(Traducción al español, Francisco Javier Lagunes Gaitán)

El pasado otoño, en una subasta silenciosa en la iglesia, acordé ofrecer el derecho de escoger el tema de un sermón. Ian Forslund fue el mejor postor, y pidió que reflexionara sobre lo que pienso que significa para esta iglesia ser una “Congregación aceptante” (“Welcoming Congregation”). Tomado en un sentido restringido, esto se refiere al hecho de que esta iglesia está registrada como una iglesia que acepta y da la bienvenida a gente gay, lesbiana, bisexual y transgénera dentro de la fraternidad. ¿Pero cómo es esto? ¿De manera simbólica? He escuchado al anfitrión en alguna iglesia UU (¡No en esta!) decir a una visitante “Oh sí, tenemos lesbianas ?¡hay una por allá!”. ¿Qué tan aceptante se sentiría eso? Se trata de un tema importante, tomaré prestada alguna sabiduría del hombre Jesús, al explorarlo juntos en este Día del Padre.

Relato: La escuela aceptante

Había una vez una pequeña escuela, en un pueblecito en alguna parte de Texas, donde toda la gente era parecida. Todos habían nacido en Texas, todos tenían cabello obscuro y ojos cafés. Todos se llevaban bien y el lugar era tranquilo y pacífico.

Pero los tiempos cambian, y cambiaron en este aletargado pueblecito. La gente empezó a llegar por todas partes, y antes de que pasara mucho tiempo, ya no toda la gente se parecía. Algunos, de hecho, tenían el pelo rubio;¡nunca antes habían visto a personas con el pelo rubio natural! Y algunos tenían ojos azules: ¡Vaya un extraño color de ojos! Y algunos de entre quienes se mudaron al pueblecito provenían de otros estados, e incluso de México. Ya no fueron más sólo texanos nativos todos los habitantes.

El director de la escuela no sabía qué hacer, aunque sabía que necesitaban encontrar alguna forma de hacer que estos nuevos chicos se sintieran aceptados. Pero como él no sabía qué hacer, decidió pasar el problema a los estudiantes. Convocó a una asamblea escolar y les dijo que empezarían a llegar a la escuela personas diferentes a ellos, y que debían encontrar alguna forma de asegurarse de distinguirlos y de darles la bienvenida en la escuela.

Los niños hablaron mucho sobre esto. Decidieron que necesitaban una forma de identificar a todas estas clases diferentes de personas. Y antes de que pasara mucho tiempo, pudieron contar con una de ellas para practicar su bienvenida y aceptación; una chica llamada Susan llegó al pueblo con su familia. Ella había nacido en Austin. Y con todo y que tenía ojos cafés, ¡su pelo era rubio!

Bueno, ellos estaban listos para ella. “¡Oh, grandioso!”, dijeron al juntarse alrededor de ella en su primer día de escuela. “¡Hemos estado esperando a que llegara alguien de pelo rubio, y tú lo eres! Necesitamos una manera de señalarte para que todo el mundo sepa que estás aquí, para que te hagan sentir aceptada. ¡Así que aquí usa esto!”.

Y pusieron alrededor de su cuello una clase especial de collar que elaboraron unas 30 campanitas atadas. “¡Ahora, dondequiera que vayas, harás ruido! Así, cuando entres a un salón, la primera persona que te escuche gritará: “¡Ding, ding, ding, ding, ding! y así todos en el salón gritarán “¡Ding, ding, ding, ding, ding!” y podrán juntarse alrededor de ti para hacerte sentir aceptada!” Y eso es lo que hicieron.

En un par de semanas, llegó otro nuevo estudiante. Stevie se mudó con su familia desde Dallas. Y su pelo era del color correcto (café), ¡Pero tenía ojos azules! ¡Asombroso!

