historia, por contraste con el Jesús de la fe, N. del T.) en la Iglesia Unitaria Universalista de Oak Ridge, Tennessee, así que tengo muy fresca la noción de cristianismo desmitologizado. Y a pesar de que son muchas sílabas para una sola palabra, desmitologizar nuestras religiones es una de las más importantes y más fieles cosas que necesitamos hacer si queremos que nuestras religiones sean más reales, y más relevantes para las vidas que vivimos en este siglo XXI.

¿Qué significa esto? A veces, solo significa sacar a los mensajes religiosos de sus envolturas míticas protectoras de manera que podamos ver qué ?si es que algo? tienen que decirnos hoy.

Todas nuestras religiones occidentales nacieron en alguna clase de cuna, o en un pesebre. Nacieron dentro de la visión del mundo propia de su tiempo, que era muy diferente de la forma en que vemos nuestro mundo hoy en día. El cristianismo nació dentro de esta clase de pesebre. Hace dos mil años, nació dentro de lo que podríamos llamar la visión del mundo del antiguo entendimiento, la visión científica del mundo antiguo.

Los estudiosos llaman a la vieja visión del mundo el ?universo de los tres relatos?. Es probablemente la visión del universo más intuitiva y acorde al sentido común que hemos tenido jamás. Todavía puedes experimentarla con solo salir en un día claro lejos de la ciudad.

Mira a tu alrededor y verás lo que los antiguos vieron: la tierra se ve plana, como una pizza. Con solo pararte ahí, tu mirada llega más lejos de lo que la mayoría de la gente llegaba jamás a extraviar sus pasos, desde el lugar en el que había nacido. Precisamente arriba, puedes ver el domo del cielo. Lo llamaron el ?firmamento?, porque pensaron que estaba hecho de piedra. Era tan pesado, que los griegos asignaron al dios más fuerte, Atlas, a sostenerlo. Había hoyos en el firmamento, por los que se filtraba la luz durante la noche, para formar los patrones de las constelaciones. Arriba, por sobre el domo celeste, era de donde provenía la luz, y a donde se pensaba que residían, de alguna manera, los poderes y deidades ?iluminados?.

Y abajo, por el fondo de la tierra estaba el lugar del fuego y el azufre. Si lo dudas, solo asómate a una erupción volcánica, y pregúntate a ti mismo de dónde salieron estas cosas. Era un mal lugar, el hogar probable de las fuerzas y espíritus malignos.

Nosotros los humanos éramos como juguetes a merced de las fuerzas del bien y del mal, y nuestras plegarias suplicaban la ayuda a uno contra el otro

Era un universo bastante pequeño, realmente un asunto local. Estábamos nosotros, estaba el Arriba y estaba el Abajo.

Este universo del sentido común es la cuna en la que nació el cristianismo. Y las cosas fantásticas del Nuevo Testamento cobran una especie de sentido súbitamente literal cuando recuerdas esta vieja visión del mundo. Un pasaje dice que los cielos se abrieron se abrieron y una voz tronó para decir ?Contemplad a este que es mi amado hijo, por quien estoy tan complacido?, y puedes imaginártelo. Después de todo no es tan lejano. Podría abrirse, podrías imaginar que escuchas la voz. Otro pasaje habla de que Jesús descendió al infierno. Bueno, podrías imaginarte que se habría protegido de alguna forma del fuego y el azufre, pero ?otra vez? no es tan lejano. Puedes imaginarlo. El cielo está arriba, el infierno abajo, y nosotros estamos en el escenario de en medio. Muy simple y claro.

No, el mundo nunca estuvo hecho de esa manera, ni ahora, ni entonces. Vivimos en un mundo que no tiene un ?arriba? y un ?abajo?. Si esto te suena extraño, piensa en una fotografía de la tierra, tomada desde la superficie de la luna hace algunas décadas. Imagina que te encuentras allá, sobre la luna, y miras hacia la tierra que flota sobre el negro espacio. Entonces imagina esa gran voz que truena hacia la superficie de la tierra y pide a todos los terrestres que señalen hacia el cielo ¡Ahora visualiza mentalmente la imagen, y pregúntate hacia dónde apuntan! Localmente, todos piensan que apuntan hacia arriba. Pero desde donde tú estás, tú ves que todos apuntan hacia fuera, no hay ningún ?arriba?.