Una vez más, sin embargo, los estudiantes estaban preparados. “Toma Stevie”, le dijo uno, “necesitarás usar esto aquí. Es difícil creer que tengas ojos azules si no podemos ponernos muy cerca de ti para mirar tu rostro, para facilitarnos la labor de señalarte, sólo usa esto alrededor de tu cuello”. Le dieron una gran letra mayúscula “B” (de “blue”) hecha de papel delgado azul. “Ahora, cada vez que entres a un salón, la primera persona que vea al gran “B” azul gritará:”¡Woop, woop, woop!” en señal de que tú estás ahí. Entonces todos los otros chicos gritarán: “¡Woop, woop, woop!” y se juntaran alrededor de ti para mirar tus ojos y hacerte sentir aceptado”. Y eso es lo que hicieron.

Muy pronto, otra familia nueva se mudó al pueblo, y una niña nueva se inscribió en la escuela. Su nombre era María. Ella tenía el color de pelo y ojos apropiado, pero no era de Texas. Su familia acababa de llegar de México.

Los chicos estaban preparados para esto, también. Habían hecho su tarea de ampliar su vocabulario y aprendieron una nueva palabra para la gente proveniente de lugares extraños: “alien”. Y aquí tenían la oportunidad de usarla. Así que fueron con María y le explicaron que eran el equipo de bienvenida de la escuela, que necesitaban señalarla para que los otros niños supieran que ella era diferente. Pero como tenía pelo negro y ojos cafés nadie podría darse cuenta, solo con verla, de que en realidad era una alien. Así que elaboraron algo para que se lo pusiera, también. Era una letra mayúscula muy grande “A” ?de un color como escarlata. “Aquí”, le dijeron, “necesitas usar esto”. Así, cada vez que entres a un salón la primera persona que vea tu gran “A” gritará “¡Alien! ¡Alien!” y entonces todo el mundo gritará, “¡Alien! ¡Alien!” y podremos juntarnos alrededor de ti para saber cómo se ve realmente un alien y hacerte sentir aceptada. Y eso es lo que hicieron.

Bueno, al llegar más y más niños nuevos al pueblo, esa se convirtió en una escuela muy ruidosa. Los chicos buscaron todas las diferencias que pudieron encontrar en cada nuevo niño, e inventaron nuevas clases de ruidos y letras para señalar a cada uno, y que así los niños nuevos se sintieran aceptados.

Pero aunque algunos de los niños nuevos estaban encantados con todas estas atenciones especiales, la mayoría no lo estaba. Y le dijeron al director que no se sentían ni un poco aceptados, ni bienvenidos ahí. El director se quedó perplejo. ¡Caramba! : ¿Qué deben hacer?

Sermón: ¡Bienvenidos!

Si han asistido por algún tiempo aquí, es probable que hayan notado que no hablo mucho de Jesús. No es que no haya oído de él. He estudiado bastante sobre ese hombre. He sido Fellow (asociado) en el Seminario de Jesús (grupo académico interdisciplinario dedicado a dilucidar sobre las palabras y actos del Jesús histórico, N. del T.) por una década, así que no soy completamente ignorante sobre el hombre y sus enseñanzas. Pero para mí, él nunca ha sido el maestro religioso más interesante o profundo. Es una cosa personal. Para mí, las enseñanzas de Buda y Lao-Tsé fueron más sabias y más útiles, y tengo algunos libros de algunos pensadores cuyas nociones me parecen más relevantes y útiles. Así que no he usado mucho a Jesús.

Todo eso es una forma negativa de decir algo positivo, que es que esta mañana pienso que una de las nociones profundas de Jesús es más útil y más pertinente que otras en las que puedo pensar. Esta noción fue su enseñanza más importante, y la enseñanza que también fue la más importante para él: su idea de que lo que él llamó el Reino de Dios.