Los tesoros de la religión fueron escondidos allá arriba, hace veinte siglos. Dios fue colocado allá arriba, sobre el cielo. Podría decirse que hace 2000 años escondieron el mensaje de la religión arriba del cielo para protegerlo y honrarlo.

La próxima semana es la Pascua, y el mensaje de la Pascua es un buen ejemplo. Alguien que muere, luego regresa a la vida y asciende hacia arriba, hacia los cielos. ¿Qué podría significar este mensaje en un mundo que no está hecho de esa forma? ¿Cómo debe entender esto la gente fiel y honesta? Y los relatos navideños sobre un hombre nacido de una virgen y un dios celeste ¿Qué significan? ¿Acaso tratan de esperma venido del cielo?

Dejar los mensajes de la religión atorados en estas visiones del mundo míticas obliga a nuestra fe a tratar de vivir en dos diferentes siglos al mismo tiempo ?la vieja visión del mundo de los tres relatos, de hace 2000 años, y los entendimientos precisos que nos exige nuestra visión del mundo del siglo XXI.

¿En qué pedirías a los creyentes que creyeran? ¿En las enseñanzas religiosas, cualesquiera que sean, o en la forma en que la gente solía armar sus ideas sobre el universo? ¿En los mensajes de la religión, o en la ciencia del siglo XXI?

Hoy, tenemos que proteger y honrar los mensajes de la religión a través de ubicarlos en este mundo. Si no podemos encontrar lo sagrado en el aquí y el ahora, puede que no lo encontremos en ninguna parte.

En eso consiste la desmitologización. Nos dice que para ser fieles, para honrar el espíritu de la religión en el mundo moderno, necesitamos sacar su mensaje de sus antiguas envolturas protectoras míticas (quitarle las rueditas estabilizadoras infantiles a esa bicicleta) y ver qué es lo que tiene que decirnos hoy en día.

Ustedes saben que la religión por lo general no trabaja de esta manera. Los ortodoxos aún intentan proteger su vieja fe manteniéndola dentro de su visión mítica del mundo, como si fuera demasiado frágil y delicada para la luz del día. Esto engaña a la gente que quiere ser engañada, y a muchos que no. Pero no engaña a toda la gente, e incluso enfurece a muchos contra la hipocresía y la negación.

En el avión de regreso de Tennessee, el lunes pasado, leí un libro que hablaba de esto de formas que me sorprendieron. Se trataba una recopilación de escritos breves de más de 90 autores irlandeses (Sources: Letters from Irish People on Sustenance for the Soul, editedo por Marie Heaney). La editora les escribió para preguntarles qué nutría y sustentaba sus almas, y me sorprendió mucho encontrar cuán pocos de ellos escogieron algo de su religión, y cuánta rabia todavía les producía ésta.

He aquí una respuesta típica, de Martin Drury:

?Por haber sido, aún en mis tempranos veintitantos, un devoto y obediente católico romano, todavía tengo presente el choque sísmico (y desde luego sigo sufriendo las consecuencias de esta conmoción) al percatarme de que se abría una gran grieta sobre la falla geológica que divide la práctica religiosa ortodoxa de la experiencia espiritual auténtica.

?Deploro grandemente que aquellos que tan dispuestos se mostraron a reivindicarme para su iglesia fueran tan lentos para nutrir mi yo espiritual… Quienes se hicieron cargo de mi formación espiritual? no me dieron habilidades para trazar el mapa que guiaría mi jornada. Los [mapas] que he llegado a admirar y a confiar en ellos, y en los que encuentro verdadero apoyo, [son aquellos] empleados por artistas de todas las disciplinas.

?? Mi preferencia es por los [mapas] ambiguos de la literatura y por la celebración de la humanidad, más que por alguna divinidad remota?.

Este hombre ya no siguió engañado por su iglesia, y lo que resiente aquí son dos cosas: tanto la falta de verdad, como la carencia de fe de su iglesia. Carencia de fe. Resulta una acusación irónica contra una iglesia, pero pensémoslo con cuidado. ¿Qué es más carente de fe: abandonar la creencia en otro mundo, o dejar de creer en este mundo? ¿Qué tendrían que significar los mensajes religiosos si fueran sobre este mundo, más que sobre algún otro?

Una mujer que había dejado la iglesia la criticó por ofrecer una religión que no era real. Y ella ofreció como palabras de apoyo para su alma, no la Biblia, sino unos pocos párrafos tomados de un libro infantil, El Conejo de Pana (The Velveteen Rabbit). Hace mucho tiempo que leí ese libro, y no recordaba que hablara sobre cómo algunas cosas no pueden convertirse en reales. Escúchalo en la crítica de esta mujer irlandesa hacia su anterior iglesia:

El Conejo de Pana llegó en la mañana de navidad. El niñito lo amó ?por al menos dos horas? pero con la emoción del día pronto lo olvidó. Por mucho tiempo, vivió con los otros juguetes en el armario ?y eran un grupo muy mezclado: juguetes mecánicos mandones que eran muy superiores, llenos de ideas modernas y de palabras de tecnología. Incluso el Leoncito de Madera, quien debería saberlo mejor, fingía tener contactos con el gobierno. El Conejo de Pana se sintió muy insignificante. La única persona que fue amable con él era el Caballo de Cuero, que era muy sabio.

?¿Qué es REAL??, preguntó el conejo un día.

?Real? es una cosa que te sucede cuando un niño te ama por mucho, mucho tiempo?, contestó el Caballo de Cuero, quien siempre era veraz. Él dijo que a veces duele ser real ?y que esto no siempre le sucede a los que se rompen fácilmente, o tienen orillas agudas, o a quienes hay que manejar con cuidado.

?Para el momento en que eres REAL la mayor parte de tu pelo ha sido amorosamente desprendido, tus ojos te abandonaron y tus articulaciones se ponen muy flojas y se te ve mucho deterioro. Pero estas cosas no importan para nada, porque una vez que fuiste REAL no puedes ser feo ?excepto para la gente que no entiende?.

Las religiones son también así. Si son demasiado frágiles, si se rompen con facilidad, o si deben manejarse con demasiada precaución, nunca podrás acurrucarte en ellas lo suficiente para hacerlas reales. Desmitologizar las religiones, quitarles sus viejas envolturas protectoras para hacerles un lugar entrañable en nuestras propias vidas, no es obra del diablo, se trata más bien de una bendición providencial.

Muchos de los encuestados irlandeses citaron a William Blake como uno de aquellos cuyos escritos y conocimiento profundo alimentaron sus almas. Y en Blake también encontraron mucha ira por los engaños de la religión tradicional. Hacía mucho tiempo que no leía yo algo de William Blake, y me sorprendió leer algunas de estas líneas:

Una verdad dicha con mala intención
supera todas las mentiras que puedas inventar.
Y es correcto que así deba ser;
el hombre fue hecho para el gozo y la desdicha;
y cuando esto comprendemos bien
por el mundo vamos con seguridad.

No estamos hechos para el cielo, nos dice. No estamos hechos para un lugar perfecto en alguna otra parte. Estamos hechos para este lugar, el gozo y la desdicha entremezclados. Estos escritores estaban absolutamente comprometidos a enfocarse en esta vida, aquí y ahora, no en otra, en algún otro lugar, ni después. ¿Qué querrá decir esto la próxima semana cuando preguntemos qué mensaje encontrará la gente fiel en el viejo mensaje de la Pascua? ¿Para qué debemos buscar nueva vida? ¿para nuestras almas, o nuestra sociedad? ¿para nuestra religión? ¿para nuestras iglesias?

Otra mujer citó estas líneas del libro Veintiún poemas de amor, de la poetisa Adrienne Rich (1929-):

A los veinte, sí: pensamos que viviríamos para siempre.
A los cuarenta y cinco, quiero conocer incluso nuestros límites.
Te toco sabiendo que no nacimos mañana,
y de alguna forma, cada uno de nosotros ayudará al otro a vivir,
y en algún lugar, cada uno de nosotros deberá ayudar al otro a morir.