Esa frase ?”el Reino de Dios”? no fue única de Jesús, fue usada por mucha gente durante los primeros dos siglos. Judíos, cristianos, griegos y romanos escribieron sobre el reino de Dios, que también llamaron el Reino de la Sabiduría. Todos usaron la frase para significar el mundo ideal, la clase de mundo con la mejor oportunidad de sostener la paz, la justicia y el amor entre gente que era diferente. Ese es el reto, desde luego. No requiere mucho talento y no es precisamente una gran victoria hacer buenas migas con gente que se ve, piensa y habla como tú. Eso es más como mirar en el espejo y expresar aprobación por tu reflejo. El reto es hacerlo con personas que no son como tú. Y el mundo ideal, en el que este reto se cumpla bien, era lo que muchos llamaron el Reino de Dios.

Para Jesús, el Reino de Dios no era sobrenatural. No era algo que sobreviniera, no tenía nada que ver con ninguna clase de fin del mundo. Estaba, al menos potencialmente, aquí y ahora, dentro y entre nosotros, y su frustración fue que no podíamos verlo.

Para Jesús, nuestra más profunda debilidad humana ?casi podrías llamarla nuestro “pecado original”, aunque él nunca la llamó así ?es nuestro hábito perdurable y destructivo de definirnos en términos demasiado pequeños para hacer justicia a la idea de que todo el mundo es la creación de Dios, para decirlo poéticamente.

Los judíos ?y, desde luego, Jesús era un judío? frecuentemente se definieron por sus diferencias de los otros. Se definieron por sus costumbres de sacrificios animales en el Templo, por su lenguaje, por las restricciones alimenticias y por una docena de otras formas. Estas diferencias los hicieron sentirse especiales: Pensaron en sí mismos como en el pueblo elegido de Dios.

Pero para el hombre Jesús, si lo entiendo correctamente, cada persona era un hijo de dios. Y la identidad exclusiva de los judíos era demasiado estrecha, demasiado pequeña para servir a la vida. Él quería que se derribaran las paredes, él quería que se sabotearan las pequeñas identidades. Este es el significado detrás de su dicho a sus discípulos ?que mendigaban sus alimentos, así como él hizo también ?de que comieran lo que les dieran.

Esto no significaba “cómete tu brócoli”. Jesús y sus seguidores fueron todos judíos, y todos mendigaron su comida. Vivieron en un mundo con romanos, griegos, samaritanos, y toda una variedad de otros estilos étnicos y religiosos, cada uno de los cuales tenía diferentes leyes de alimentación. Cuando Jesús dijo a sus seguidores que comieran lo que se ponía ante ellos, esto significaba “Cuando mendigues de un romano y te ofrezca puerco, ¡cómelo! Come mariscos, come cualquier cosa puesta ante ti por los griegos, los samaritanos y los otros de los que mendigues comida”.

Él decía con esto, “No se permitan definirse por sus diferencias de los otros. Insistan en definirse a sí mismos por sus semejanzas con los otros: todos ustedes son hermanos y hermanas, todos hijos de Dios. Y cuando la gente se dé cuanta de esto y actúe de esta manera, el Reino de Dios estará aquí”. Amén, fin del sermón, fin de la religión, ¡Ahora vayan y actúen así! Esta clase de predicación es la que hace a la vida de los profetas desagradable, brutal y corta. ¡Después de todo, nadie se molestaría nunca en matar a alguien que solamente dijo que se amen los unos a los otros y que tengan un bonito día! Eso lo puedes obtener de tarjetas de felicitación baratas, o de pegatinas y calcomanías populares. No, los más significativos profetas y sabios son profundamente inquietantes, porque ellos se proponen transformar los fundamentos de nuestro mundo.

Creo que las enseñanzas de Jesús son profundas y perturbadoras. Creo que si pudiéramos entenderlo alguna vez y actuar en consecuencia, el mundo desde luego se convertiría en algo que podría llamarse también el Reino de Dios, o el Reino de la Sabiduría, porque no puedo pensar en una mejor clase de mundo, no importa que tan improbable resulte.

Ahora que, si esta fuera una clase diferente de iglesia, y yo fuera una clase diferente de predicador, podría evadirme con solo decir algo como, “He aquí, lo han escuchado, sólo escuchen a Jesús y obedezcan. ¡Amén!”. Según las probabilidades, no es muy factible que eso suceda aquí. A la mayoría de ustedes no les importaría quién lo dijo, antes tendrían que estar convencidos de que era algo sabio y de que podría funcionar. Saber que no puedo simplemente proclamar algo ante ustedes, sino que debo intentar persuadirlos. Es una de las cosas que me gustan más sobre esta profesión.