Y ahora más líneas de William Blake:

Cada noche y cada mañana
algunos a la miseria son nacidos.
Cada mañana y cada noche
algunos nacen a un dulce deleite.
Algunos nacen a un dulce deleite,
algunos nacidos son a una noche interminable.
Somos llevados a creer una mentira
cuando no vemos a través del ojo
que nació una noche para perecer en una noche?

Me impresionaron fuertemente las tres últimas líneas:

Somos llevados a creer una mentira
cuando no vemos a través del ojo
que nació una noche para perecer en una noche?

En otras palabras, Blake dice que no creamos en declaraciones de allá arriba, que no creamos en conocimientos que pretenden provenir de dioses, más que de mortales que nacieron una noche para perecer en una noche. He aquí este gran poeta de hace dos siglos que dice que nuestra religión no tiene que ayudarnos a llegar al cielo después de morir. Lo que la religión tiene que hacer ?en palabras de Blake? es mostrarnos cómo

Ver al mundo en un grano de arena
y al cielo en una flor silvestre,
abarcar al infinito en la palma de tu mano
y a la Eternidad en una hora.

En cada juicio por herejía se opondrían a esto. Negarte a creer en cosas a las que no puedes encontrar sentido ha sido peligroso, incluso tan recientemente como en el caso de los talibanes. En los juicios por herejía no les importa cómo vivieron los herejes, solamente si dijeron que creían el relato de un grupo religioso particular.

Pero pensemos sobre esto también. ¿Cómo a qué clase de inseguridad suenan tales amenazas?

?¿A la inseguridad de una deidad eterna y omnisciente que creó todo el universo y que sabe lo que piensas aunque tú no lo sepas? ¿Podría acaso un verdadero dios ser tan ignorante y mezquino?

?¿O a la inseguridad de los miembros de un club, cuya frágil y arrogante afirmación de poseer la verdad podría desmoronarse si tuvieran que admitir que su relato es tan solo uno entre muchos, y que la gente se la pasa bastante bien sin él?

Ningún dios que valga la pena castigaría a la gente por negarse a creer en viejos relatos aún cubiertos con sus antiguas envolturas míticas. Ningún dios que valga la pena nos recompensaría por dejarnos revisar el cerebro a la puerta de la iglesia. La gente fiel no tiene que recitar el relato de su grupo irreflexivamente. La gente fiel tiene que intentar y encontrar una fe por la que valga la pena vivir, una manera de verse a sí mismos y al mundo que pueda mostrarles ?al mundo en un grano de arena y al cielo en una flor silvestre?.

Quienes pretendamos ser fieles hoy nos encontramos en una extraña e irónica posición. A través de la historia de las religiones occidentales, se ha enseñado a la gente que los beneficios de la religión sólo están disponibles para los fieles, los de adentro, los miembros del club.

Sin embargo, esta es una tercera cosa sobre la que vale la pena pensar, como encontré que todos estos escritores irlandeses reflexionaban. ¿Qué clase de verdad podría ser esa, que sólo es verdadera y real, en exclusiva, para los miembros de un club? Cualquier cosa que sea realmente verdadera ?en especial si se presenta como proveniente del dios que creó todo el dichoso universo? debería ser verdadera para todos. Las nociones religiosas profundas tienen que estar disponibles para todo el mundo. La gente insegura podrá ser seducida por credos, principios y confesiones de fe, pero no así los dioses, ni las religiones reales. La religión y la verdad no consisten en fingirlo así. Si el cristianismo, el budismo, o las otras religiones tienen algo que ofrecer a nuestras vidas, debe estar disponible para todos los que tengan ojos para verlo y orejas para oírlo.

Estamos en un lugar diferente ahora, que donde estábamos en los tiempos antiguos. El significado de ser fieles ha cambiado. La verdadera fidelidad ya no significa más dejar de lado este mundo por la promesa de otro mundo, después y en alguna otra parte. Esto significa, como estos escritores irlandeses lo dicen una y otra vez, dejar de lado las pláticas sobre otros mundos, después y en alguna otra parte, y centrarnos en las promesas y retos de este mismo mundo, aquí y ahora.

Por esto es por lo que pienso que los religiosos liberales pueden ser la gente más religiosa actualmente. Según nuestra visión, podemos dejar atrás las envolturas míticas y otros brillos mundanos, y preguntarnos si es que esta o aquella religión puede ayudarnos, y cómo, a llegar a estar más vivos y concientes aquí y ahora, si nos puede ayudar a ver al mundo en un grano de arena y al cielo en una flor silvestre.

Los judíos tienen un relato sobre el día en que Dios decidió jugarles una broma a los humanos. Estaba desconcertado, así que como siempre hacía cuando se sentía desconcertado, llamó a su rabino favorito.

?Rabino?, dijo Dios, ?Quiero jugarle una broma a la gente. Quiero esconderme de ellos a donde no me encuentren fácilmente, y no sé dónde esconderme. ¿Qué es lo que piensas: el lado lejano de la luna, los confines exteriores de la galaxia, qué piensas rabino??

Y el rabino contestó: ?Oh, no lo pongas tan difícil. Tan solo escóndete en el corazón humano. Es el último lugar en el que buscarán?

Así que ahí se escondió Dios. Y el rabino tenía razón, porque incluso al día de hoy difícilmente alguien piensa en buscarlo ahí?.

Hay una gran ironía en la religión actual. Hace muchos siglos, en el nacimiento de nuestras religiones occidentales, los profetas y los sabios de los que nacieron trataron de proteger la religión ocultándola arriba, sobre el cielo. Hoy, cuando necesitamos que nuestra religión sea real, esconderla arriba, fuera del alcance de la vista, es una sentencia de muerte para ella. Hoy, con el objeto de protegerla, con el objeto de hacer real nuestra fe, debemos encontrarla dentro de nuestro mundo, dentro de nuestros corazones.

Las tres religiones occidentales han visto esto:

? Los judíos, con su relato de Dios escondido en el corazón humano.

? Los cristianos, a través del dicho de Jesús de que el reino de Dios no es algo que venga a la sazón, sino algo que ya está dentro o entre nosotros, si solo tuviéramos ojos para verlo.

? Y los musulmanes, cuando su Qur?an (Corán) enseña que Dios está más cerca de nosotros que la vena en nuestro cuello.

La verdadera fidelidad que necesitamos hoy no es la confianza ciega en otro mundo, sino la fe en las posibilidades ocultas de integridad y redención que están en este mismo mundo. La verdadera fidelidad se aprende al abrir nuestros ojos a las glorias del mundo alrededor de nosotros, y al abrir nuestros corazones para encontrar al dios que se oculta allí, al reino de Dios oculto dentro y entre nosotros, a la espera de ser hecho realidad en nuestras propias vidas, de la misma manera en que el Conejo de Pana fue finalmente hecho real.

En un sentido, estamos terriblemente solos en nuestro mundo desmitologizado. Pero nuestro veneno puede ser nuestra cura, porque estamos solos juntos.

Anhelamos juntos el don de la
visión que pueda mostrarnos
a un mundo en un grano de arena
y al cielo en una flor silvestre,
que pueda ayudarnos a aprender a abarcar al infinito en nuestra mano
y a la Eternidad en una hora.

Sí, sabemos que los días no son del todo suficientes
y que las noches no son del todo suficientes
y que la vida se escurre como un ratón de campo
sin siquiera agitar la hierba.

Así que terminamos en oración silenciosa al espíritu oculto de la vida, al dios no encontrado que se esconde en nuestros corazones. Y decimos, Oh Dios, Oh espíritu de la vida, ayúdanos
a vivir lentamente,
a movernos simplemente,
a mirarnos suavemente,
a acoger al vacío,
y dejar que nuestros corazones creen para nosotros.

Ayúdanos a hacer un hogar, justo aquí, dentro y por entre el incógnito reino de Dios que yace escondido dentro de nuestros corazones, donde siempre ha estado oculto.

Oramos por esto, solo por esto, aquí, ahora, juntos.

Amén.