Así que dejaré a Jesús por un momento, y llegaré a esto desde una dirección diferente.

Recuerda: Nunca hay un problema para aceptar o dar la bienvenida a gente que es justo como nosotros. Sabemos que son el tipo correcto de personas. Pero, ¿Cómo aceptamos y damos la bienvenida a gente que parece diferir de nosotros de formas importantes? Esta es la prueba decisiva de cada sistema personal de creencias, o religión, pienso yo.

Como deben saber, el derecho a elegir el nombre del tema de hoy fue subastado al mejor postor el otoño pasado. ¡Se siente un poco raro, ser comprado y vendido tan abiertamente! Es la primera vez que participo en algo así. Ian Forslund, el conductor laico de esta mañana, fue el mejor postor, y me pidió reflexionar sobre lo que debería significar para una iglesia ser una “iglesia aceptante” ?esto es, aceptar y dar la bienvenida a la plena participación y membresía de personas que son gays, lesbianas, bisexuales o transgéneras.

Ustedes conocen todos los tópicos liberales sobre cómo, sorprendentemente, simplemente todo el mundo es bienvenido aquí porque no tenemos un solo hueso de prejuicio en nuestro cuerpo colectivo. Decididamente no voy a decir ninguna de esas cosas. No pretenderé que es fácil, porque no lo es. No pretenderé que sucede realmente siempre, incluso aquí, porque no es así. Y si hay alguna culpa por esto, pienso que es compartida por todos. Para persuadirlos de esto, llegaré a esto desde un ángulo inusual, porque el argumento que quiero construir va en contra de la mayoría de la plática que escucho entre liberales culturales ?de cualquier religión.

Quiero mirar esto a través de los lentes de alguna de nuestra historia como sociedad. En algún momento hace unos 35 años, entre las marchas por los derechos civiles y la guerra de Vietnam, empezamos a perder nuestro centro como sociedad, y no lo hemos recuperado aún. Solíamos considerarnos Americanos. Éramos negros, blancos, hispanos, teístas, ateos, liberales y conservadores, pero todos éramos Americanos.

Entonces empezó a hacerse pedazos. Comenzamos por identificarnos a partir de identidades cada vez menores, separándonos los unos de los otros por nuestras diferencias. Nos convertimos en ?y permanecemos como? afro-americanos, polaco-americanos, italo-americanos, mexico-americanos, y así sucesivamente. Esta fue una batalla que ya fue peleada y ganada en las décadas tempranas del siglo XX, cuando se nos enseñó a no pegar con guiones otros elementos a nuestras identidades ?el guión fue definido como un signo de substracción?, sino a definirnos simplemente como “Americanos”. Pero hace 35 años, este acuerdo comenzó a desintegrarse. Bajo los narcóticos efectos del narcisismo de los años 60 y 70 del siglo pasado, comenzamos a definirnos por lo local, especial, o diferente entre nosotros. Freud escribió sobre lo que llamó “el narcisismo de las pequeñas diferencias” hace unos 70 años, y todavía lo vivimos.

Veo a nuestra actual “cultura victimista” de la misma manera: como definiciones mutuas que nos aíslan a partir de nuestras diferencias en vez de identificarnos a partir de nuestras semejanzas. Es casi como si quisiéramos gustarles a los otros debido a las maneras en que no somos como ellos. Si hay algo que sea más ingenuo que esto, ni siquiera tengo idea de lo que pudiera ser.

¿Por qué? Porque no pienso que jamás aceptemos o demos la bienvenida a otros en base en sus diferencias de nosotros. Sentimos el parentesco si nos sentimos relacionados. Sentimos que todos pertenecemos a la familia humana cuando nos identificamos a nosotros mismos como hermanos y hermanas. Y sólo podemos sentirnos relacionados cuando nos definimos a partir de nuestras semejanzas, por aquellas cosas que compartimos y apreciamos, más que por las cosas que no compartimos.

Por ejemplo:

  • Si algunas personas salvan tu vida a riesgo de las suyas propias, ¿Cuánto más necesitas saber de esas personas? ¿Cuánto te importa realmente saberlo?
  • O si un maestro encuentra una manera de comunicarse y abrir un vínculo de confianza con tu hija adolescente en problemas, por primera vez, y le cambia la vida ¿Cuánto más necesitas saber sobre este maestro que prácticamente salvó el alma, y tal vez la vida de tu hija?
  • Un joven atleta anota el gol decisivo para tu escuela, una mujer joven marca el tanto del triunfo en un partido de voleibol. Ellos simplemente se convierten en héroes locales.

Nadie se pregunta nada más sobre ellos.

Tal vez sea más fácil armar el argumento que deseo exponer en los deportes, así que veamos algunos relatos deportivos.

En los años 30 del siglo XX, toda una generación anterior al movimiento por los derechos civiles, la situación de los negros en EUA era mucho peor de lo que la mayoría de nosotros podría imaginar. Hubo todavía algunos linchamientos en el sur. Los restaurantes, baños, e incluso los bebederos públicos estaban segregados, marcados como “solo blancos” o “de color”. Recuerdo que cuando era un niño pequeño en Tulsa, Oklahoma, veía todos esos letreros. Nadie habría defendido que la gente de color, entonces llamados “negros”, eran en ningún sentido ciudadanos plenos de este país.

También en los años 30, EUA construía un creciente antagonismo con Alemania. Hitler había llegado al poder, y enseñaba al pueblo alemán que la raza blanca era la Raza Suprema, incomparablemente superior a los negros, judíos, homosexuales, gitanos y otros. Cuando Jesse Owens derrotó a los corredores más rápidos del mundo ?incluyendo al mejor de Alemania? al ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1936, llevados a cabo en Alemania, él fue celebrado como un héroe americano. Él era negro, y fue un héroe. Y “héroe” le gana a “negro”.

Joe Louis aceptó pelear con el gran boxeador alemán Max Schmelling por la misma época, y lo llamamos la “Esperanza de América”. Perdió ante Schmelling la primera vez y los alemanes festejaron burlonamente. Cuando Louis volvió a enfrentar a Schmelling de nuevo, y lo noqueó en el primer round, se convirtió en un héroe americano.

Jesse Owens y Joe Louis no fueron celebrados por ser negros. Fueron celebrados por ser americanos, y por ser grandiosos. Las categorías de ser americanos y de obtener premios a la excelencia eran categorías compartidas por unos 100 millones de otros americanos. En la medida en que pudieron definirse por sus semejanzas con nosotros, fueron aceptados. Cuando se definieron solo por sus diferencias ?como lo fueron en otras áreas de sus vidas? no fueron aceptados.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, la liga mayor de beisbol ?conocida como el Pasatiempo Favorito de América? comenzó a estar integrada (es decir, ya no segregada racialmente, N. del T.) cuando Jackie Robinson se unió a los Dodgers de Brooklyn. Mucha gente, incluso muchos aficionados al beisbol, lo odió al principio, solamente debido a que lo veían como “de color”. Lo identificaron por sus diferencias, lo odiaron.

Pero muy pronto, comenzaron a verlo, en cambio, como jugador de beisbol, y uno muy bueno. Entonces lo aceptaron. No como negro, sino como un destacado atleta que mejoró el juego favorito de América.

Hoy en día, es difícil de creer que hace medio siglo todos los principales deportes profesionales de este país sólo admitían a jugadores blancos. Actualmente, los jugadores blancos son una minoría en el beisbol, basquetbol y futbol americano. Ha habido un gran cambio en la dirección correcta.

Hace 30 años, como algunos de ustedes recordarán, la persona más famosa del mundo, el hombre reconocido por más gente que nadie en el planeta, era Mohamed Alí, el boxeador bocón. Cambió su nombre original de Cassius Clay ?al que él llamó su “nombre de esclavo”. Se rehusó a entrar al ejército para pelear en Vietnam, y se convirtió en un seguidor de Elijah Mohammed, el líder de los negros musulmanes odiadores de blancos. Si estás fuera, luego de 3 strikes, son por lo menos 4. Alí fue atacado, fuertemente criticado, se le despojó del campeonato, y se le prohibió pelear por unos tres años. Pero durante este tiempo, al hablar en campus universitarios y en todas partes, la gente comenzó a darse cuenta de que él tenía un fuerte sentido de la integridad y autenticidad. Cuando regresó al cuadrilátero demostró, tanto un gran boxeo, como un gran carácter, y se convirtió en la más reconocida y admirada persona sobre la tierra.

Ser aceptado en todas estas y mayores categorías convirtió su raza en algo prácticamente irrelevante. Todavía es una de las personas vivas más admiradas. Cuando apareció como la persona misteriosa escogida para encender la antorcha olímpica, hace unos pocos años, difícilmente se encontraba un ojo seco entre los espectadores. Seguro que él seguía siendo negro y musulmán, y también un bocón. Pero también era un hombre de gran integridad, un hombre de principios, un hombre con un gran sentido del humor, y un campeón. Y para la arrolladora mayoría de la gente en el mundo, estos son hechos más importantes que el color de su piel.

Hoy en día, aunque no lo mencionamos lo suficiente, los héroes y los modelos a seguir pueden ser de cualquier sexo, raza, y orientación sexual. Hace 5 años el hombre más famoso del planeta y uno de los más admirados era Michael Jordan. Su jersey de basquetbol de los Toros de Chicago, con el número 23, vendió más que todos los otros números de jerséis combinados. Lo veías en niños de todos los colores, porque el color no importaba más. Todos querían “ser como Mike”.

Si alguien hubiera dicho solamente “ámenlo porque es negro”, ni siquiera recordaríamos su nombre ahora. Pero decíamos que lo amábamos, o admirábamos, porque aprendimos a definirlo en categorías mayores. Él representó los valores que respetábamos pero no podíamos demostrar tan notablemente como él lo hizo. Jordan fue fieramente competitivo, jugó justamente, fue el mejor jugador que el juego haya visto, casi pareció llevar a voluntad a los Toros de Chicago a 6 campeonatos mundiales ?derrotando al menos a dos equipos que eran mejores.

Y ya sea que lo vieras en conferencias de prensa, comerciales, o en parodias divertidas o satíricas en la TV, veías una calidad de carácter que no podías evitar admirar ?y, probablemente, envidiar. Michael Jordan, como Mohamed Alí, Jackie Robinson, Jesse Owens y Joe Louis, representó el sueño de Martin Luther King Jr., quien esperaba poder algún día ser capaz de juzgar a una persona por el contenido de su carácter, en vez de por el color de su piel.

Lento pero seguro, hacemos progresos en esto, nosotros, la sociedad más heterogénea sobre la tierra. Hace 30 años, los matrimonios interraciales se veían difícilmente en los EUA. Hoy en día, 10% de los matrimonios en este país son entre personas de diferentes razas o grupos étnicos. Y así como con la raza, así va sucediendo con la orientación sexual, aunque hace falta recorrer un mayor trecho ahí.

Pero Elton John fue rey del mundo como artista masivo, y a nadie le importó que fuera homosexual, y tan llamativo e intenso como se puede ser. Hoy hay muchos artistas y actores que son abiertamente gays, lesbianas o bisexuales y que atraen multitudes, y lo que es más importante, son talentosos y amamos el talento.

Martina Navratilova fue odiada por algunos por ser lesbiana, pero ella fue admirada y aplaudida por muchos más, debido a que por casi una década fue la mejor jugadora de tenis del mundo. Las categorías mayores le ganaron a las menores. Ella sobresalió en cosas que realmente nos interesaban, y sus diferencias de las normas sexuales aceptadas en el país se volvieron secundarias, si es que siquiera fueran así de importantes.

Las normas sociales cambian para mejor, y pienso yo que está claro cómo cambian y cuál es el secreto, el secreto para expandir nuestras fronteras y dar la bienvenida y aceptar a la gente que difiere de las normas sociales. Tenemos trabajo que hacer, por supuesto.

Por una parte, tenemos que aprender a aceptar un más amplio rango de comportamientos y estilos de vida como parte de la norma social. Estamos acostumbrados a ver a las parejas tomadas de las manos. Y entre más parejas veamos tomadas de las manos que resulte que son del mismo sexo, más naturalmente lo veremos, como cuando la mayoría de las parejas visibles eran heterosexuales. Algunos amores son homosexuales, pero lo importante es que se trata de amor.

Entre más familias veamos en las que ambos padres sean del mismo sexo, será más fácil entender que lo que realmente apreciamos positivamente es a unos padres amorosos. Y si se trata de padres amorosos y de una pareja amorosa, nos alegraremos de que estos chicos cuenten con ellos y nos alegrará que ambas personas se hayan encontrado una a la otra.

Sucede gradualmente, así como la tasa de matrimonios interraciales se movió de cero a cerca de 10%.

Pero ¿ven lo que pasa aquí? ¿Cómo y por qué funciona? Lo que sucede es que cuando dejamos de identificarnos con identidades pequeñas o excluyentes, se facilita sentirse relacionados unos con los otros. Pienso que resulta autoderrotista para los negros, hispanos, gays y lesbianas ?o, para el caso, a los liberales religiosos? definirse a sí mismos, o permitir ser definidos, por las cosas que los hacen diferentes de otros. Todos deberíamos querer, en cambio, ser conocidos por el contenido de nuestros carácteres y el valor y compasión de nuestros actos.

Así que: ¿cómo nos convertiremos en gente aceptante? De la misma forma en que llegamos a ser aceptados: a través de identificarnos a nosotros y a los otros sólo bajo los más importantes valores y categorías, las cualidades que todos admiramos, las cualidades que pueden unirnos en lugar de dividirnos.

¿Cuáles son éstas? No hay ningún misterio aquí. Valoramos a la gente de integridad y coraje, a la gente de carácter. Valoramos a la gente que trata de amar, y que trata de ofrecer su amor hacia el mundo en maneras que resulten una bendición al pasar por él. Necesitamos y admiramos a la gente que quiere estar en relaciones de compromiso, ya sea que esas relaciones sean con otras personas o con la comunidad humana como totalidad. Admiramos y necesitamos a los buenos padres y madres en nuestra sociedad, a los ciudadanos honestos a los buenos trabajadores y a los empleadores justos.

Conoces esta lista. La puedes continuar tan bien como yo. Admiramos y aceptamos a las personas que actúan como si realmente fueran hijos de Dios, a la gente con una chispita de divinidad en ella, a quienes tratan de convertirse en mejores personas, parejas, y ciudadanos: a la gente que contribuye a hacer de éste un mundo mejor por estar en él. Y entre más podamos identificarnos con otros por estos estándares, y no por otros menores, mejor será nuestro mundo. Yo no creo que la gente gay quiera ser aceptada solamente como gente gay, o que la gente negra sólo quiera ser bienvenida como nuestros negros simbólicos. Pienso que ellos quieren lo que todos queremos: ser reconocidos y aceptados como nuestros hermanos y hermanas, como hijos de un Dios de amor. Ese es el mundo mejor que necesitamos crear juntos.

¿Qué tan bueno pude ser esto? Bien, Jesús una vez enseñó que un mundo semejante, en el que nosotros nos veamos simplemente como hermanos y hermanas, e hijos de Dios, sería un mundo tan perfecto que solo podría ser llamado el Reino de Dios. No puedo mejorar esto, así que diré “Gracias Jesús” ?y Amén.